Las licencias literarias son frecuentes en todas las obras de ficción (más en el género fantástico). Pero después de analizar la economía detrás del mundo mágico de Harry Potter parece que la conclusión es que sólo grandes dosis magia lo permiten evitar una crisis económica. Esto es lo que se puede concluir de un reciente trabajo en el que dos economistas han analizado la popular serie de libros. No solo las leyes de las ciencias naturales se relajan en este mundo ficticio.
La “economía potteriana” “Potterian economics” es como describen objeto de su estudio Daniel Levy y Avichai Snir, autores del artículo en la revista Oxford Open Economics en el que entran a analizar la materia. Según el artículo esta podría definirse como el conjunto de ideas, visiones y estructura que pueden hallarse en la heptalogía escrita por J.K. Rowling, con el objetivo de analizar cómo estos textos pueden afectar a los conocimientos populares sobre economía.
Un modelo lleno de contradicciones. Los autores hallaron diversos puntos en los que el mundo mágico descrito en los libros de Harry Potter coincidía con lo descrito en los modelos económicos habituales y otras muchas áreas donde aparecían diferencias.
Una política monetaria ineficiente. Los autores dedican varios apartados de su trabajo a la economía monetaria y financiera en el mundo mágico. Así, por ejemplo, en el universo Potter, las tres monedas en circulación están fabricadas de metales con valor intrínseco, un sistema basado en el sistema británico previo a 1971, en el que las libras se dividían en peniques y en chelines. Los valores relativos entre estas monedas se ajustaban al valor relativo de los metales con los que se acuñaban, cosa que no se da en el caso de los libros.
El sistema parece facilitar el arbitraje, el intercambio circular de bienes en distintos mercados en los que los bienes tienen distintos precios. Cualquier mago podría, si el precio del oro creciera respecto al de la plata, cambiar monedas de este último metal (sickles) por monedas de oro (galeones) que luego intercambiaría en mercados muggles por una cantidad mayor de plata, que luego cambiaría por sickles… obteniendo así grandes beneficios.
Para ello tendría que pasar por el banco mágico. El monopolio bancario lo controla Gringotts, entidad que se encarga de emitir moneda, guardar los depósitos de los magos de ésta y realizar intercambios entre dinero muggle, piedras preciosas y el dinero de los magos (permitiendo el arbitraje). Gringotts, a diferencia de los bancos humanos no ofrece préstamos
¿El único mercado “realista”? Los autores también prestan atención a la tecnología. Múltiples modelos económicos se basan en mayor o menor medida en el progreso tecnológico, pero este parece no afectar al universo mágico. Una industria industria marca la excepción, señalan los autores: la fabricación de escobas voladoras.
Las escobas voladoras parecen avanzar a pasos agigantados, con la aparición de multitud de modelos a lo largo de la serie de libros, algunos de los cuales aportan capacidades renovadas y extendidas. Los autores señalan cómo la industria de las escobas voladoras es muy semejante a la automovilística, con nuevos modelos apareciendo prácticamente cada año. “Cada modelo es de mejor calidad que el anterior, lo cual indica mejoras tecnológicas” comentan.
Otras nociones erróneas. Son numerosas las incongruencias que hallan los autores. Por ejemplo, éstos concluyen que los mercados son injustos, porque no surgen beneficios de los intercambios, si una parte gana la otra ha de perder, y generalmente son los ricos quienes se aprovechan de los pobres. Quizá eso no pueda catalogarse como poco realista, pero sí contrario a la teoría económica.
También se sorprenden del hecho de que no existan impuestos en este mundo mágico a pesar de que el gobierno parece ocupar un lugar preminente en la estructura económica y, más aún, puesto que la educación mágica es gratuita. El gobierno ni siquiera es capaz de proveer de seguridad “el bien público más básico” para los autores.
Más allá de la economía: gobernanza. El sector público precisamente recibe mucha atención. Levy y Snir señalan la aparente contradicción entre una crítica de los sistemas basados en los mercados a la par que menosprecia el rol del gobierno, corrupto pero que goza de gran apoyo popular entre los magos. Los gobiernos del mundo mágico no solo son vistos como corruptos, sino también como derrochadores y poco fiables. A pesar de controlan una buena parte de la economía y la producción.
Una visión distorsionada. “Un lector ingenuo de Harry Potter obtendría una visión distorsionada de la economía” explica Levy. El artículo se pregunta por los efectos de un mensaje que desprecia tanto a los mercados como a las autoridades gubernamentales “el resultado podría ser apatía e indiferencia, que debería ser preocupante”, concluye en texto.
La ficción puede alterar nuestra concepción de la realidad, aunque no es muy evidente la magnitud de este fenómeno cuando hablamos de literatura fantástica. Tanto fantasía como ciencia ficción son géneros que tradicionalmente se han prestado a la alegoría, creando paralelismos entre nuestro mundo y el que describen. Según los autores, el hecho de que los problemas descritos por Rowling sean problemas reales que afectan a muchas economías, hace que sus fórmulas pean percibidas con mayor credulidad.
Se calcula que, con 450 millones de copias vendidas, la serie de Harry Potter cuenta como la quinta obra literaria más vendida de la historia, entre Don Quijote de la Mancha (500 millones de copias) e Historia de dos ciudades de Charles Dickens (200 millones). No resulta extravagante sacar la conclusión de que esta historia infantil y juvenil sea uno de los libros más influyentes de las últimas décadas. También en lo económico.
Imagen | Shayna Douglas
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