El futuro es una de las grandes preocupaciones del ser humano desde los inicios de su existencia. El bārû mesopotámico, los oráculos griegos o el arúspice romano son una buena muestra de la necesidad de los hombres de conocer su porvenir y tratar de dominarlo desde el amanecer de los tiempos. Un afán que ha llegado hasta nuestros días no sólo a través de las artes adivinatorias de astrólogos o tarotistas, sino también con los estudios de mercado, los informes de previsiones económicas o las encuestas de intención de voto.
De esta manera, en la actualidad la ciencia también trata de aproximarse al futuro con métodos empíricos para intentar desentrañar las principales tendencias de los próximos años, y lo hace a través de los futurólogos y la prospectiva.
“La prospectiva es una disciplina que estudia el futuro para comprenderlo y tratar de influir en él. Somos como cualquier otra ciencia social, trabajamos con rigor y el máximo empirismo. Pero estudiar el futuro no quiere decir que lo predigamos, nuestra labor es plantear varios escenarios posibles y, a lo sumo, hacer pronósticos”, explica Jordi Serra, subdirector del Center for Postnormal Policy & Futures Studies (CPPFS).
La diferencia entre predecir y pronosticar, explica Serra, es clave para entender el empirismo de la prospectiva. La predicción se basa en una revelación, en la visión del porvenir de alguien que ha conseguido descifrar los mecanismos de la adivinación, e implica que el futuro está predeterminado. Los pronósticos, en cambio, se basan en indicios, son múltiples y pueden llegar a no darse.
“Para nosotros la naturaleza plural del futuro es esencial, por eso preferimos hablar de pronósticos. Por ejemplo, si tú me dices que mañana hay un 80% de probabilidades de que llueva, yo voy a coger el paraguas, pero siempre existirá un 20% de posibilidades de que no caiga una gota o de que, incluso, salga el sol. La predicción, en cambio, es una declaración de certeza absoluta”, subraya Serra.
Para hacer esos pronósticos, los futurólogos o prospectivistas utilizan un gran número de herramientas y un enfoque integral que tenga en cuenta un gran número de variables, no sólo aquellas basadas en cifras.
“Hay consultoras que se dedican a hacer proyecciones económicas, pero la prospectiva es algo diferente a eso, trata de dar una visión más sistémica, porque al final la sociedad es un sistema en el que no sólo cuenta el orden económico, sino también las motivaciones culturales y sociales, las creencias, la tecnología a la que se tenga acceso y muchas más variables que nosotros sí tenemos en cuenta”, afirma Elisabet Roselló, fundadora de la agencia de prospectiva Postfuturear.
No obstante, realizar esos análisis con tantas variables es complejo y, sobre todo, caro, por lo que muchas veces las indagaciones prospectivas se quedan en el corto plazo, como las estimaciones de intención de voto, que se basan sobre todo en datos cuantitativos.
“El problema de los análisis cuantitativos es que son menos fiables a largo plazo, porque con ellos intentas entender cómo ha evolucionado el cambio hasta el momento actual y, a partir de esos datos, tratas de proyectar el futuro. Pero cosas como el COVID-19 son muy difíciles de anticipar de forma cuantitativa”, explica Serra.
El prospectivista cita una historia del libro El cisne negro: el impacto de lo altamente improbable, del ensayista estadounidense Nassim Taleb, para ejemplificar el problema de los análisis cuantitativos a corto plazo: En una granja de EEUU hay un pavo que vive tranquilamente y, un buen día, el humano que cuida de él le aumenta la ración de alimento. Con el paso de las semanas la cantidad de pienso sigue incrementándose, y el ave piensa que las cosas seguirán evolucionado bien porque su experiencia reciente así se lo indica. Nada en la secuencia que ha vivido el animal podía anticiparle el Día de Acción de Gracias, porque sólo había tenido en cuenta el aumento de alimento, pero no las motivaciones del dueño ni el contexto cultural.
