Decía Nelson Mandela que "la educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo". En esa educación es clave la figura del profesor, una ocupación cuya estima, sin embargo, ha cambiado a lo largo de los siglos: de venerada y respetada en la antigüedad, a habitualmente devaluada y desprestigiada en la actualidad.
Esto coincide con que cada vez son menos los titulados universitarios que deciden decantarse por la docencia. En particular, en ramas tradicionalmente destinadas en su mayor parte a ello, como las matemáticas.
En los últimos años, las facultades de Matemáticas de España han visto cómo sus aulas engrosaban estudiantes, pero después muchos no seguían el camino de la enseñanza en secundaria. Tantos, que ya se habla de una verdadera carencia de estos profesionales. "En las oposiciones convocadas este año en nuestro país, se han dejado sin cubrir 300 plazas de docentes de matemáticas", indica el presidente de Educación del Central Sindical Independiente y de Funcionarios (CSIF), Mario Gutiérrez.
Detrás de este acuciante problema, que preocupa a organizaciones de matemáticos y profesorado, hay una casuística compleja que engloba tanto el posible estancamiento de la enseñanza como el surgimiento de nuevas oportunidades laborales para los perfiles matemáticos.
Una tendencia al alza
Las hornadas de matemáticos de principios de siglo ya empezaron a notarlo ligeramente: había una demanda creciente de egresados en Matemáticas más allá del eterno cliché de la docencia.
El presidente de la Real Sociedad Matemática Española (RSME), Francisco Marcellán, cuenta que se percataron hacia 2006, cuando elaboraron el informe Salidas Profesionales de los Estudios de Matemáticas. Análisis de la Inserción Laboral y Ofertas de Empleo: "Vimos que repuntaba al alza el número de matemáticos empleados en empresas y consultorías, y que bajaban de forma notable los que se dedicaban a la enseñanza".
Durante los siguientes años, con la eclosión de la ciencia de datos, nuevas profesiones como el data engineer y el data scientist, y la irrupción de la transformación digital, el matemático se ha ido haciendo cada vez más y más demandado. Bancos, entidades financieras, consultorías, auditorías, la industria tecnológica, informática y biomédica los reclaman.
En la Asociación Nacional de Estudiantes de Matemáticas (ANEM) también han notado esta tendencia. Su presidente, Guillem García, explica que "antes las empresas no estaban interesadas en financiar nuestros encuentros anuales de estudiantes de matemáticas, ENEM, pero en los últimos años son ellas las que nos buscan". De hecho, van a las propias facultades, y muchos estudiantes empiezan a trabajar incluso antes de terminar la carrera.
Los años de la crisis también dieron fe de ello, dice la vicepresidenta de la Sociedad Madrileña de Profesores de Matemáticas (SMPM) Emma Castelnuovo, Concepción Toboso: "Los licenciados en matemáticas tenían un 8% de paro, mientras que la media era un 25%. Hoy en día, el 73% tiene trabajo indefinido y, menos de un año después de que acaben los estudios, solo hay un 10% que no está contratado".
Aunque dentro de los egresados en Matemáticas el paro sea escaso, afecta a unos más que a otros. Natalia Sanz, matemática del Instituto Nacional de Estadística (INE) en Madrid, nos comparte los datos referidos al desempleo entre los años 2008 y 2018, en las ramas de actividad donde más trabajan los matemáticos. Según las cifras, el sector donde más presente está el paro es el de la educación.
El matemático, valorado y demandado
¿Y qué es eso que tanto buscan las empresas que hace que los matemáticos acaparen titulares?
Por un lado, "conocimientos en metodologías actuales, programación, estadística y tratamiento de datos", indica el presidente de la Conferencia de Decanos de Matemáticas (CDM), Mario Fioravanti. Pero, sobre todo, lo que distingue al matemático es su entrenamiento mental: "La capacidad de resolver problemas, enfrentarse a retos complejos, ser capaz de identificar las variables relevantes, encontrar la parte abstracta y traducir un problema de la vida diaria de otra rama del conocimiento a un problema matemático".
