La escasez de los semiconductores dejará sentir su “resaca” durante más tiempo de lo esperado. Aunque el año arrancó con un optimismo moderado, a medida que avanzan los meses fabricantes y consultores emiten mensajes que señalan que su efecto se prolongará más de lo previsto. En esa dirección apuntó ASML hace un mes, Susquehanna hace unas semanas e Intel ahora.
El CEO de la compañía californiana, Pat Gelsinger, reconocía ayer en una entrevista con CNBC que la industria de los semiconductores sufrirá los efectos de la escasez de suministro hasta 2024. Hace apenas medio año el propio Gelsinger apuntaba que la crisis duraría al menos hasta 2023, con lo que el nuevo vaticinio alarga un poco más ese escenario y empeoran las previsiones de 2021.
La razón —detalló el propio Gelsinger— es la disponibilidad limitada de algunas herramientas fundamentales para la fabricación, lo que complica la labor de las empresas. “Es parte de la razón por la que creemos que la escasez general de semiconductores se desplazará hacia 2024 en contraste con nuestras estimaciones anteriores de 2023”, explicó el CEO de Intel.
Desafíos hasta 2024
A pesar de ese escenario general y el panorama dibujado por el directivo de Intel, la escasez de semiconductores no afecta por igual a todos los chips. Buena muestra es el informe elaborado por la firma Susquehanna con los plazos de espera que soportaban los clientes el mes pasado.
A nivel general situó la demora en 26,6 semanas, ligeramente por encima del mes anterior; pero con oscilaciones importantes entre diferentes piezas. En el caso de los chips analógicos, por ejemplo, la espera era de 30 semanas. En el caso de los componentes pasivos la tendencia fue la contraria. El sector registra también señales que invitan al optimismo sobre la disponibilidad de GPU.
“Esperamos que la industria siga enfrentando desafíos hasta al menos 2024 en áreas como la capacidad de fundición y la disponibilidad de herramientas como IDM”, reflexionó Gelsinger. La clave estaría ahora en las dificultades para lograr herramientas de fabricación y alcanzar unos objetivos de producción que podrían verse incrementados a su vez por el alza de la propia demanda.
La industria arrastra una situación de escasez desde la crisis sanitaria y a lo largo de las últimas semanas —como destacaba Susquehanna— se ha visto marcado por otros factores, como el seísmo que afectó a Japón a mediados de marzo; la guerra de Ucrania, un país estratégico en la distribución de gas neón; o los bloqueos que está provocando la política de "Covid cero" aplicada en China.
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