“El verdadero valor de la prospectiva es estudiar cuáles van a ser las principales tendencias sociales en los próximos 10 o 15 años, y cuáles son los elementos que conviene monitorizar. Lo que una sociedad no se puede permitir es situaciones como la actual, en la que no estábamos preparados para el coronavirus porque nunca habíamos tenido una pandemia como esta. El tema no es si la hemos tenido o no, sino que, si sucede, debemos tener planes para afrontarlo. Si no, pasa lo que hemos visto: que en las primeras semanas corrimos como pollos sin cabeza, tomando medidas que no han funcionado y, posiblemente, han costado vidas”, señala Serra.
Las herramientas para acercarse al futuro
La relación con el futuro que plantean los prospectivistas parece compleja y misteriosa, pero los futurólogos consultados por Xataka señalan que su día a día es bastante prosaico.
“Nuestras jornadas no son muy diferentes a las de cualquier otra persona que trabaje procesando información. Intentamos mantenernos al día de las noticias y conseguimos información de diversas fuentes, como grupos de investigación o estudios especializados. Esa es la primera parte, de la que no nos interesa la literalidad del fenómeno en sí, sino las consecuencias que pueda tener, para lo que debemos especular o reflexionar sobre lo que determinadas decisiones o hechos pueden provocar”, explica el subdirector del CPPFS.
A partir de ahí, los prospectivistas usan diferentes metodologías para hacer pronósticos, como los paneles de expertos, las listas de tecnologías críticas para la evolución de una determinada sociedad o la construcción de escenarios futuros posibles -guiones que describen varios futuros alternativos para una misma realidad basados en hipótesis razonables-, según recoge el informe Introducción a la prospectiva: metodología, fases y resultados del Ministerio de Industria, Comercio y Turismo de España.
Otra herramienta que señala el mencionado estudio es el Método Delphi, por el que se preparan una serie de cuestionarios con hipótesis de futuros posibles y se envían a expertos en la materia para que den su opinión al respecto. Cuando se ha obtenido la primera tanda de resultados, se les vuelve a enviar a ese mismo conjunto de especialistas por si, al ver las respuestas de otros, cambian de opinión, y estas segundas contestaciones se procesan de nuevo para obtener las conclusiones definitivas.
A estas herramientas clásicas se han sumado en los últimos años otras más modernas relacionadas con la tecnología como el big data, los algoritmos y la inteligencia artificial. Y también métodos más enfocados en las ciencias sociales como entrevistas en profundidad, talleres con determinados colectivos o la asistencia a laboratorios de innovación.
“La suerte es que hay un abanico de posibilidades muy grande, y muchas veces usamos varias metodologías, tanto cuantitativas -estadísticas o big data- como cualitativas -entrevistas con fuentes o grupo de expertos- para hacer nuestros informes”, afirma Serra.
¿Se podía anticipar una situación como la actual?
Jordi Serra señala que, a raíz de los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York, se estableció la doctrina del 1%, por la que se tenía en cuenta que podían acontecer eventos poco probables pero cuyo impacto, de darse, sería de gran importancia. Como la pandemia de COVID-19 que hemos padecido.
Para llegar a pronosticar un escenario como el actual no valen los informes y los datos, explica, hay que consultar a expertos de diferentes disciplinas, otros puntos de vista y, en ocasiones, directamente especular o acudir a la ficción. “Black Mirror es una obra de ficción, pero eso no quiere decir que algunas de las cosas que plantea no tengan sentido para el futuro, por lo que es interesante para un prospectivista pararse y darle un par de vueltas a la serie”, afirma.
Los prospectivistas usan el enfoque de los tres mañanas para establecer los posibles escenarios futuros. Con el fin de acercarnos a este método de trabajo, Serra pone como ejemplo el sector de la educación en línea, que ha experimentado un cambio que muchos no esperaban como consecuencia de la pandemia.
Para un primer mañana, los futurólogos que estudiasen el desarrollo del elearning hace diez años consultarían las tendencias que se habían dado hasta entonces en educación, informes sobre la evolución de la formación de instituciones autorizadas – como la OCDE o la UNESCO-, la aplicación pedagógica de la tecnología y la opinión de expertos en la materia.
