Los nuevos pronósticos estacionales ya han salido del horno: cómo funcionan y hasta qué punto podemos fiarnos
Los días se hacen más cortos, la radiación solar se reduce, bajan las temperaturas, el mar empieza a congelarse y los vientos del norte empiezan a coger fuerza. Hay algo en el Polo que empieza a cambiar. Al principio es sutil, solo se puede apreciar en los detalles, pero poco a poco se convierte en el gran fenómeno meteorológico del invierno.
El vórtice polar ya está aquí y, si nos atenemos a los mejores podemos disponibles, viene con buenas noticias.
¿Qué es el vórtice polar? En torno a los dos polos de la Tierra, siempre hay una enorme área de bajas presiones y aire frío que los rodea. A eso lo llamamos vórtice. En verano, el vórtice se reduce hasta la mínima expresión y, aunque no hemos llegado a verlo desaparecer, se hace tan débil que pierde cualquier ascendencia sobre el tiempo del hemisferio.
Pero el invierno es otra cosa. Muy a menudo, en el invierno boreal el vórtice crece y crece, se acerca a la corriente de chorro y empieza a mandar frío hacia el sur. Pues bien, eso es lo que está empezando a formarse: una enorme masa de aire frío que, con un poco de suerte, convertirá este otoño y este invierno en dos estaciones "normales". Todo lo normal que esta loca década de los 20 pueda permitir.
Es pronto para decirlo. Sobre todo, porque no es solo una cuestión de tamaño. Como explica José Martín Cortés, también es cuestión de por donde crece. "Si el vórtice se estira en las direcciones América – Asia, el frío extremo se desplaza hacia estas regiones, pero habiendo una respuesta cálida (o menos fría) sobre Europa".
Sin embargo, tenemos buenas noticias. No hace falta ni recordar que todo pronóstico de más de 10 días hay que cogerlo con pinzas. Sin embargo, hay modelos que se centran el "juego a largo plazos". Son pronósticos que usan "los sistemas principales de presión a gran escala, el posicionamiento de la corriente en chorro, las condiciones oceánicas o la evolución de El Niño en el Pacífico ecuatorial" para generar una imagen lo más específica posible de los próximos meses.
En nuestro caso, los modelos del Centro Europeo tienen algunas buenas noticias. Y es que mientras da entre un 50 y un 60% de probabilidades de que la temperatura sea alta (algo que, El Niño mediante ya podíamos intuir), también otorga mayores probabilidades a que haya anomalías positivas en el ámbito de las bajas presiones y, vinculado a esto, de las precipitaciones. Si combinamos el modelo europeo y el británico, las previsiones son aún mejores.
¿Eso significa lluvia? Puede significarlo, sí. Y no viene mal. La sequía lleva con nosotros desde 2014 y en los últimos años las circunstancias nos han puesto contra las cuerdas. "No se salva ni un cultivo", decían las asociaciones de agricultores en marzo y lo cierto es que la realidad no ha hecho más que confirmarlo. Vivimos tiempos excepcionales.
Sin embargo, no hay que dar nada por hecho. Por lo que sabemos a día de hoy, esas anomalías sobre precipitaciones pueden desvanecerse sin más. Fijémonos en el mapa superior: basta con que la anomalía que señalan los modelos se desplace un poco Atlántico adentro para que el agua no haga acto de presencia en la península.
Y eso sí que sería un problema. Crucemos los dedos y quedémonos, mientras tanto, con las buenas noticias.
En Xataka | La rotura del vórtice polar vuelve a estar sobre la mesa: el invierno y el frío se guardan una traca final
Imagen | Climate reanalyzer
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