La situación económica pinta cada vez peor en Europa. El Fondo Monetario Internacional (FMI) auguraba que al menos un tercio de las economías del mundo entrarán en recesión en 2023, incluida España. La pregunta ahora es: ¿Podemos seguir creando empleo en medio de tal crisis? Sí, pero a cierto precio. De hecho, en los últimos tres años, el mercado laboral ha creado más empleo que nunca y el paro cayó a niveles de 2008.
Sin embargo, la mala noticia es que los contratados trabajan cada vez menos: el tiempo medio de trabajo semanal ha bajado de 29,6 a 28,8 horas. Es decir, se "trabaja" más y se produce menos. Veamos qué está pasando.
Menos horas trabajadas. Hace unos días se hacían públicos unos datos esperanzadores de la Encuesta de Población Activa (EPA) que señalaban que España ha recuperado el empleo previo a la pandemia. Una fuerza laboral con 671.400 trabajadores más que en 2019. Pero las cosas no son sólo de color de rosa: este aumento del 3,4% del número de ocupados no se asocia con un incremento equivalente en el tiempo total que se dedica a trabajar en el país, que es sólo un 0,8% superior.
7,42 horas a la semana de media. Si bien España cuenta con 671.400 trabajadores más, el número de horas semanales sólo crece en 4.984.900, lo que supone que si ese aumento de horas se debe exclusivamente a los nuevos empleados, cada uno de ellos trabajaría de media solamente 7,42 horas a la semana, algo más de una hora y media al día.
Más empleo, menos productividad. Según los datos de EPA, se está creando empleo pero eso no significa más productividad. En otras palabras: el empleo es de baja calidad, algo que crea una menor competitividad laboral frente a otros países. Pero, sobre todo, pone de relieve el reciente aumento de los contratos indefinidos tras la reforma laboral y lo que ya hemos comentado en Magnet, que muchos de ellos siguen siendo precarios.
¿Por qué? Tal y como se comenta en este artículo de El Mundo, según el Consejo Económico y Social (CES), las horas trabajadas están "rezagadas" porque "reflejan la pervivencia de algunos efectos de la pandemia sobre la actividad". Señalan que el uso de los Expedientes de Regulación Temporal de Empleo (ERTE) explica que muchas personas mantuvieran su empleo (cuentan como ocupadas) a pesar de no estar trabajando, lo que explica que las horas cayeran mucho más que el número de ocupados.
Por otro lado, apuntan a que, debido a causas organizativas de la pandemia y el funcionamiento empresarial, "puede estar muy relacionado con el aumento de las bajas laborales por enfermedad".
La temporalidad no ha desaparecido. A todo esto se le suma la nueva reforma laboral. Desde hace años no hemos visto en España tantos contratos indefinidos. Sin embargo, tal y como contamos en otros artículos, las empresas están buscando "trucos" para seguir perpetuando esa temporalidad bajo la máscara de un contrato fijo. Esto ha dado lugar, por ejemplo, a un aumento de los contratos fijos discontinuos, un tipo de modalidad que, aunque se considera indefinida (porque no tiene una fecha de término), en realidad no lo es. En la práctica, realizan la actividad durante unos meses y están sin trabajo durante gran parte del ejercicio.
Tal y como ilustran los datos de Randstad Research y del Ministerio de Trabajo, en los primeros ocho meses del año (y tras la reforma) el número de trabajadores que firmaron más de un contrato indefinido en un mismo mes fue de 175.183 personas, 11 veces más que en 2021. Si bien la reforma ha impedido la temporalidad (su objetivo principal), ha motivado otro fenómeno precario: que aumente el número de contratos indefinidos que se firman cada mes. Y sobre todo, que aumenten las personas que encadenan contratos de inferiores a 30 días.
Las otras teorías del "fin del trabajo". Decía Arthur C. Clarke que "la meta del futuro es el pleno desempleo, para que podamos jugar". Al devenir del mundo laboral se le suma el debate de un futuro en el que sencillamente no habrá suficiente trabajo para todos los humanos (fundamentalmente por la automatización, pero también por el aumento de la productividad global). Un estudio del Banco de Inglaterra predecía que los cambios tecnológicos implicarían la pérdida de 15 millones de empleos en el Reino Unido, un 40% del mercado de trabajo.
Imagen: Unsplash
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