“Con estos datos se podía establecer que la educación online iba a seguir siendo un complemento de la tradicional, y que en función de la institución habría quien digitalizase más o menos sus instalaciones y sus clases, pero no todo iba a poder hacerse desde casa”, explica.
En un segundo futuro, además de los datos consultados en el primero, se aporta un enfoque más sistémico: se estudiarían informes y se contaría con expertos de otras disciplinas que puedan afectar al contexto de la educación, como la economía, la salud pública o la política, y se especula con esos datos. Es aquí donde se aplica la doctrina del 1%. Así se llega a la posibilidad de que pueda acontecer algo como la pandemia de coronavirus que obligue a la sociedad a mantener la distancia social y que, por lo tanto, haga que la educación en remoto sea la única posible.
Por último, en el tercer mañana es el escenario en el que se especula con un mayor cambio. “En este tercer futuro lo que hacemos es desaprender, desechar ideas preconcebidas que condicionan nuestro pensamiento. ¿Por qué la educación debe seguir siendo como siempre ha sido? ¿Por qué pensar que el profesor va a seguir siendo el que encauce la enseñanza y no que va a cambiar su rol y sea más bien un compañero de viaje en la educación?”, se pregunta.
De este modo, en el tercer mañana se pronosticarían grandes cambios que afectan a los cimientos de la propia educación: una formación que ya no se base en temarios, sino en proyectos; clases sin profesores; maestros que, en lugar de dictar un conocimiento, incentivan la curiosidad del alumno a través de juegos e investigaciones para que no reproduzca lo que le ha dicho el docente, sino que vaya más allá y cree y descubra cosas nuevas. Métodos que, a día de hoy, cada vez resultan más familiares pero que hace diez años podían sonar utópicos para el ciudadano común.
Más ejemplos
Otros ejemplos del primer y del segundo escenario son Kodak y Fujifilm, empresas que dominaban el mercado de la imagen analógica hasta que la fotografía digital cambió radicalmente el sector.
“Con la llegada de la fotografía digital, Kodak se plantea un escenario del primer mañana y se confía: piensa que hasta ese momento el sector ha evolucionado a un ritmo y que este se va a mantener pese a la llegada de lo digital. Fujifilm, sin embargo, se plantea un segundo mañana: que la fotografía digital acelere la transformación del sector, por lo que inicia cambios más profundos en la compañía para afrontarlo”, explica Serra. Como consecuencia de la transformación digital Kodak se declaró en bancarrota en 2012, mientras que Fujifilm ha diversificado su actividad y ahora, además de la fotografía, es una potente farmacéutica.
En cuanto al tercer mañana, cita uno de sus encargos: “Estuve trabajando en un país sudamericano con problemas de terrorismo en temas de seguridad. Junto a las fuerzas policiales y militares, tratábamos de configurar posibles escenarios futuros, y me di cuenta de que ellos siempre partían de la base de que eran los buenos y los terroristas los malos, por lo que les planteé un escenario en el que las fuerzas de seguridad eran las malas y los terroristas los buenos, y sirvió para resolver algunas cuestiones, porque en algunos temas partían siempre de presupuestos que no eran ciertos relacionados con esa creencia arraigada en su pensamiento. Las cosas nunca son blancas o negras”.
“Al primer mañana lo llamamos presente extendido, que tiene mucho peso porque siempre tendemos a pensar que las cosas que han venido funcionando hasta ahora lo van a seguir haciendo”, continúa. “El segundo parte de la comprensión de que las cosas cambian, y a veces muy rápido, mientras que el tercero se trata de desaprender, de desechar las creencias arraigadas en nuestra mente para tener una visión más amplia”.
