Son un país sin grandes recursos naturales, en la esquina de Europa tocando con Rusia y con poco más de un millón de habitantes. Con esta premisa es difícil imaginar que Estonia pueda ser una potencia tecnológica. Y sin embargo cuentan con 10 unicornios (startups valoradas en más de 1.000 millones de euros). Número similar al de España, que cuenta con 35 veces más población.
Estonia es una rara avis. Un país que consiguió su independencia en 1991 y que en estos años ha logrado formar parte de la Unión Europea, de la OTAN y convertirse de paso en el "Silicon Valley europeo", gracias a una administración totalmente electrónica desde hace 20 años y una de las sociedades digitales más avanzadas del mundo.
Desde Xataka hemos sido invitados por el gobierno de Estonia para visitar y conocer cómo funciona el país báltico por dentro. Una estancia de varios días donde hemos podido hablar con los CEOs de varias empresas tecnológicas, discutir con su Chief Information Officer (CIO), escuchar al Presidente de Estonia y descubrir su programa e-Residency para atraer talento digital. Un recorrido por Tallin de la que sacamos una conclusión bastante clara: la apuesta de Estonia por lo digital nos lleva años de ventaja, pero su estrategia es inviable de copiar en países más grandes.
El origen: ingeniería soviética y políticas liberales. El interés de los estonios por la tecnología viene de lejos. Durante la etapa de la Unión Soviética se invirtieron grandes recursos en el mantenimiento de múltiples centros de datos rusos en la zona, lo que reunió a una gran cantidad de ingenieros. Muchos de ellos surgidos de la Universidad Técnica de Tallin, más conocida como TalTech y fundada en 1918.
Esta activa comunidad de ingenieros sentaría las bases de lo que luego serían las primeras startups de Estonia, pero hacía falta algo que prendiera la mecha. Y ahí es donde entra Mart Laar, el primer ministro de Estonia y su gobierno de jóvenes liberales que buscaron romper con todas las políticas soviéticas. Algunas de las primeras medidas fueron eliminar el impuesto sobre la renta y la privatización de varios sectores industriales, como el de las telecomunicaciones.
El salto del tigre y la fundación de Skype. A mediados de los 90 fue cuando Estonia decidió apostar por lo digital como base para su desarrollo. El programa Tiigrihüpe, o "salto del tigre", duró cuatro años y consistió en ofrecer ordenadores y conexión a internet en todas las escuelas. Unos años más tarde, en los 2000, se creó la primera red WiFi abierta y se consideró el acceso a internet como un derecho universal, siendo de los primeros países en el mundo en incorporar este derecho.
La apuesta de Estonia por la tecnología tuvo su primer gran éxito con el nacimiento de Skype. La mítica aplicación tiene muchos padres, pero la ingeniería detrás se realizó en Tallin, por Priit Kasesalu (desarrollador de Kazaa y Joost), Ahti Heinla (cofundador y CTO de Starship), Jaan Tallinn (fundador del Centro para el Estudio del Riesgo Existencial) y Toivo Annus, fallecido recientemente. La gestión empresarial de Skype se realizó fuera, pero durante una década más de la mitad de los empleados de Skype eran estonios. Junto al crecimiento de la aplicación se desarrolló un importante núcleo de ingenieros que hoy en día lideran buena parte de las startups del país.
La primera firma digital es de 2002. Y a partir de ahí se origina todo. El 99,9% de los trámites en Estonia se puede realizar online. Esto es gracias a que hace más de 20 años se lanzó la primera firma digital certificada, con una equivalencia legal a la manuscrita. Hoy en día estas firmas forman parte de la regulación europea eIDAS, pero durante años, Estonia ha ido acostumbrando a sus ciudadanos de realizar todas las gestiones online.
Durante nuestra estancia preguntamos a varias personas, desde miembros del autodenominado e-Goverment hasta trabajadores de startups, pasando por varios nómadas digitales. Todos coinciden que hacer trámites en Estonia es extremadamente sencillo y rápido. Hay margen de mejora en acceder a información más detallada o tener una página web más vistosa, pero el nivel de transparencia es muy alto.
