Hace unos días estaba haciendo algo de limpieza en mi fototeca y llegué a una carpeta que vendría a ser un Necronomicón de mi vida social en mi adolescencia tardía. Una colección de pantallazos y fotos destacadas de entre 2007 y 2011 entre cuyas joyas, que eran muchas, encontré algunas que revelaban cómo era usar el MSN Messenger, Tuenti o Facebok en esa época.
Más allá de los GIFs omnipresentes, herencia de Geocities; de terribles combinaciones ASCII para hacer nuestro nombre más llamativo (hay arqueología sobre ello) o de la forma que teníamos de subir fotos sin filtro alguno a Tuenti, me llamó la atención lo mucho que han cambiado las redes sociales en estos diez años: ya apenas son sociales.
De comunidades sociales a plataformas de contenido adictivo
Entre el interés de las grandes plataformas por mantenernos enganchadas a ellas y la tendencia humana a buscar la aprobación ajena mediante contenido cada vez más irreal, las redes sociales se han convertido en plataformas de entretenimiento que priman contenido viral y de grandes cuentas.
Hace unos años...
- En Tuenti y Facebook conectábamos con amigos, familiares y conocidos para estar al tanto de sus viajes, eventos u opiniones.
- En Instagram hacíamos lo propio pero abriendo un ojo a los famosos e instituciones que nos pudiesen interesar.
Ahora Tuenti está muerta desde hace mucho, Facebook es un zombie que siguen poblando ciertos demográficos que consideran importantes las discusiones sobre política o los vídeos virales e Instagram es, por su propia decisión, un entorno que prima mucho más vídeos que capten la atención por encima de hacernos saber que un compañero de la universidad va a coger un avión hacia Berlín.
Luego ha arrasado TikTok, que también cae en el saco de las redes sociales pero en ningún momento ha estado demasiado centrada en estar al tanto de nuestros contactos, sino de poner al mundo a bailar las mismas coreografías o a condensar talento creativo en vídeos cortos. O como decían en Vice, para el consumo pasivo: una plataforma para que muchos consuman lo que unos pocos crean.
La red social auténtica a día de hoy es WhatsApp, que no solo ha arrasado para las comunicaciones personales, sino también para intercambiar las fotos de nuestros viajes, el crecimiento de nuestros hijos o nuestras compras más destacadas con nuestros seres queridos. Entornos privados, los grupos de mensajería; que ni indexan en Google ni tienen forma de ser hallados por nadie más.
Seguimos considerando redes sociales a Instagram o a TikTok, pero se parecen mucho más a YouTube que al Facebook de hace diez años.
Lo que eran las redes sociales ahora solo son una mezcla de algoritmos que solo la UE va a poder obligar a revelar, publicidad hipersegmentada gracias a nuestros patrones de consumo, vídeos de fácil viralización, noticias con titulares engañosos y solo un pequeño espacio, y solo a veces, para no perder el contacto con viejos conocidos.
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