El verano de 2012 estuvo marcado tecnológicamente por, entre otras, las primeras entregas del Tesla Model S, el estirón del primer iPhone que superó las 3,5 pulgadas, los intentos de superación del reciente cierre de Megaupload... y por el exitazo que supuso para el crowdfunding la campaña del Pebble, aquel reloj inteligente que llegó cuando casi nadie fabricaba relojes inteligentes y que puso patas arriba el sector.
Pebble se convirtió no solo en la empresa que estaba produciendo uno de los productos más atractivos o al menos que más atención captaba por parte del público entusiasta de la tecnología, sino también en un referente del crowdfunding (que definitivamente dejó atrás sus días de gloria) y el hype colectivo.
No han pasado ni ocho años desde aquel verano, y ya hace tiempo que de Pebble no queda nada tangible. El proyecto naufragó, las grandes tecnológicas se hicieron fuertes en el mercado de relojes inteligentes y hoy queda poco más que el recuerdo de quien marcó el camino en muchos sentidos para todos los demás. Pero la versión larga de la historia es mucho más entretenida.
Diez millones de dólares para ser pioneros
El 11 de abril de 2012 arrancó el camino. Ese día se abrió la campaña de financiación en Kickstarter -todavía visible-. Esperaba recaudar 100.000 dólares para hacer realidad el proyecto de reloj inteligente con pantalla de tinta electrónica que había esbozado Eric Migicovsky, quien acabó convirtiéndose en el CEO de la empresa.
Tras recibir el "no" de varios inversores de capital riesgo y dar el salto al crowfunding, los futuros usuarios dijeron "sí": el objetivo se alcanzó en dos horas. A los seis días ya se había convertido en el mayor proyecto de financiación colectiva de la historia tras lograr 4,7 millones de dólares. El 10 de mayo, día de finalización de la campaña, la cifra había alcanzado los 10.622.845 dólares provenientes de 68.929 personas.
Un delirio.
El tiempo corría deprisa dentro de Pebble: había una producción que sacar adelante, había que ir pensando en iteraciones para un siguiente modelo y sobre todo había que contratar rápido para crecer al compás que marcaba el mercado.
Una de esas contrataciones fue la de un español, Javi Soto, que se incorporó en 2013 como desarrollador, cuando la plantilla era bien corta. Había una única persona desarrollando para iOS, otra para Android, cuatro trabajando en el framework propio del reloj, otra en contacto con la fábrica de China...
“Para cuando me marché, éramos más de 100 empleados. Quizás se invirtió demasiado agresivamente en ese crecimiento, es imposible pasar de 1 a 100 en un año y que todas las contrataciones sean buenas, mantener un nivel alto. Es fácil acabar contratando ingenieros que a la larga van a ser más un problema que una solución”, rememora Javi. “En ese tiempo se empeoró en calidad, en procesos...”.
El año 2013 fue el del crecimiento extremo. Pebble fue incorporando nuevas funciones y su popularidad siguió aumentando, aunque la amenaza de la competencia planeaba baja sobre lo que no dejaba de ser una startup que antes o después iba a tener que competir contra gigantes. Sony ya estaba en ello con su Smartwatch (ese era su nombre comercial), y Samsung presentó su primer Galaxy Gear en la IFA de 2013. Quien escribe estas líneas estuvo presente en aquella presentación, recuerdo que mi primer pensamiento tras ver el producto fue “ok, Pebble de momento no debería asustarse demasiado”.
En efecto, las ventas de aquel Galaxy Gear fueron intrascendentes, aunque sembró lo que se cosecharía después con modelos mucho mejor resueltos, como aquel estupendo Gear S2. No obstante, ese temor a que otras empresas siguiesen el mismo camino iba envolviendo al entorno de Pebble -no a todo, como veremos- como una nebulosa, especialmente conforme cogían fuerza los rumores de que Apple también iba a sacar su propio reloj. No obstante, 2014 se había empezado liderando el mercado de wearables, ahí es nada.
