Todo parece indicar que el sistema de transferencias instantáneas integrado en las apps de los bancos está viviendo un punto de inflexión definitivo frente al uso de billetes e incluso tarjetas. A pesar de eso, lleva casi cuatro años en números rojos.
Como recuerda Fernando Rodríguez, director de Desarrollo de Negocio de Bizum, el objetivo prioritario de la empresa nunca fue obtener ingentes beneficios. La idea pasaba, más bien, por ofrecer un servicio adicional a los clientes de las entidades financieras que la promovían, que son la mayoría de los bancos españoles. Eso no quiere decir, naturalmente, que no aspirasen a que dejase de costarles dinero: de hecho, Ángel Nigorra, director general de la compañía, reconoció en una entrevista en Merca2 que esperaba abandonar las pérdidas en 2021.
Verónica López Sabater, directora de la Fundación de Analistas Financieros Internacionales y experta en medios de pago electrónicos, cree que los bancos nunca se conformaron del todo con añadir un nuevo servicio a sus clientes o no perder dinero. También querían, apunta, “anticiparse y defenderse de los avances inminentes de las grandes tecnológicas en los medios de pago”. Bizum echó a andar en 2016, solo dos meses antes de que llegase Apple Pay a España.
Durante el primer año de vida, advierte Fernando Rodríguez, “la mayoría de los usuarios eran o empleados de las entidades financieras o profesionales de entre 35 y 45 años, que ya utilizaban con frecuencia la banca móvil y digital”. En los siguientes ejercicios, los accionistas de Bizum han aprovechado su dominio de más del 90% del mercado bancario para facilitar su expansión gradual mediante una estrategia de marketing de guerrilla digital muy focalizada en los millennials, que hoy representan la mitad de sus clientes.
Somos indies
Esa estrategia de marketing se explica, en parte, porque las entidades promotoras de Bizum intentaban posicionar el sistema como una herramienta indie y atractiva para una generación de jóvenes muy crítica con los bancos tras la crisis de 2008 y aparentemente entusiasta con unas grandes tecnológicas que ya habían deslizado sus ambiciones en el sector financiero.
Aquel entusiasmo solo empezó a derrumbarse, claramente, a partir de 2017, con las investigaciones sobre el papel de las redes sociales en la victoria de Donald Trump y el Brexit, con las sanciones europeas contra Google, Facebook y Amazon y, por fin, con el estallido del escándalo de Facebook y Cambridge Analytica. El deterioro reputacional de los gigantes tecnológicos ha permitido que muchos clientes sientan que sus datos están más seguros con los bancos.
Las entidades financieras también apostaron por el gradualismo y el marketing de guerrilla para evitar la 'canibalización' fulminante de sus fuentes de ingresos tradicionales.
Recordemos que sus transferencias inmediatas (en el mismo día) seguían siendo de pago, mientras ofrecían transferencias instantáneas (en menos de 15 segundos) y gratuitas con Bizum. En paralelo, todo parece indicar que, el año pasado, las comisiones fueron mucho más altas para los comercios que cobraban con tarjeta que para los que lo hacían con Bizum. Las primeras podrían haber rondado el 0,39% y las segundas el 0,25% . Hablamos de una diferencia del 36%.
La pandemia parece haber confirmado la potencia caníbal de Bizum: mientras el consumo con tarjeta se hundió alrededor de un 50% en marzo y abril según BBVA Research, el nuevo sistema de pago atrajo un millón de usuarios nuevos y duplicó las empresas que lo aceptaban en sus transacciones. Según Fernando Rodríguez, director de Desarrollo de Negocio, en abril y mayo se dispararon un 40% las transacciones y, a finales de junio, los usuarios casi alcanzan los nueve millones. Son cifras de vértigo, porque en diciembre de 2019 no superaban los 6,25 millones de personas.
Y esto no era, en absoluto, un éxito cantado. Para cuando se universalizó, en la última semana de marzo, el miedo a pagar en efectivo por la posibilidad de contagio, la banca española ya había suspendido las comisiones de los cajeros y había elevado de 20 a 50 euros el importe que se podía abonar con las tarjetas contactless sin necesidad de introducir el PIN. Los españoles guardamos hasta 85 millones de tarjetas de crédito y débito en nuestras carteras.
Tampoco invitaban a imaginar un éxito abrumador ni la evolución de sus propias cifras de usuarios hasta hace poco ni la legendaria resistencia de los españoles a dejar de pagar con monedas y billetes la inmensa mayoría de sus pequeños vicios diarios, algo que compartimos con los italianos y, en menor medida, con los alemanes, pero no con británicos y franceses.
Verónica López Sabater reconoce que la evolución de Bizum “no había sido impresionante hasta ahora, porque en octubre de 2019 y tres años después de su lanzamiento, acumulaba menos de cinco millones de usuarios”. Y eso que estaba apadrinada por la mayoría de los bancos españoles, lo que le daba un acceso potencial a los 18 millones de usuarios recurrentes de sus bancas online. Además, como advertía la consultora Ditrendia en 2017, más de la mitad de los españoles ya compraba con el smartphone.
