El de Jack Ma ha resultado ser un viaje de ida y vuelta digno de una Odisea "made in China", con escaladas épicas, ausencias y sonoros patinazos que han derivado en aún más épicos descalabros. Todo con un mismo punto de partida y llegada, uno especialmente curioso tratándose de un magnate milmillonario: las aulas.
Su nombre quizás te suene. Igual que su rostro. Al fin y al cabo no hace tanto se prodigaba en actos y entrevistas como expresidente ejecutivo y fundador del titán del comercio online Alibaba. Su éxito en los negocios le valió el apodo de "cocodrilo del Yangtsé", lo convirtió en inspiración para toda una generación de empresarios tecnológicos y aupó a la cúspide de la lista de fortunas del gigante asiático. El Financial Times se refería a él en 2021 como "el Jeff Bezos de China".
Hoy todo eso queda lejos. Y si bien Ma sigue atesorando una fortuna notable, alrededor 25.7000 millones de dólares, según las estimaciones publicadas por el Instituto Hurun a finales de 2022, su estrella es otra bien distinta. Hace unos días volvió a ser noticia, pero por una razón que poco tiene que ver con los consejos de administración u operaciones bursátiles: acaba de fichar por una universidad.
De las salas de juntas a la universidad
Desde el 1 de mayo el otrora influyente y poderoso fundador de Alibaba ejerce como profesor visitante en el Tokyo College, donde ejerce de asesor, investigador en campos como la agricultura sostenible y la producción de alimentos e imparte seminarios. El entorno no le resulta nuevo. Después de lograr el título a finales de los 80 en Zhejiang y tras una breve experiencia como guía turísticos, Ma inició su carrera precisamente como profesor de inglés y comercio internacional.
Lo que sí resulta más chocante es encontrarse con una historia como la suya, la de un magnate tecnológico, todo un exponente de self-made-man, que en cuestión de unos años pasa de las mesas de juntas de una pujante multinacional a las aulas. Y es así porque su caso solo puede entenderse bajo una luz muy concreta: la del complejo y sobre todo resbaladizo tablero empresarial y tecnológico chino.
Por si no lo recuerdas, ahí va un resumen somero.
Durante años la de Jack Ma (Ma Yun, en realidad) fue una de esas historia de magnate hecho a sí mismo que tanto gustan en Silicon Valley. En los 90 fundó China Pages, una de las primeras empresas de Internet del país, y años después lanzó el Grupo Alibaba para facilitar las operaciones de pequeños negocios. La apuesta le salió bien. Muy bien, de hecho. Tanto, que en 2014 Alibaba debutaba en la Bolsa de Nueva York recaudando casi 21.800 millones de dólares durante su venta inicial de acciones, un estreno histórico en el sector tecnológico de EEUU.
En 2019 Ma abandonaba la presidencia de Alibaba para dejar paso, aseguraba, a personas "más jóvenes y con más talento". A sus 55 años la vida parecía sonreírle: era el hombre más rico de su país, modelo para una generación de emprendedores y un directivo carismático al que se reconocía dentro y fuera de China. Por delante aún le quedaban además éxitos importantes, como la salida a bolsa de Ant Group, firma de servicios financieros afiliada a Alibaba que había fundado años atrás.
En octubre de 2020, a las puertas de esa operación, histórica, se calculaba que la fintech podría recaudar 34.500 millones de dólares en su oferta pública inicial. La cifra se prometía tan rematadamente abultada que —destacaba por entonces la cadena CNBC— optaba a colarse en los anales de la historia económica del país.
Ma parecía a punto de comerse el mundo.
Pero acabó atragantado.
Y casi expulsado de la mesa.
El antiguo profesor de inglés y guía turístico de Hangzhou, quien había logrado sobrevivir en el sistema empresarial chino, ejerciendo un papel que el analista del Financial Times Jamil Anderlini tildaba en 2021 de "capitalista mascota", desató las iras de Pekín. Poco antes de la cita histórica de Ant Group con el parqué, Jack Ma criticó de forma pública el comportamiento de los bancos y reguladores de su país, a los que acusó de sofocar la innovación por su aversión al riesgo.