Toboso recalca que, de hecho, no es que las empresas demanden directamente matemáticos, es que "buscan gente con capacidad de organización, síntesis, trabajo en equipo y tolerancia a la presión, y ese es un perfil matemático". Fioravanti resume que, "nos valoran tanto, que siempre hay un matemático dentro de un grupo interdisciplinar".
Una encrucijada: ser o no ser profesor
Con este escenario se encuentran los jóvenes que después de unos cinco o seis años de media estudiando, año arriba, año abajo, consiguen terminar la nada trivial carrera de Matemáticas.
Algunos empezaron los estudios escuchando aquello de: "¿Matemáticas? ¿Para ser profesor de instituto?", y, efectivamente querían serlo. Otros solo buscaban profundizar en las ciencias exactas y ver a dónde los llevaban. Ahora son objeto de deseo del mundo empresarial.
¿Cuántos se dejan tentar? Lanzamos una encuesta a la que contestan casi 200 egresados de Matemáticas. Una amplia mayoría, el 42%, quería dedicarse a la educación secundaria cuando ingresó en la universidad. Cuando repetimos la pregunta en tiempo presente, el porcentaje disminuye hasta el 32%. Sin embargo, aumenta la investigación universitaria y la docencia superior de un 13% a un 26%, así como la inserción en el mundo empresarial (consultorías, auditorías, telecomunicaciones e informática).
En esta redistribución bailan los ejemplos: hay muchos casos de estudiantes que no tenían claro a qué se iban a dedicar y acaban en docencia secundaria, y otros decididos a ser profesores que se pasan a la empresa. En cualquier caso, un 10% abandona la idea inicial de trabajar en un instituto, y un 68% escoge una salida laboral diferente a esta.
¿Sobran los motivos?
¿Qué echa para atrás a un matemático para que no quiera trabajar en un instituto? Detrás de este viraje de decisiones hay varios factores clave. Preguntamos a los encuestados qué trabas les hicieron dudar o cambiar de idea.
El mayor porcentaje de encuestados, un 15,1%, rechaza la educación secundaria debido al sistema educativo actual. "Hay una parte muy dura que es lidiar con los adolescentes, hay gente que no tiene ganas de meterse en ese tema", explica Fioravanti.
Le sigue un 12,8% que se remite a la dificultad de las oposiciones y el largo camino que hay que seguir hasta obtener la ansiada plaza. "No se puede comparar una inserción laboral inmediata con contrato indefinido y buen sueldo, con lo que supone una oposición: invertir bastante dinero en el Máster de Secundaria, años encerrado estudiando, entrar en la bolsa e inestabilidad geográfica hasta que consigas la plaza. ¿Cómo vas a cambiar empezar a ganar dinero por todo eso?", se pregunta Toboso.
Esto es justo lo que le pasó a Lorena González, consultora técnica de SAP en Everis Murcia. "Yo quería ser profesora e incluso empecé a prepararme las oposiciones, pero ese año las cancelaron. Tuve que plantearme si me pasaba otro curso estudiando o empezaba a trabajar. A día de hoy ya no quiero ser docente", explica la matemática.
González ha encontrado en el mundo de la consultoría la solución a algo que también preocupa a un 8,7% de los encuestados: las posibilidades de crecimiento. "Cuando eres profesor y te sacas la plaza, enseñas lo mismo cada año, no ves progresión profesional. En el mundo de la empresa vas creciendo y formándote, te marcas objetivos y metas, hay competitividad y motivación. A nivel personal es una satisfacción que creo que no tendría siendo profesora".
