En el 852, Abbás Ibn Firnás, el genial rondeño que había creado la clepsidra andalusí, que había aprendido a facetar el cristal de roca y que había diseñado una avanzadísima esfera armillar con la que leer los cuerpos celestes, decidió lanzarse de la torre más alta de Córdoba. Pero no lo hizo sin más, no crean que era tonto perdido. Lo hizo atándose una lona a la cintura.
Se hizo daño, mucho; pero no sufrió heridas graves y, precisamente por eso, se le suele considerar el creador del primer paracaídas. No sabemos si fruto de el golpe del experimento, Firnás pasó el resto de sus días obsesionado con volar. Durante las siguientes dos décadas analizó concienzudamente el vuelo de los pájaros y con 65 años mandó construir unas alas de madera recubiertas de seda. Se precipitó al vacío con ellas, voló durante un puñado de segundos y se rompió las dos piernas.
La muerte le alcanzó dos años después mientras diseñaba una cola con la que perfeccionar su prototipo y, por esa obsesión suya, quiero pensar que le hubiera resultado fascinante saber que 65 millones de años atrás había seres vivos de hasta 20 metros de envergadura surcando los aires. Eso sí, inmediatamente después de oír hablar del Quetzalcoatlus habría preguntado: "Pero ¿cómo lo consiguieron?"
Y lo cierto es que durante mucho tiempo la pregunta sobre cómo evolucionaron los pterosaurios ha sido una incógnita. Durante décadas, en el registro fósil, estos primos cercanos de los dinosaurios aparecían ya como seres casi perfectamente formados. Ahora, Chris Venditti y sus colegas han conseguido clarificar cómo lo consiguieron, cómo llegaron a ser lo que fueron.
La primera vez que volamos
Venditti y equipo han usado nuevos métodos estadísticos, modelos biofísicos y conocimientos recientes del registro fósil para ver cómo la selección natural actuó aumentando la eficiencia de vuelo en estos animales constantemente, desde su origen hasta que se extinguieron. Es decir, la "evolución" cogió a unos voladores torpes e ineficaces que no podían viajar grandes distancias y los convirtió en voladores muy afilados capaces de permanecer en el cielo durante muchísimo tiempo.
Un detalle curioso es que no siempre pasó así con todos los pterosaurios. La capacidad para volar de los azdarcoides ha sido un asunto muy debatido debido a tienen varias adaptaciones que insinúan un estilo de vida más terrestre. Según los autores, aunque los azdarcoides podían volar, sus datos señalan que su rendimiento de vuelo no aumentó con el tiempo; es decir, sugieren que la eficiencia de vuelo no era algo demasiado importante para ellos.
A nivel científico, el estudio aporta una metodología proporciona un programa de estudio de cambios funcionales y energéticos a través del tiempo geológico. De 150 millones de años, en este caso. Una metodología capaz de adentrarse en los vericuetos del registro fósil y nos permite confirmar que, como decía Dobzhansky, "en biología, nada tiene sentido sino a la luz de la evolución"
Imagen | Mark Witton
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