Pedimos una prueba. Nos enseñan el móvil, introducen sus credenciales personales y nos enseñan su empresa, con el CIF, el número de empleados y toda una larga lista de opciones. También es posible solicitar una receta, una baja médica o presentar una denuncia a la policía. Tan sencillo como acceder al apartado de la web y describir el asunto. A primera vista no parece que haya nada técnicamente muy complejo. Simplemente es que las opciones están ahí y tantos los ciudadanos como los médicos, funcionarios, profesores o empresarios están acostumbrados a trabajar mediante estas herramientas online.
X-Road: una plataforma de datos descentralizada. La gran cantidad de datos no se almacena de forma centralizada. En su lugar se utiliza la red X-Road, un sistema descentralizado open source cuyos servidores se encuentran fuera del país, por seguridad en caso de una posible invasión de Rusia.
Algunas bases de datos como el registro de empresas se encuentran en servidores en Luxemburgo y Reino Unido. En 2007, Estonia sufrió una serie de ciberataques que motivó al gobierno a tomar medidas. Unos ataques que "fueron rápidamente bloqueados", según explican miembros del gobierno a Xataka, pero que marcaron un antes y un después. La percepción generalizada es que desde entonces el nivel de seguridad ha sido altísimo, las revisiones de seguridad son constantes y que el país está preparado para hacer frente a las amenazas que llegan desde Rusia.
Otro de los aspectos que surgen a debate es el de la privacidad. Con tanta información digitalizada, el gobierno de Estonia tiene acceso a una cantidad de datos enorme. Sobre ello preguntamos a Alar Karis, presidente de Estonia: "Tú eres el dueño de tus propios datos. Nadie puede usarlos, salvo que se ataque el propio sistema. Eso es precisamente lo que intentamos prevenir. La privacidad es importante, pero está muy ligada a la ciberseguridad. También somos flexibles con los datos y tenemos una política de datos abiertos".
La gestión de los datos en Estonia se organiza de manera separada, con hasta 3.000 bases de datos diferentes, algunas de ellas conectadas pero muchas en servidores diferentes. "Financieramente es muy difícil atacar todo el sistema. Puedes obtener un dato de un sitio, pero no sabrás quién está detrás. Se tiene mucho cuidado por ejemplo con que los datos médicos no estén en la misma base de datos", explican fuentes del gobierno de Estonia.
En las elecciones al Parlamento Europeo de 2019, el 46% de Estonia votó por internet. El sistema i-voting es algo único. Ningún otro país en el mundo tiene un sistema parecido ni remotamente tan aceptado por los ciudadanos. Fue en 2005 cuando Estonia permitió el voto online, que no electrónico. Durante los primeros 10 años únicamente era utilizado por un 3% de la población, pero a partir de 2017 empezó a crecer, hasta alcanzar el 46% durante las elecciones al Parlamento Europeo de 2019.
Para este tipo de voto hay que descargar un software en el ordenador o en el móvil. Es un sistema diferente a las máquinas de votación. En este caso los estonios se registran con su firma digital certificada y emiten el voto durante un período previo. La identidad del votante se elimina de la papeleta online antes de que llegue a la Comisión Electoral Nacional para su escrutinio.
Luukas Ilves, Chief Information Officer del gobierno de Estonia, explica que es un sistema más auditable que las máquinas para votar y que los posibles ciberataques irían contra el dispositivo que emite el voto, por lo que su afectación sería limitada.
La brecha digital no es tanto los ancianos, como los jóvenes que se adentran en la vida adulta. "La sociedad no será nunca digital al 100%", acepta Ilves, pero no ve esto como un problema. "Si llega al 99%, te quedan más recursos para poder ayudar y entrenar a las personas mayores".