Con el tiempo, también un 10,5% de los egresados en Matemáticas se da cuenta de que ser docente en secundaria no es su vocación. Es la historia de María Bonillo, que comenzó la carrera porque quería ser profesora y ahora trabaja como especialista en análisis de mercados en Vodafone España en Madrid. "Quería transmitir las matemáticas como mi profesor del instituto, que siempre me retaba a pensar. Pero después de trabajar en centros y academias, sentí que no era lo mío. Ahora me gusta lo que hago y, para llevar solo tres años en el mercado laboral, mi salario es bastante bueno".
Y es que, si hablamos de salarios, el INE corrobora las diferencias: en consultoría, finanzas y empresas de tecnologías de la información, las cifras son más altas. Además, a lo largo de la vida laboral en docencia el sueldo es casi estático: un profesor de matemáticas cobra prácticamente lo mismo cuando entra el sistema y cuando se jubila.
Judith Reyero tampoco quiso decantarse por la docencia (aunque cursó el Máster de Profesorado como plan B). Después de un posgrado en Bolsa, trabaja en el área de Reporting Regulatorio para la central informativa de riesgos del Banco de España en La Caixa, en Barcelona, y constata que los matemáticos están muy bien considerados en el mundo empresarial: "Ser matemático te abre las puertas y te lo pone más fácil. Los salarios cuando empiezas tampoco son una maravilla, pero conforme pasa el tiempo cambian mucho".
La resistencia se llama 'vocación'
Señaló Aristóteles que "las raíces de la educación son amargas, pero la fruta es dulce". Toda esta casuística mencionada deja sin duda un poso amargo y desesperanzador ante la docencia. Pero, para un 32%, enseñar sigue siendo la mejor recompensa (y un 29,1% ni siquiera dudó en el camino).
Alejo Barrio sí dio algunas vueltas: doctorado, carrera investigadora y una consultoría. "Me pilló la crisis y había que probar varias opciones, pero este año he aprobado las oposiciones. La empresa fue un paréntesis para llegar a ser profesor, que es lo que yo quería", dice Barrio, ahora profesor en el Instituto de Educación Secundaria Europa, en Águilas (Murcia).
También dudó al principio José Carlos Gámez. Empezó la carrera en 2006 sin saber a qué podría dedicarse, pero pensando que no quería ser docente. "Mientras avanzaba en los estudios tuvo lugar el auge del big data, la programación informática, los algoritmos bancarios, la estadística aplicada... ¡Había salidas!", exclama. Sin embargo, las clases particulares le hicieron cambiar de idea sobre la enseñanza y se dio cuenta de que "transmitir mi amor por las matemáticas era mi vocación".
Empujado por la crisis económica y con las plazas de profesorado congeladas, probó como informático y analista de datos en varias empresas, pero no era lo suyo, así que un día, literalmente, se levantó de la oficina y se fue. "Desde que hice el Máster de Educación no me ha faltado trabajo. Es mi cuarto año en mi centro educativo y no lo cambiaría por nada", cuenta Gámez, profesor de Matemáticas en el Colegio Montaigne, en Sevilla.
El matemático responde a los que opinan que trabajar en secundaria es estancarse: "Aunque no te haga crecer laboralmente, tiene un reto aún más bonito: hacer crecer a tus alumnos. No se me ocurre un trabajo mejor. Si tienes vocación, cada día encuentras retos nuevos para crecer".
Docencia superior, una alternativa con futuro
Si volvemos a la encuesta, queda un 8,1% que antepone el crecimiento académico que da la docencia en niveles superiores.
Mónica Arnal ha pasado por el mundo de la empresa (del que destaca el buen sueldo) y realizado el Máster de Profesorado (plan B), pero su pasión es la investigación y la docencia universitaria. "Cada día es diferente, la investigación que realizas la eliges en función de tus gustos y aprendes de los compañeros", destaca, aunque es consciente de la precariedad en los contratos, tanto en tiempo como en salario. Actualmente, Arnal es profesora visitante en el Área Didáctica de las Matemáticas de la Universidad Rey Juan Carlos, en Madrid.