Pebbles por vender
Pongámonos en contexto: primavera-verano de 2014. Se da por hecho la llegada de ese reloj de Apple, pero no llega ni una sola filtración, ni un solo render que ponga aspecto y forma a ese lanzamiento. De hecho, en las semanas previas a aquel 9 de septiembre de 2014 en el que se presentó, se decía que iba a ser una especie de Nike Fuelband, no un reloj como tal. Meeeec. Error.
En esas semanas previas, Javi sentía que lo lógico era que hubiese cierta sensación de urgencia, de tener que trabajar rápido para estar prevenidos ante un más que probable lanzamiento de Apple. Pero no encontró réplica dentro de la empresa. “Era difícil reaccionar a un producto que aún no había sido anunciado, pero si sabíamos que iba a llegar, teníamos que pensar qué nos suponía a nosotros”, recuerda Javi casi cinco años después de aquello.
El Pebble era, dentro de la revolución que supuso, más bien limitado. Y no necesariamente por carencias del equipo que lo desarrolló, sino por las limitaciones de Apple para los productos que se conectaban al iPhone por Bluetooth. En Android, mucho más abierto, la historia era diferente. Pero en un país donde casi la mitad de smartphones vendidos eran iPhone y los clientes de iOS gastaban mucho más dinero que los de Android, esto podía suponer un problema. Lo supuso.
“Lo que sí sabíamos es que iba a tener una integración mucho mayor que la que nosotros podíamos tener. Por ejemplo, la integración con Mensajes era pobre, podías ver el mensaje que alguien te mandaba, pero no responderle. Yo estaba seguro de que con el de Apple sí se iba a poder, por ejemplo”.
Otra antigua empleada de Pebble que requiere anonimato nos corrobora todas las declaraciones de Javi y añade algo interesante: “Yo no tenía una gran sensación de peligro durante esos meses previos al Apple Watch, pensaba que podíamos mantenernos muy bien como opción alternativa, seguramente más barata, además éramos compatibles con Android... Pero recuerdo estar viendo la presentación del Apple Watch y sentir que quería uno. Sabía que iba a comprar uno aunque trabajase en Pebble porque me iba a permitir hacer más cosas que el nuestro. Y conforme terminó la presentación empecé a plantearme que quizás había mucha más gente que sentía lo mismo que yo, y por tanto, que quizás debía irme de Pebble”.
"¿Una pantalla táctil en un reloj? La nuestra, con botones, tiene más sentido"
El Apple Watch tardó más de seis meses en comercializarse desde aquella presentación, un tiempo más o menos razonable para reaccionar de alguna forma. Javi Soto implementó una función que no estaba hasta entonces y que el modelo de Apple sí incorporó: la posibilidad de escoger a una a una las aplicaciones de las que se querían recibir notificaciones. Hasta entonces era un todo o nada. “Era molesto a la larga llevar el Pebble por eso, porque te vibraba la muñeca todo el tiempo”.
La exempleada coincide con Javi en la escasa preocupación que supuso el anuncio de Apple. “Yo tampoco sentía una gran amenaza antes del anuncio, pero tras verlo, sí. Quizás ahí entendí lo que suponía aquello. Tenía compañeros y jefes que ni siquiera entonces lo veían de esa forma. Recuerdo escucharles decir que nuestro Pebble se impondría porque la batería duraba mucho más, o que una pantalla táctil tan pequeña no tenía sentido y era mejor manejarla con botones como en nuestro caso”. Sobra decir que esto no ocurrió.
Javi añade otra argumentación que rondaba a la empresa: “Había gente que decía que como el nuestro era compatible con iOS y Android, tenía una ventaja frente a un reloj solo compatible con iOS. Eso era una tontería. El que quiere un reloj lo quiere para su teléfono actual, no piensa en si puede llegar a cambiarse en el futuro. No se analizó realmente si el Pebble te daba una ventaja en la práctica comparándolo con otros productos”.