"Lo que necesitamos es construir un sistema financiero saludable, no riesgos financieros sistémicos. Innovar sin riesgos es matar la innovación. No hay innovación sin riesgos en el mundo”, proclamó el cofundador de Alibaba y Ant Group durante una conferencia en Shanghái. Sus palabras saltaron a los titulares. Y probablemente torcieron más de un gesto en los despachos de Pekín. "Solo hay un gran jefe en China, y no es Jack Ma", explicaba tirando de ironía el analista Jeffrey Halley en declaraciones recogidas por la cadena CNN.
¿Qué ocurrió? Que no mucho después de sus declaraciones, los reguladores movían ficha para frenar casi in extremis la oferta pública inicial de Ant Group al detectar "problemas importantes". El movimiento se hizo a apenas unos días de la operación, en medio de la expectación internacional y con los focos puestos en Ma. Los analistas no tardaron en relacionarlo con las declaraciones del magnate e interpretar el movimiento como un aviso para los empresarios chinos.
"Hay un dicho en China: 'Al clavo más alto lo derriban a martillazos'", explicaba Duncan Clark, autor de ‘Alibaba: The House that Jack Ma Built’. Y en 2020, con un patrimonio de 58.800 millones, según Hurum, Ma era un clavo particularmente sobresaliente entre el empresariado chino. Poco antes las autoridades habían publicado pautas en las que entre otras cuestiones recalcaban la necesidad de "personas políticamente sensatas" en el sector privado, abiertas al partido.
La cancelación de la prometedora salida a bolsa de Ant Group no fue el único movimiento de las autoridades. Como parte de una estricta política regulatoria con los gigantes tecnológicos del país, en 2021 Pekín llegó a imponer una multa récord de 18.200 millones de yuanes —equivalente a aproximadamente 2.600 millones de dólares— a Alibaba por un supuesto abuso de dominio de mercado. Otro grande del sector, Didi Chuxing, también sufrió los efectos del severo escrutinio chino.
El propio Ma acabó viéndose en una posición difícil de imaginar a comienzos de 2020, cuando aún era una figura carismática, casi un empresario showman al que no era raro incluso ver en programas de la televisión. Sus apariciones se redujeron al mínimo, se alejó de los focos bajo los que tan cómodo se había sentido antes, su paradero desató especulaciones, se publicaron crónicas que lo ubicaban en Japón, España o Países Bajos y hubo incluso —tras ver un breve vídeo suyo, divulgado en enero de 2021— quien llegó a deslizar que parecía un "rehén del Estado".
El gran magnate había caído en desgracia.
A comienzos de este mismo año cedía el poder de Ant Group en un movimiento que algunos analistas interpretaron como un intento por desatascar la operación frustrada en 2020. Su decisión redujo su participación en la firma y —recuerda FT— allanó el camino para una posible cotización en Hong Kong o Shanghái.
Meses después, en marzo, coincidiendo con lo que podría ser el fin de la intensa campaña de presión regulatoria sobre el sector tecnológico, Ma se dejaba de ver de nuevo en China durante una visita a una escuela financiada por Alibaba en su ciudad. No mucho después la compañía anunciaba su mayor reestructuración.
Ahora vuelve a acaparar titulares, aunque por el nuevo rol que asumirá, uno muy distinto al que ejercía hace cuatro años escasos, y que lo sitúa como fichaje estrella del Tokyo College. Allí, en Japón, tiene amistades, se siente cómodo y parece poder centrarse en las labores educativas y filantrópicas que han centrado gran parte de su atención desde que cedió el control de Alibaba, hace ya años.
El suyo es quizás uno de los ejemplos más rotundos del milmillonario chino que ve cómo su imagen y carrera dan un giro de 180º prácticamente de la noche a la mañana. El más popular puede, pero no el único. Otro caso claro es el de Hui Ja Yan, presidente de Evergrande Group, el gigantesco promotor inmobiliario chino, que coincidiendo con la crisis inmobiliaria ha visto cómo su riqueza se desinflaba de forma considerable, casi al mismo ritmo que su influencia política.
Odiseas empresariales "made in China".
Con giros de guion inesperados e interesantes lecturas en clave política.
Imágenes: World Trade Organization (Flickr)
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