Sin embargo, el foco del actual CIO de Estonia apunta a otro grupo poblacional: los jóvenes de entre 18 y 20 años que empiezan a vivir la vida adulta. "Nuestro foco está en aquellos jóvenes que están adaptándose a los bancos, que empiezan a firmar documentos y que gestionan sus finanzas". Conseguir que este proceso sea lo más natural posible es el gran objetivo del gobierno de Estonia, para así intentar asegurarse que la sociedad continúa sintiéndose cómoda con lo digital.
Los nómadas digitales vuelven por primavera. Visitar Tallin en mayo tiene trampa. La primavera es agradable y el sol aguanta prácticamente todo el día. Si a eso le unimos un ambiente muy limpio al estilo de los países nórdicos, un ecosistema de startups activo y un coste de vida más bajo, el país báltico tiene buenos argumentos para atraer una gran cantidad de nómadas digitales. A ellos se les ofrece una visa especial de fácil acceso. Una idea que desde España estamos en proceso de copiar.
Otra cuestión es obtener la ciudadanía completa y aguantar los duros inviernos, con poco más de nueve horas de sol. Según los datos oficiales, el 19% de las empresas tecnológicas registradas han sido fundadas por personas con la Startup Visa.
La Skype MAFIA. La venta de Skype a eBay en 2005 por 2.750 millones de dólares fue el mayor exit de una empresa tecnológica europea y la mayor operación desde el estallido de la burbuja de las punto.com. Sus fundadores y primeros trabajadores se hicieron millonarios, pero no terminaron ahí su aventura. Fue el nacimiento de lo que se conoce la Skype MAFIA. Los culpables de que Estonia haya terminado convirtiéndose en el "Silicon Valley europeo".
Janus Friis cofundó Starship Technologies, una empresa de pequeños robots que se mueven por las calles de Tallin y actúan como mensajeros y entregan comida a domicilio. La última ronda (Series B) sitúa a esta compañía con un valor de entre 100 y 500 millones de dólares.
Taavet Hinrikus, el primer empleado de Skype, es también conocido por ser el fundador de TransferWise (ahora Wise). Su cotización en bolsa empezó con una valoración de unos 11.000 millones de dólares.
Otro nombre propio es el de Markus Villig, fundador de Bolt con solo 19 años y emprendedor europeo más joven (25 años) en liderar un unicornio. Con una valoración de más de 8.000 millones de dólares, Bolt es otro de los grandes referentes de Estonia. Villig asegura que su inspiración vino de Skype. Más allá de eso, un numeroso grupo de ingenieros con experiencia de Skype pasaron a ocupar puestos de dirección en Bolt. Es parte de lo que se conoce como la segunda generación de la Skype Mafia.
Durante nuestro viaje tenemos la oportunidad de visitar Veriff y hablar con su CEO, Kaarel Kotkas. Es otro unicornio estonio, centrado en facilitar y corroborar la identificación. Su última valoración supera los 1.500 millones de dólares. Sus oficinas en el centro de Tallin son puro reflejo de lo que una startup californiana significa. También tienen sede en Barcelona. Desde el gobierno del país ya hablan de ellos como la tercera generación de la Skype Mafia.
El país con más unicornios por persona. "Tener empresas es muy habitual. Estonia es incluso más emprendedora que Stanford", asegura Kaidi Ruusalepp, presidenta de la Sociedad de Fundadores de Estonia y primera emprendedora del país en conseguir fondos internacionales para su startup.
Los datos son impresiones. Estonia cuenta con 10 startups con una valoración por encima de los 1.000 millones de euros. Si hacemos cuentas, sale a casi un unicornio por cada 100.000 habitantes. No hay país en el mundo que se acerque a este nivel.
Los últimos datos de abril de 2022 exponen que hay 1.363 startups en Estonia, de las cuales más del 35% llevan activas al menos cinco años. El número de trabajadores asciende a casi 9.000 empleados y solo durante el primer trimestre del 2022, estas empresas generaron unos ingresos por valor de unos 417 millones de euros, un 57% más que el año anterior. Este crecimiento también se refleja en las inversiones. Si en 2021 consiguieron unos 1.200 millones de euros, en el primer trimestre de 2022 ya han superado los 900 millones de euros.