La sensación de urgencia, en mayor o menor medida, sí acabó llegando. El equipo se puso a trabajar en integraciones que hicieran mucho mejor al producto. El resultado fue agridulce. Por ejemplo, la monitorización física era muy limitada, así que se cerró una colaboración con Fitbit (¿premonitoria?) que funcionaba francamente mal. “Ni siquiera el podómetro era aceptablemente preciso”, dice Javi.
Para poder responder a los mensajes desde la muñeca se hizo una suerte de hack con Verizon. El problema es que el destinatario de ese mensaje lo recibía desde un número diferente al del emisor. “Lo malo de eso no era solo el resultado, sino que conllevó muchísimo trabajo. Hubiese sido mejor optimizar recursos, priorizar, centrarnos en hacer genial lo que podíamos hacer genial, y renunciar al resto”.
“Hasta ese momento teníamos una sensación muy buena en el equipo, sentíamos que estábamos haciendo historia, innovando con un producto que ni siquiera gigantes tecnológicos podían sacar, y si lo sacaban, no era tan bueno como el nuestro. La gente demostraba en las campañas que amaban nuestro producto”.
"Sentíamos que teníamos una responsabilidad enorme por trabajar en Pebble"
Si hablamos del Apple Watch como gran punto de inflexión en el rumbo de la empresa, y no de modelos de marcas que usaban Android en sus teléfonos, como Sony o Samsung, fue porque tras su llegada no vendieron demasiadas unidades y las ventas de Pebble no se resintieron. Tras el desembarco de Apple, sí.
“En su momento estábamos todos muy orgullosos de trabajar en Pebble, celebrábamos cada pequeño éxito, como cuando un presentador de televisión salía con uno puesto. Sentíamos que estábamos liderando algo nuevo por delante de un montón de empresas punteras”, cuenta Javi. “Salíamos muchísimo en medios especializados, nos hacía sentir muy importantes, sentíamos que teníamos una gran responsabilidad”. Y no solo por desarrollar un producto, sino por liderar una tendencia, la de los wearables. Como cuando el CEO y fundador de la empresa, Eric Migicovsky, apareció en la portada de la popularísima revista WIRED con el Pebble en primer plano. Oxitocina para el equipo.
El primer producto en el que trabajó Javi cuando entró en la empresa fue en la versión 2.0 de la aplicación móvil de Pebble. Lo más destacado que incorporó fue una tienda de aplicaciones propia, la primera del mundo para relojes. “Aquello fue de lo que más orgulloso estoy. La recepción que tuvo fue muy buena en medios y en consumidores, y muchos desarrolladores se pusieron a crear sus aplicaciones enseguida”. La hemeroteca de la época corrobora esta aceptación, que le valió el segundo puesto en unidades vendidas dentro de su segmento.
Aquel SDK que prepararon para que los desarrolladores subiesen sus apps estaba hecho en el lenguaje de programación C, “más laborioso para programar” según Javi. Una parte de la app sí podía hacerse en Javascript, un lenguaje más usado y fácil de aprender. “La parte C corría en el reloj, la parte Java, en el móvil. Los desarrolladores con eso podían acceder a la localización del reloj, solicitar datos de Internet usando APIs para ver información metereológica, por ejemplo. Por primera vez se podía consultar información online y enviarla al reloj".
"No obstante, las restricciones de Apple hacían que el Javascript de estas aplicaciones estuviese embebido en la propia aplicación de Pebble. Esto suponía mucho más trabajo para nosotros. Los desarrolladores tenían que mandarnos la aplicación antes de que la aprobara Apple, era un proceso muy lento. Para el usuario significaba que todo tardaba mucho más en llegar o en actualizarse. Eso nos ralentizó y complicó bastante”.
iOS 8, el sistema operativo de Apple presentado en 2014, incorporó una función específica para el envío de notificaciones push a dispositivos conectados por Bluetooth. Cuenta Javi que varias veces ocurrió que con actualizaciones de iOS dejaba de funcionar esa utilidad, y podía tardar meses en ser arreglada. Las comunidades de programación, como StackOverFlow, todavía tienen mensajes de la época debatiendo sobre esto mismo. La misma época en la que Javi se marchó de la empresa.