Otro aspecto que relativiza el éxito de Bizum es que, si se mantienen las previsiones, el sistema de pago cerrará este año otro ejercicio sin repartir dividendo y en pérdidas. Casi ninguna entidad ha sido capaz de cobrar a sus clientes por las transferencias instantáneas.
Fernando Rivero, CEO de Ditrendia, que publica todos los años un informe de referencia que aborda, entre otros, los pagos móviles, cree que los bancos rentabilizarán Bizum ayudándose “de las tasas que soporten los comercios que la utilicen y de una constelación de nuevos servicios prémium como el pago aplazado, la programación de transferencias periódicas y, en cuanto se resuelva la interoperabilidad plena entre Bizum y sus homólogos en otros países europeos como Lydia en Francia o Neteller en el Reino Unido, las transferencias internacionales”.
Bruselas ya presiona para que las condiciones de las transferencias nacionales sean iguales que las de las internacionales para los 36 miembros de la zona SEPA, formada por los 27 miembros de la UE más Reino Unido, Liechtenstein, Islandia, Noruega, Andorra, Mónaco, San Marino, Suiza y Ciudad del Vaticano.
Fernando Rodríguez, director de Desarrollo de Negocio de Bizum, prefiere no concretar la forma en la que los bancos, que son sus clientes y muchas veces también sus accionistas, deben rentabilizar su sistema de pago. Lo que sí adelanta es que Bizum está añadiendo nuevas funcionalidades a sus populares transferencias instantáneas a través del número de teléfono móvil para que las entidades puedan cobrar, si lo desean, a sus usuarios por todo el paquete de servicios “mediante un modelo de suscripción parecido al de Netflix”.
En ese sentido, apunta, “vamos a hacer que, a la vuelta del verano, los envíos de dinero se puedan llevar a cabo con códigos QR y es posible que incluyamos más adelante protocolos como NFC o Bluetooth”. Tampoco descartan, sigue, “que se pueda pagar con Bizum en tiendas online como Wallapop, plataformas como SETTLELab o aplicaciones de mensajería instantánea”.
Jaume González, Head of Business Consulting en GFT España, no se atrevería a descartar ni que “el servicio básico que ofrece ahora Bizum a los particulares acabe siendo de pago”. Al fin y al cabo, apunta, “los bancos hicieron algo parecido subiendo las comisiones por la retirada de efectivo de los cajeros y no salió mal”.
El problema, sin embargo, es que cuando elevaron las comisiones de los cajeros, por ejemplo en 2015, éstos eran la fuente principal de cash para los particulares y cientos de comercios no aceptaban los pagos con tarjeta para importes inferiores a 10 euros. Ahora las cosas han cambiado bastante.
Nuevo escenario
Para empezar, la mayoría de los establecimientos deja que paguemos con tarjeta importes superiores a cinco euros, porque las comisiones se han reducido a la mitad en la última década y la pandemia ha cimentado, durante meses, un prejuicio muy extendido (y científicamente discutible) en contra de billetes y monedas como transmisores del virus. Además, el uso del cash, como bien indica el enfriamiento de la retirada de efectivo de los cajeros, lleva desacelerándose tres años.
Por si eso fuera poco, los bancos que impulsan Bizum tienen intereses tan heterogéneos y contradictorios como sus estructuras, y no es fácil que se pongan de acuerdo para subir las comisiones de este servicio. Los parecidos son mínimos entre los objetivos de Mediolanum, BBVA, Openbank o Deutsche Bank España, pero no ocurría lo mismo cuando CaixaBank, Santander o BBVA, que controlaban la mayoría de los cajeros, decidieron subir sus comisiones en 2015.
En paralelo, ahora también existen alternativas populares a los sistemas de pago controlados por las grandes entidades. Por ejemplo, en el caso de Bizum, Facebook Pay se estrenó en España en junio y se espera, a corto plazo, la incorporación de los sistemas pagos de WhatsApp e Instagram.
Por cierto, WhatsApp es la misma empresa que, aprovechando su hegemonía en la mensajería instantánea, introdujo una tasa anual de casi un dólar para algunos usuarios en 2013 y tuvo que retirarla en 2016, justo el mismo año que Snapchat se consolidó como alternativa gratuita a WhatsApp al superar los 150 millones de usuarios. Fue entonces cuando Mark Zuckerberg decidió ‘fusilar’ muchas de sus funcionalidades.
Todo ello puede ser una lección para los bancos sobre el peligro que entraña empezar a cobrar por un servicio popular y gratuito cuando han aparecido otras opciones populares e innovadoras que siguen siendo gratuitas. Jaume González coincide en que cobrar por la oferta básica de Bizum sería una operación arriesgada, pero matiza que los bancos ya están ganando dinero, indirectamente, con ella. El problema, advierte, es que sus beneficios no son fáciles de contabilizar porque...
¿Cuánto les está ayudando Bizum a retener unos clientes que pagan comisiones por otros servicios? ¿Hasta qué punto no están rentabilizando ya la información que les dan esas transferencias instantáneas? ¿Cómo medimos financieramente la tranquilidad que supone no depender de una gran tecnológica para enviar y recibir dinero y verse forzados a compartir con ella unos datos que podría terminar explotando en su contra?
Imagen de portada | Bizum
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