Juan Miguel Ribera, profesor de Didáctica de la Matemática en la Universidad de La Rioja, también se queda con la docencia superior. Doctorado en una rama abstracta, extrabajador en una empresa de biometría y Máster de Profesorado en Secundaria, destaca la "libertad de investigación que da la enseñanza universitaria: no solo nos preocupamos de lo que enseñamos, sino que también investigamos cómo explicar mejor aquellos contenidos que queremos trasmitir a nuestro alumnado".
Ribera también rompe una lanza a favor de la divulgación y la comunicación: "Una de las cosas que más me gusta del mundo docente es la posibilidad de mostrar a un gran número de personas que las matemáticas son una ciencia tan bella como útil".
Desde la RSME, Marcellán abre una puerta a la esperanza de los matemáticos que miran hacia los centros universales del saber: "En la universidad española se va a producir un gran relevo generacional de aquí a siete años en el que va a haber muchas oportunidades de trabajo, y aquellos que han cogido la opción de la investigación van a tener recorrido".
Profesores no matemáticos, más problema que solución
Ante este enrevesado panorama, las aulas de secundaria se quedan cada vez más vacías de titulados en Matemáticas. Un vacío que llenan otras titulaciones. "Aproximadamente, solo el 20% de alumnos que cursan el Máster de Profesorado en la especialidad de matemáticas lo son; el resto son ingenieros, informáticos, arquitectos y económicos", detalla el presidente de la Conferencia de Decanos, Fioravanti.
Aunque todos los expertos consultados insisten en que hay profesores no matemáticos que pueden ser muy buenos para el desempeño de esta docencia, coinciden en que no transmiten el mismo entusiasmo y amor por las matemáticas. "No lo hacen mal, pero no enseñan matemáticas de verdad; enseñan procedimientos", apunta Toboso. "Pueden ser personas muy válidas, pero no son las más adecuadas para enseñar matemáticas, igual que un matemático no es el más válido para enseñar biología", añade desde el ANEM su presidente, García. Para él, lo más importante de la carrera no son los conocimientos, sino aprender a afrontar y abordar los problemas, y "eso no se aprende en un año de Máster de Profesorado".
Toboso advierte de que las consecuencias ya se notan y que, más que una solución a la escasez de profesores, es una pescadilla que se muerde la cola: "Cada vez tenemos menos formadores matemáticos. Por tanto, cada vez hay menos alumnos que aprendan matemáticas conceptuales, el nivel educativo baja y no se crea conocimiento matemático significativo".
Precisamente, si muchas de esas 300 plazas que se mencionaban al principio quedan vacantes, es porque "muchos de los que llegan a la oposición no son matemáticos y suspenden", apunta García.
Soluciones no triviales a un problema complejo
¿Cómo equilibrar la balanza? Todos los expertos consultados señalan a la misma idea: una especie de MIR educativo, que implique un año más de prácticas especializadas y más formación específica de matemáticas.
Para recuperar a aquellos que ven en la docencia un estancamiento, desde CSIF claman por la creación de una carrera profesional: "Pedimos la promoción y proyección profesional que ahora no existe en enseñanza. Un estatuto docente que asegure una promoción horizontal, de forma que los sueldos vayan aumentando progresivamente, y vertical, para que un docente de secundaria pueda llegar a ser catedrático de universidad con el paso del tiempo", explica Gutiérrez.
Desde la SMPM, Toboso se suma y recalca que "lo más importante es pensar en la dignificación y profesionalización de la profesión docente, muy en particular para los graduados en matemáticas que la están abandonando a marchas forzadas". Precisamente, la RSME acaba de poner en marcha un Libro Blanco sobre las salidas laborales de los matemáticos.
Ya lo decía Mandela, la educación es poder, y también es imprescindible. Guillem García cierra con una reflexión que los que pueden hacer algo para cambiar la situación deberían escuchar: "Un país que no tiene profesores no puede seguir adelante. A la larga, repercutirá negativamente en todos nosotros".
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