Aquello fue a finales de 2014. Para entonces, parte del equipo estaba desarrollando la iteración del Pebble original, el Pebble Time, que también llegó a través de una campaña de crowdfunding. Logró 20 millones de dólares y además tuvo una especial buena noticia: la cantidad recaudada tuvo un subidón notable tras la segunda presentación del Apple Watch, la que precedía a su comercialización. El resultado fue un récord que a día de hoy sigue vigente, el de mayor cantidad recaudada en Kickstarter.
Esto último, obtener un mayor apoyo cuando la competencia que más se podía temer acababa de dar los detalles finales de su producto, posiblemente hizo que se soltasen las palomas y se descorchase el cava en Casa Pebble. No era para menos, realmente. Migicovsky, CEO de la compañía, vino a confirmar el entusiasmo con sus declaraciones de aquel día:
"Cuando la empresa más importante del mundo entra en tu mercado, ese es el tipo de validación [de tu idea] con el que solo podías soñar".
Gary Vaynerchuk, uno de los emprendedores más afamados del mundo, fue miembro del jurado de Planet of the Apps, aquel reality emitido en Apple Music sobre desarrolladores-emprendedores que pasaban un casting con un pitch sobre su idea. En una de sus primeras emisiones, un grupo de amigos presentó una aplicación que podía ser muy fácilmente replicada por algún gigante tecnológico para integrarla en sus dispositivos o sistemas operativos, y así se lo hizo saber Gary. “¿Qué haréis cuando Google presente una app exactamente como la vuestra, con una ventaja competitiva mucho mayor?”, les dijo a los muchachos. “Bueno, si Google hiciese eso, para nosotros sería una validación de nuestra idea, demostraría que es buena”, respondieron. Gary sentenció la conversación con una frase lapidaria: “‘Es una validación de mi idea’ es una frase que he escuchado a muchos emprendedores justo antes de morir”.
Eso fue exactamente lo que pasó con Pebble.
El hundimiento
Pese a las buenas señales iniciales que invitaban a pensar que el Apple Watch no había espantado a los compradores del Pebble Time y su variante Steel, bien por su precio superior o bien por no haber convencido en diseño o funcionalidades, la historia no siguió demasiado bien para la empresa.
El año continuó con un aumento gradual de la tensión dentro de la compañía. Empezaron los rumores de problemas financieros dentro de las oficinas y se iba complicando el lanzamiento del Pebble Time 2, sucesor del modelo vigente, según nos cuenta la exempleada anónima. “Un año o dos años antes la gente estaba orgullosa de la empresa, motivaba mucho acudir cada día a las oficinas, te sentías parte de algo grande. La llegada del Apple Watch fue desmotivadora, de repente sentías que para mucha gente ya eras la opción a evitar, la opción que estaba muy por detrás de lo que se acababan de comprar o planeaban hacerlo. Eso quizás fue gradual, con la campaña de Kickstarter del Time todavía había muy buenas sensaciones, pero cuando pasaba el tiempo y empezábamos a escuchar rumores dentro de la empresa... Eso fue cambiando y todo fue mucho peor”.
Hay un día señalado para la historia de la exempleada dentro de Pebble: el 14 de julio de 2015. “Recuerdo esa fecha porque es importante en mi vida personal, al margen de Pebble. Ese día había hablado con algunos compañeros de lo difícil que parecía estar poniéndose todo. Por la noche estábamos de celebración en casa y pensé que quizás ahí si fuese el momento de buscar otra cosa, ahora en serio”. El Pebble 2, el Time 2 y el Core, presentados conjuntamente en Kickstarter para tratar de replicar éxitos anteriores, no tuvieron la recepción esperada: la recaudación era un 37% menor que la obtenida por el Time un año antes. Aquella noche de verano comenzó el invierno en Pebble.
