Estados Unidos tiene un plan. Uno muy ambicioso. El primer y más contundente propósito de su estrategia pasa por evitar a toda costa que China sea capaz de poner a punto los equipos de fotolitografía que necesita para fabricar por su cuenta chips de alta integración. Y la manera más eficaz de conseguirlo consiste en impedir que las máquinas de litografía de ultravioleta extremo (UVE) que produce ASML caigan en sus manos.
No obstante, el plan del Gobierno liderado por Joe Biden en el ámbito de los semiconductores tiene otro pilar que también es muy importante: las empresas estadounidenses que compiten en esta industria deben invertir en su propio país. En suelo estadounidense. De esta forma matará dos pájaros de un tiro. Por un lado reducirá su dependencia actual de los fabricantes de circuitos integrados asiáticos.
Además, en cierta medida protegerá su industria de los semiconductores del impacto que tendría un posible conflicto bélico entre China y Taiwán (y del que EEUU no saldría indemne en ningún caso). Y por el camino reforzará su tejido empresarial local. Sin embargo, ni este país ni ningún otro estado occidental que pretenda desarrollar su industria de los semiconductores lo suficiente para competir en igualdad de condiciones con los gigantes asiáticos va a tenerlo fácil.
Doblegar a China es difícil. A Taiwán, Japón y Corea del Sur, casi imposible
La relación que mantiene actualmente EEUU a la cabeza de la alianza occidental con China es muy diferente a la que sostiene con Taiwán, Japón o Corea del Sur. En lo que se refiere a los semiconductores estos tres países tienen lazos muy estrechos con Occidente en su conjunto. De hecho, el flujo de capital y de tecnología circula en ambos sentidos.
Países Bajos, el país que controla ASML, que es el fabricante de equipos de litografía más importante del planeta, vende sus máquinas UVE a Taiwán (TSMC) y Corea del Sur (Samsung), y otras algo menos sofisticadas, como los equipos de ultravioleta profundo (UVP), también a Japón, entre otros países de Asia. Ninguno de estos equipos, ni los UVE ni los UVP, están actualmente al alcance de China.
No obstante, las máquinas de ASML incorporan tecnología de origen estadounidense, como, por ejemplo, la fuente de luz ultravioleta que produce la compañía Cymer, y también de otros países. Alemania, por ejemplo, aporta, entre otros recursos, las ópticas más avanzadas que fabrica ZEISS. Es evidente que el desarrollo de unas máquinas tan sofisticadas es el resultado de una intensa colaboración internacional de la que por el momento China está excluida.
Sea como sea los países asiáticos a los que ASML les vende sus equipos de litografía son los mismos que después venden sus chips a las empresas occidentales, lo que genera ese doble flujo de capital y tecnología que he mencionado unas líneas más arriba. Sin embargo, esto no significa en absoluto que Taiwán, Corea del Sur y Japón estén dispuestos a ceder un ápice de terreno a Occidente en el mercado de los circuitos integrados.
Hace apenas una semana Morris Chang, el fundador de TSMC, hizo unas declaraciones que reflejan claramente las sensaciones de los países asiáticos frente a la política de reagrupamiento de la industria de los chips que están desplegando Estados Unidos y Europa a través de las campañas 'Chips and Science Act' y la Ley Europea de Chips. Taiwán, Japón y Corea del Sur comparten una misma cultura del trabajo. Esto es lo que los hace tan competitivos para este ejecutivo, y vaticina que los países occidentales no tendrán esto a su favor.
Probablemente este es uno de los motivos que explican por qué la industria de los semiconductores está actualmente vertebrada en torno al Mar de China Oriental. Los números no dejan ningún resquicio a la más mínima duda. Actualmente en Asia se fabrican el 90% de los chips de memoria, el 75% de los microprocesadores y el 80% de las obleas de silicio. Estas cifras son abrumadoras. Tanto, de hecho, que a medio plazo quedan absolutamente fuera del alcance de Occidente. En la siguiente tabla las hemos desglosado por países:
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taiwán |
china |
japón |
corea del sur |
singapur |
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cuota de mercado |
90% de los chips de alta integración |
15% de todos los chips del mercado mundial |
17% de todos los chips del mercado mundial |
44% de todos los chips de memoria |
5% de todos los chips del mercado mundial |
capacidad diferencial |
41% de todos los microprocesadores |
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8% de todos los microprocesadores |
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Por muchos recursos que inviertan los países occidentales en el desarrollo de su industria de los semiconductores la ventaja que han adquirido los países asiáticos desde un punto de vista comercial es insalvable a medio plazo. La tecnología está por el momento en gran medida en las manos de Occidente, pero dar la vuelta a esta tortilla no requiere solo ingentes cantidades de dinero; también se necesita mucho tiempo.
Según Ignacio Mártil de la Plaza, catedrático de Electrónica en la Universidad Complutense de Madrid y un consumado experto en semiconductores y energía solar fotovoltaica, "una fábrica de chips de vanguardia tarda no menos de cuatro años en estar plenamente operativa". Se están construyendo nuevas plantas de chips en Europa y Estados Unidos, pero también en China, Taiwán, Japón y Corea del Sur.
Además, Occidente tiene en su contra la cultura del trabajo de la que nos ha hablado Morris Chang, y también el incremento drástico de los costes que con toda probabilidad representa la fabricación de los chips en Europa y Estados Unidos. A largo plazo es imposible prever qué sucederá, pero a medio plazo el mercado de los semiconductores continuará estando liderado por los países asiáticos. Y China es uno de ellos.
Imagen de portada: ASML
Bibliografía: 'Chip War', de Chris Miller
En Xataka: Una industria en manos de TSMC y las fábricas asiáticas: el mapa de la producción mundial de chips
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