"Nuestro objetivo es que el 30% del PIB de Estonia sea derivado de la tecnología para 2030", apunta Ruusalepp. Algo antes, para 2025, se han marcado el objetivo de conseguir 25 unicornios.
En Estonia todos los fundadores y miembros del gobierno parecen conocerse. Como si fuera un pueblo de España donde todos los vecinos saben del otro, en las charlas que recibimos organizadas por Estonia vemos que de una manera u otra tienen alguna relación. O estudiaron juntos o trabajaron juntos en alguna empresa o coincidieron en algún evento.
Ruusalepp explica que es habitual que cuando conocen a un nuevo fundador, se le invite a varios canales de Slack donde anuncian eventos y se reúnen potenciales inversores. Este nivel de cercanía parece difícil de replicar en una ciudad más grande como Madrid o Barcelona. Sin embargo en Tallin todo está más cerca. Y además tienen a un gobierno con mucha rotación donde gran parte de los implicados proviene de la empresa privada.
Tiempo para la familia. Tiempo para pensar. A nivel de igualdad todavía hay camino por hacer. "Solo el 18% de los fundadores son mujeres", apunta Ruusalepp. Curiosamente, uno de los cambios que favoreció la creación de empresas por parte de mujeres fue la baja maternal/paternal de 18 meses. "Un año y medio da para pensar y muchas ideas de negocio surgen durante este tiempo". Estonia cuenta con una de las mejores legislaciones de cuidados, con 140 días para la madre y 435 días adicionales a repartir entre los dos progenitores.
"Mientras no se hagan Big Tech, el Gobierno no hace falta que intervenga". Es la conclusión de Luukas Ilves, el actual CIO del gobierno. Su posición es totalmente liberal, con muy poca intervención y regulación por parte del Estado. "Los Estados compiten también en materia regulatoria. Si una startup no encaja en la Unión Europea, simplemente se va fuera. Puede irse a Singapur y tener las cosas más fácil", expone Ilves.
Un ejemplo es el de Starship, donde se tuvo que cambiar la ley para permitir la circulación de sus robots por las aceras. "Fue una decisión unánime. No lo demandaron. Fue una discusión abierta", describe. No hubo tanto consenso con la reciente regulación del sector cripto, más intervencionista de lo habitual en Estonia, pero donde han querido enviar el mensaje de estabilidad y credibilidad.
Estonia como marca propia. La economía de Estonia no está para tirar cohetes. La inflación es la mayor de la zona euro, con un 20,1%. Son un país muy influenciados por Suecia y Finlandia y más allá de la pizarra bituminosa, utilizada para obtener gas metano, no tienen grandes recursos naturales.
El éxito de Estonia se ha basado principalmente en atraer la inversión extranjera y por ello tienen una imagen tan cuidada de cara al exterior. "El país se ha convertido en la marca", definen miembros del gobierno. Estonia como sinónimo de país digitalizado, los mejores resultados de Europa en educación según el ranking PISA y con una fuerte apuesta por la innovación tecnológica.
El Estado tiene el monopolio de la educación, la seguridad y la vía pública, pero desde su independencia de Rusia se han caracterizado por un modelo fuertemente liberal, sin grandes tasas y con una filosofía muy de startup. Muy de "move fast and break things". Hasta tal punto que ex-miembros del gobierno como Taavi Kotka incluso defienden trasladar administraciones del país al metaverso, para poder sobrevivir digitalmente en caso de invasión rusa sobre el terreno.
Esta estrategia tan abierta hacia los emprendedores les ha permitido atraer talento y crecer, paralelamente al boom tecnológico de las últimas décadas. Un tecno-optimismo que no se ve en las calles cuando caminas por Tallin, pero se nota cuando hablas con la gente de allí. Un pequeño país burbuja en la esquina de Europa tan fascinante como difícil de comparar con otros países más grandes.
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