La anterior vez que empezó a tener ese pensamiento en su cabeza fue tras ver la primera presentación del Apple Watch, diez meses atrás. “Cada vez más se escuchaba dentro de la empresa que las ventas no estaban siendo las esperadas, y que la competencia estaba presionándonos con productos cada vez mejores a precios cada vez más bajos”.
Eric Migicovsky, el CEO, que no ha querido añadir más sobre el final de Pebble, nos cuenta que ni siquiera hoy en día está seguro de cuál hubiese sido la reacción correcta tras el anuncio del Apple Watch. Sobre la falta de reacción a la llegada de Apple, cree que "aunque ciertamente teníamos un marketing juguetón en torno al Apple Watch, no creo que ninguno de nosotros pensara ni por un segundo que competir con Apple iba a ser fácil. Es la mayor empresa del mundo".
"En un momento dado se valoró si orientar el Pebble mucho más hacia Android. Pero era complicado. En la misma oficina casi todos teníamos iPhone, nuestros consumidores eran mayoritariamente de iPhone. Pivotar así era muy arriesgado, y aunque nos hubiese facilitado muchas cosas (Android era mucho más abierto para alguien como nosotros que iOS, se podía hacer mucho más con él), creo que la historia no hubiese sido diferente”, cuenta la exempleada. “Luego salieron algunos relojes muy buenos y a precios bastante asequibles, se mejoró mucho en un par de años”, remata Javi.
El tiempo pasó y Pebble se fue quedando pequeña frente a la competencia. Para ese verano de 2015 varias empresas apretaban por todos los frentes. Nike se había quedado fuera de combate y Jawbone no tuvo el recorrido esperado, pero Google ya había lanzado Android Wear, y LG, Motorola, Huawei y varias marcas más estaban usándolo. Samsung seguía haciendo la guerra por su cuenta -con mejores resultados- con relojes basados en Tizen.
Aparecieron muchos invitados sorpresa a la fiesta, como Runtastic, que saltó del software al hardware con una pulsera de la que nunca más se supo. En el lado de relojes con aspecto más tradicional, TAG Heuer o Mont Blanc. En el aspecto más deportivo, Garmin o Polar.
Es posible que el astuto lector ya se haya dado cuenta de quién se ha quedado sin silla musical: Fitbit.
Fitbit rescata Pebble, Fitbit mata Pebble
Fitbit llevaba un tiempo en buena forma. Había resistido a la marabunta de relojes y pulseras basadas en Android o Tizen, incluso parecía haber afrontado bien la llegada del Apple Watch. Se situaba en el punto dulce de pulseras casual, con precios asequibles y una muy buena aplicación con mucho peso en el componente social. Un cóctel que le dio muchos éxitos y que le dejaba en posición privilegiada como empresa independiente, aunque con el peligro que conlleva ser una empresa de un único producto. Que le pregunten por ello a HTC.
A medida que iba terminando 2015, los problemas se iban sucediendo. No había suficiente demanda, los gastos operativos se habían multiplicado y la estructura de costes no podía sostenerse si la demanda bajaba. El interés por los productos se diluyó. Pese a ello, Citizen hizo una oferta para comprar la empresa por 740 millones de dólares. Su CEO dijo “no”.
Unos meses después, en marzo de 2016, tras el desplome del interés y de la demanda, y con la cancelación del Pebble Time 2 mediante -hubo que devolver dinero a gente que ya había pagado por él-, la empresa anunció recortes, empezando por el despido del 25% de la plantilla, 40 trabajadores.
Los recortes no solucionaron los problemas y la crisis de Pebble se fue agravando. Con pocas novedades que ofrecer (lo más destacado de su 2016 fue el Time Round, que tampoco le salvó de la quema), con mucha de su comunidad original habiendo migrado a otras marcas y sin la fuerza de antaño para ofrecer nuevas funcionalidades a sus modelos ya en el mercado.
