La Axarquía encontró una auténtica "mina verde", pero empiezan a comprender que se puede agotar antes de lo que pensaban
La historia empieza en 1954 con una recorriendo la nacional 340 entre Marbella y Barceona. En ella, van un empresario chileno-alemán, Roger Magdahl, y un ingeniero agrónomo vasco, Luis Sarasola. Buscan el lugar perfecto para hacer lo que Magdahl mejor sabía hacer: plantar aguacates.
Escogieron Almuñécar y, tras muchas pruebas, en octubre de 1960 se enviaron los primeros aguacates autóctonos a la frutería Sitjar de Barcelona. Pocos se imaginaron durante aquellos seis años de travesía en el desierto que, medio siglo después, había más de 14.000 hectáreas de frutas tropicales en el sur de España.
Tantas que se han convertido en un problema.
Un problema llamado "agua". El pantano de La Viñuela, el que abastece a la Axarquía malagueña (y, por tanto, a la mayor parte de los cultivos de aguacate y mango) está al 13,94% de su capacidad. Y podríamos considerar que este es un buen año: a estas alturas de 2023 estaba al 7.88%.
El año pasado en Almuñécar (unas decenas de kilómetros al este, pero ya en la provincia de Granada), se perdió cerca del 90% de la producción de mango y aguacate. La sequía había secado seis pozos y en otra docena los "niveles de sodio y cloruros triplican los normales".
Cuadrar el círculo. Como explicaba Iñaki Hormaza, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), esto es especialmente preocupante cuando hablamos de aguacates. En la medida en que estos frutos requieren agua de "alta calidad", con baja concentración de sales, sodio y cloruro, "abastecer las 14.000 hectáreas de cultivos, el investigador estima que serían necesarios 74 hectómetros cúbicos de agua".
Las cifras no salen.
¿Qué se puede hacer? Hormaza sostiene que la única forma de garantizar el futuro de los subtropicales en Andalucía es adoptando "medidas adaptativas". Cosas que van desde un ambicioso programa de mejora genética (que desarrolle variedades más resistentes a las sequías) a políticas de optimización de recursos o nuevas estrategias para combatir a las plagas.
Solo entre la Axarquía y la Costa tropical de Granada se producen decenas de miles de toneladas de estos productos. Es una auténtica "mina verde" que, pese a haber sido muy criticada (y con razón), se ha convertido en un motor económico regional. Esto ha ocasionado que las tensiones hídricas no dejen de profundizarse.
¿Desalar el agua para la agricultura? Esa es la gran pregunta que empieza a rondar en la comarca. Sobre todo, después de que la fiscalía y el Servicio de Protección de la Naturaleza (Seprona) hayan desarticulado decenas de tramas (y centenares de implicados) relacionadas con la extracción irregular de agua.
A medida que la tecnología detrás de las desaladoras se vuelve más eficiente y barata, la idea de construir una específicamente dedicada a los árboles frutales empiezan a tomar forma. En 2023, la Universidad de Málaga y Trops (una de las mayores cooperativas del sector) anunció su intención de desarrollar una utilizando, además, energía fotovoltaica para obtener agua "de forma barata, sostenible y con cero residuos".
El proyecto está en estudio, pero (como nos ocurre a menudo con las infraestructuras de este tipo) va con retraso. Con demasiado retraso. Aunque ya dice el dicho castellano que "nunca es tarde si la dicha es buena".
Imagen | Mumumío | Pepe Chocolate
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