Si de algo nos podíamos quejar sobre Twitter era de su velocidad glaciar para añadir cambios: Twitter Blue lleva un año en marcha y todavía no ha salido de los cuatro países en los que debutó. La edición de tuits llegó tras años siendo demandada por los usuarios. El círculo verde se hizo masivo tras muchos meses llegando a cuentagotas. Los súper follow encaminan los dos años sin salir de Estados Unidos. Solemos pasar mucho tiempo sin novedad alguna, y cuando las hay, a menudo no son universales.
Ahora, en cambio, podemos esperar cambios y novedades casi instantáneos, al compás que nos tiene habituados su nuevo CEO en el mismo puesto que ostenta en otras cuatro empresas. Elon Musk, un visionario de época con excesivas ínfulas y demasiados palmeros para su propio bien, ya se ha hecho con las llaves de Twitter. Y sus primeros movimientos, más allá de evidenciar poca empatía con quienes han construido el imperio que ha comprado, apuntan también hacia otro clavo en el ataúd de los tímidos en Internet.
Menos prosa y más Reels
Twitter es el último gran reducto para los amantes de la palabra escrita. Internet se ha llenado de plataformas gobernadas por algoritmos que priman las coreografías, la hipérbole y los escotes. ¿Dónde vas, youtuber advenedizo, sin una miniatura con la boca abierta?
En Twitter mantenemos una parcelita libre de tener que mirar a cámara, ya ni hablemos de hacer carantoñas y bailar dando pena a nuestra edad. Lo importante es lo que uno comunica con sus palabras escritas, algo que dejó de ser demasiado importante con Facebook, se esfumó con Instagram y ni siquiera tiene espacio en TikTok. LinkedIn va a lo suyo y los antropólogos ya estudiarán a su debido momento cómo se formó ese necronomicón de cargos en inglés. En Twitter podemos soñar con crear conexiones con gente afín a nosotros sin que medre mucho más que el intercambio de ideas desenfadado y natural.
Tras una década de irregular liderazgo y decisiones raras que pese a todo no han acabado con ella misma, Twitter dio alas a este tipo de usuario. Compró Revue y promocionó las newsletters, anunció un compromiso con la creación de textos más largos, robusteció la creación de hilos como formato propio y hasta su apuesta audiovisual fue un abrazo para los tímidos: los Spaces serían salas de voz, sin vídeo. Sonrisa beatífica.
Musk, que no gusta de literatura trascendental, sino solo de capital, no lo ve igual. Casey Newton, redactor de Platformer, ya ha avanzado que Revue morirá en menos de dos meses, su formato de textos largos, Notes, será pausado indefinidamente; y que se va a trabajar en el relanzamiento de Vine.
Vine fue una red realmente divertida, original e innovadora; y además, por su naturaleza en vídeo, mucho más potencialmente viralizable y monetizable. El texto está lejos de ello.
Musk anunció también en la noche —española— del sábado una nueva posibilidad para agregar textos largos y evitar así los pantallazos de aplicaciones de notas, pero si Revue y Notes tienen sentenciado su destino, no hay mucho espacio para pensar que esto va a ser una solución para evitar un formato absurdo (esos pantallazos), no tanto para dar alas creadoras a quienes prefieren ese formato.
El dinero online en esta era está en el vídeo y el texto es de parias. Lo supo Facebook y nos encasquetó clips lacrimógenos con música de violonchelo y subtítulos intermitentes hasta que fue insoportable y se reveló que inflaban sus propios métricas (y los medios corrimos a sacar tajada, ejem). Lo supo Instagram y de una red social de fotografía móvil ha pasado a ser una red social de postureo filmado. Lo supo TikTok y ha tenido un crecimiento como el de ninguno de sus predecesores.
Musk también lo sabe, y quienes tenemos una newsletter en Revue ya hemos empezado a organizar la mudanza; a darle al unfollow a esa prometedora cuenta llamada Twitter Write y a ensayar un saludo divertido frente al espejo antes de soltar un "qué patético" entre dientes.
Hemos terminado la jornada sacando del carrito de Amazon la Sony Alpha mirrorless y pensando que algo saldrá, que el futuro ya nos volverá a sonreir, que si sobrevivimos al adiós de Barrapunto, sobreviviremos a esto.
Y al final nos embarga esta extraña sensación de nostalgia sobre algo que ni siquiera ha terminado de ocurrir pero que ya parece inevitable. La nostalgia de una vida mejor, en la que quienes lográbamos construir una cierta comunidad online solo teníamos First World Problems ("¿al final Medium ha lanzado el rediseño ese chungo o no? ¿Debería apostar por párrafos más cortos?"). No tiene pinta de que ninguna plataforma masiva vaya a darnos cobijo pronto. Al menos uno escribe en Xataka. Es el mercado, amigo.
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