En diciembre de 2016, y tras semanas de rumores, Pebble murió. Fue vendida a Fitbit por 35 millones de dólares (un 95% más barata que la oferta de Citizen un año antes) y con la profecía cumplida de que realmente se trataba de un acqui-hire, una compra a precio muy bajo cuya finalidad real es llevarse a los empleados más que a la propia empresa.
El 7 de diciembre, día en que se oficializó la compra, se anunció también que la empresa dejaría de ofrecer garantía, actualizaciones y soporte técnico a los relojes ya vendidos.
Fitbit mató la marca, siguió desarrollando sus productos con nuevos ingenieros que venían de crear otro tipo de relojes y la suerte tampoco les sonrió. En febrero del año siguiente, menos de dos meses después de la compra, Fitbit anunció recortes para compensar un trimestre decepcionante: solo vendió 6,5 millones de dispositivos en el último trimestre de 2016, frente a los 8,2 del mismo trimestre de 2015. Su facturación cayó en torno a un 30% (recordemos, en un mercado en expansión como lo era el de los relojes inteligentes) y anunció el despido de 110 empleados -el 6% de su plantilla-.
Como ocurrió con Pebble, los trimestres posteriores a los recortes no fueron positivos para Fitbit. Su relevancia en el mercado de relojes inteligentes se hundió, superada por Apple, Huawei y Xiaomi (muy lejos queda su liderazgo en 2015), y el valor de su acción se iba desplomando: tras salir al parqué en 2015 alcanzando los 47 dólares por acción, deambuló durnate todo 2017 con el precio a entre 5 y 7 dólares. Actualmente ni siquiera llega a los 5 y su presencia en el mercado es un espejismo de lo que llegó a ser en sus años fuertes.
Una parte de la plantilla de Pebble migró en masa a Intel, quien estaba desarrollando un proyecto que podía encajar como un guante en su experiencia: unas gafas inteligentes en colaboración con Luxottica. El producto, que iba a ser anunciado en 2015, fue retrasándose hasta que fue cancelado. Los empleados que participaron en aquel proyecto fueron despedidos.
Cualquier creyente en supercherías y hechicerías creería que arrastraron con ellos la maldición de Pebble hasta Fitbit e Intel. La ciclotimia.
Un recuerdo y 13.000 fans en Discord
¿Qué queda de Pebble en 2020? Oficialmente, nada. En opinión de Javi Soto, muchas cosas. “Cuando uso el Apple Watch a veces me recuerda a ciertas cosas del Pebble original. En parte, su espíritu sobrevive ahí. Estoy segurísimo de que la gente que desarrolló el Apple Watch usaba Pebble. La aplicación del reloj en el iPhone, la gestión de algunas cosas... Me recuerdan mucho al Pebble”.
Podemos estar de acuerdo o no con esta afirmación, pero uno de los últimos lanzamiento de software de Pebble fue la inclusión de una esfera que mostraba información combinada en torno a lo que creía más relevante para el usuario, justo el concepto del que partió la Siri Watchface estrenada con watchOS 4 (2017).
La historia de Pebble, al margen de su amargo final, no es muy diferente a la de otras startups que sembraron un camino baldío para la llegada de grandes tecnológicas a su terreno. Spotify lo hizo con Apple Music, Dropbox con Google Drive, OneDrive o iCloud Drive; Netflix con HBO... Claro que no todas acabaron con la misma suerte que Pebble.
Los entusiastas de Pebble, pese a quedarse huérfanos en enero de 2017, pudieron seguir usando la tienda de aplicaciones, el reconocimiento de voz, los foros de la comunidad y otras funciones hasta junio de 2018, cuando todos los servicios de la plataforma fueron apagados definitivamente.
Desde entonces, los que se niegan a aceptar la pérdida se concentran en el Proyecto Rebble, que permite tener un sistema operativo actualizado y funcional en los relojes Pebble. Incluso tienen su propio servidor en Discord, con la friolera de 13.000 miembros que a día de hoy siguen hablando de cómo le siguen sacando partido a un reloj que ya parece, paradójicamente, anacrónico. Así marcó Pebble.
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