Por último, subraya que estos tres mañanas no son compartimentos estancos, sino que se configuran para dar una visión amplia de las posibilidades del futuro. Por lo tanto, lo que suceda puede tener elementos de uno o de todos de ellos. “Con cada mañana accedemos a distintas facetas del futuro para, al verlas en conjunto, poder mejorar la comprensión de lo que puede pasar y tener un plan en caso de que sucedan”, señala el subdirector del Center for Postnormal Policy & Futures Studies.
¿Quién los contrata?
Los prospectivistas señalan que la variedad de clientes a los que pueden prestar servicios es amplia, puesto que son muchas las organizaciones que desean tener pronósticos sobre el futuro para poder tomar decisiones acertadas, desde empresas de cualquier tamaño a Gobiernos regionales y nacionales.
“En Postfuturear no somos expertos en un tema específico, sino que tratamos de todo, porque creemos que de otra manera tendríamos un conocimiento muy disperso. Pero sí hay prospectivistas que están especializados en áreas temáticas”, explica Roselló.
“La prospectiva no deja de ser una disciplina comparable a otras como la Historia, basada en evidencias. Somos muy pesados con que no hacemos predicciones"
Serra, por su parte, afirma que entre sus clientes hay de todo, desde pequeñas asociaciones como grupos de boy scouts hasta grandes corporaciones y organismos de la Administración. Y señala que en España hay varios entes públicos que llevan contando con la prospectiva desde hace años, como el Centro Nacional de Inteligencia (CNI) o la Generalitat de Cataluña, aunque no especifica si él ha trabajado con estas instituciones.
El recurso de distintos organismos gubernamentales a la prospectiva tiene un hito reciente en nuestro país, ya que el actual Gobierno de España, presidido por Pedro Sánchez, creó en enero de 2020 la Oficina Nacional de Prospectiva y Estrategia, un órgano directivo que depende directamente de Presidencia y que nació con el objetivo de “pensar estructuralmente en la España de los próximos 30 años”, según señaló Moncloa en un comunicado.
“La creación de esta oficina es una buena noticia, pero no es la primera de este tipo. En las últimas décadas se han creado institutos y observatorios de prospectiva por parte de distintos gobiernos de España, y la administración de otros países ya está habituada a hacer este tipo de actividades. Y, aun así, se trata de una actividad poco conocida, incluso en EEUU, donde hay varias agencias, todas cerca de Washington. En Europa también se han ido generando proyectos de este tipo durante años, pero al final han sido muy pocas las instituciones que se han podido beneficiar”, afirma Serra.
Y es que uno de los mayores escollos que se encuentran los futurólogos es la falta de conocimiento acerca de la disciplina, en especial en nuestro país, por lo que los prospectivistas españoles trabajan sobre todo en el extranjero, según afirman. “La realidad es que la prospectiva tiene poco recorrido en España”, se lamenta el subdirector del CPPFS.
¿Qué servicios se le piden usualmente a un futurólogo?
Aunque el abanico de servicios que ofrecen los prospectivistas es amplio, la realidad es que las demandas de los clientes suelen estar orientadas a hacer previsiones específicas en determinadas áreas.
“Lo que más nos piden es buscar información, procesarla, analizarla y presuponer escenarios. Aunque también organizamos talleres para que nuestros clientes sepan usar herramientas de prospectiva y puedan reflexionar y sacar ellos sus propias reflexiones”, señala Roselló.
También hay quien malinterpreta los servicios que ofrecen los futurólogos y les piden imposibles. Así, Serra apunta el caso de un partido político que quería que averiguase lo que iba a votar la oposición en un congreso regional, algo que sólo podría haber averiguado de ser adivino.
“La prospectiva no deja de ser una disciplina comparable a otras como la Historia, basada en evidencias. Somos muy pesados con que no hacemos predicciones. En mi opinión la idea de futuro está muy contaminada, la gente espera adivinaciones y nosotros no hacemos eso. De hecho, no trabajamos con el futuro, sino con el presente y el pasado reciente para dar escenarios posibles, pero nada más. No podemos decir que el futuro va a ser de una manera concreta, porque no somos adivinos”, concluye la fundadora de Postfuturear.
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