El teletrabajo ofrece numerosos beneficios tanto para los empleados como para las compañías. Algunos de ellos son una mayor conciliación entre la vida laboral y familiar, un mayor descanso o un incremento de la productividad. Por ello, grandes compañías como Airbnb, Spotify, Google o Meta (Facebook) han incluido en su estructura laboral esta herramienta. Sin embargo, la fotografía que deja el teletrabajo es mucho más amplia.
Daños colaterales. Este mes, Hallcon Corporation y WeDriveU, compañías de transporte contratadas por Meta, anunciaron un recorte de 63 y 97 puestos de trabajo respectivamente para el final de noviembre, o dicho de otra forma, un tercio de la flota de autobuses que trasladan a los trabajadores de la compañía anteriormente conocida como Facebook. La firma de Zuckerberg vinculó este recorte a la adaptación de “las necesidades del trabajo híbrido”.
Conflicto a la vista con el servicio de limpieza. El pasado mes de septiembre, SGM Management, compañía contratada por Meta para realizar labores de limpieza e higiene, rescindió el contrato de cien trabajadores. Aquello puso en alerta máxima al resto de empleados, que convocaron huelgas y demandaron una negociación con la compañía para mantener los puestos de trabajo que estaban en peligro, la cual se produjo este mes de octubre y acabó en acuerdo, según el sindicato SEIU-USWW.
Dos pájaros de un tiro. Esta situación indica que Meta está aprovechando el teletrabajo para reducir costes, un movimiento que podía suponerse tras la intervención de Zuckerberg en una videollamada, revelada por The New York Times, en la que avisó de los tiempos difíciles a los que la compañía se enfrentaría en el futuro, y advirtió de que cierto “grupo de personas” que no debía de estar en la empresa. Cabe destacar que entre mayo y julio Meta ganó más de 6.500 millones de euros, un 36% menos que en el mismo periodo de 2021.
En cualquier caso, estos movimientos señalan que el teletrabajo no es una herramienta perfecta. Existen desigualdades vinculadas al trabajo remoto y al uso que de él hacen determinadas compañías.
Alerta del FMI. Efectivamente, no todo el mundo puede teletrabajar. En julio de 2020, el Fondo Monetario Internacional publicó un estudio que señalaba que los países ricos tenían más opciones de implementar el trabajo remoto que los países pobres. Además, el informe señalaba que los trabajadores residenciales y aquellos vinculados a la venta minorista y al sector de la alimentación eran los que tenían menos opciones para realizar su trabajo desde casa.
Dentro de este grupo, los jóvenes y aquellas personas con menor nivel educativo tenían menos opción de teletrabajar. También existían diferencias en cuanto al género: las mujeres, al concentrar la mayor parte de la fuerza de trabajo en estos sectores, carecían de alternativas para desempeñar su labor desde casa. Por el contrario, el estudio señalaba que los trabajadores del sectores de la información, la comunicación y las finanzas tenían muchas más opciones para trabajar remotamente, así como de obtener un salario mucho más alto.
Desigualdades en el mercado laboral. Son precisamente estas últimas áreas las que, según un estudio en el que participó el economista Juan Palomino, tienen un vínculo muy fuerte con los altos salarios, lo cual podría aumentar la pobreza y la desigualdad al incrementar la brecha entre aquellas personas que pueden teletrabajar y las que no. Esto, por otra parte, tiene consecuencias en el mercado laboral. Así, a principios de 2021, el estudio Remote Work in European Capitals publicado por la OCDE y citado por Business Insider, señaló que la robustez de estos empleos podría perjudicar a los trabajos peor remunerados del sector servicios.
En este sentido, Pawel Adrjan, economista de Indeed, afirmó que en ciudades como Londres las ofertas de empleo remoto con alta remuneración habían soportado mejor la pandemia que aquellas con peores salarios vinculadas al sector servicios. Por otra parte, existen desigualdades de género entre los propios teletrabajadores.
Mayor desigualdad de género. Según un estudio publicado por la editorial John Wiley, durante la pandemia hubo más mujeres (68%) teletrabajando que hombres (50%) en todo el mundo. Esto amplificó la brecha de género ya que las mujeres, además de realizar sus obligaciones profesionales, tuvieron que hacer frente a los cuidados familiares: el porcentaje de teletrabajadoras que afirmaban realizar tareas del hogar era del 87,9%, mientras que el de teletrabajadores era del 74%.
Esta situación se agravó en los peores momentos de la pandemia, pues el teletrabajo femenino aumentaba según al incidencia del COVID. Es lo que señaló un estudio de UGT, que indicaba cómo durante la sexta ola (diciembre 2021), las mujeres tuvieron que acudir “al auxilio de los cuidados familiares”, perpetuando así los roles de género.
La amenaza de la precariedad. Pero existe otra cara más en este poliedro que es el teletrabajo: la precariedad. Según el Sistema Argentino de Información Jurídica, la deslocalización del puesto de trabajo “favorece la intensificación del trabajo” y la “externalización de los circuitos de coordinación” del mismo, favoreciendo la autodisciplina de los trabajadores, hasta el punto que puede llegar a ser contraproducente. Así lo confirmó un estudio de Harvard Business School. publicado en septiembre de 2020, que señalaba que tres millones de teletrabajadores del todo el mundo habían ampliado su jornada laboral en un 8,2%, lo lo que es lo mismo, casi 50 minutos diarios.
Imagen: Flickr / Anthony Quintano
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