Vuelven las colas en los supermercados y en las gasolineras: la inflación activa el acopio de nuevo

Colas enormes en la gasolinera, supermercados racionando algunos productos, botellas de un litro de aceite con antirrobo... Y es que, como dicen que decía Mark Twain, "la Historia no se repite, pero rima". Porque ¿quién podía imaginar que (por motivos distintos y bajo circunstancias diferentes) tanto marzo de 2020 como marzo de 2022 se iban a estrenar con lineales vacíos y miles de personas haciendo acopio de todo lo que se pueda acumular? Pero ¿estamos realmente hay riesgo de caer hiperinflacción y desavastecimiento o estamos sobreactuando ante un fenómeno transitorio?

Señales de alarma. Lo cierto es que, aunque la atención mediática se ha centrado en el aceite de girasol, las subidos de precios están siendo generalizadas. Lo más llamativo quizás sean los hidrocarburos: El litro de diésel está 20 céntimos más caro que hace una semana y el de gasolina, 15 céntimos. Pero no, no es un hecho aislado. En febrero, antes de que se pudiera notar el grueso de las consecuencias económicas de la gruerra en Ucrania, los precios subieron un 7,6% frente al año pasado. Estamos hablando en la mayor escalada desde diciembre de 1986.

Y no hay indicios de que esto vaya a acabarse. Tanto es así que Gobiernos, sindicatos y patronal se han sentado para acordar un "pacto de rentas"; es decir, un acuerdo entre los agentes sociales que se controlen tanto el aumento de salarios como el crecimiento de márgenes empresariales y, así, frenar una posible espiral inflacionista. Es, salvando las distancias, lo más parecido que hay a una "devaluación" teniendo en cuenta que España no puede usar la política monetaria para controlar la inflacción. El resultado último es el mismo: una pérdida generalizada del poder adquisitivo para intentar evitar un escenario de hiperinflacción.

¿La respuesta? Acumular. Mientras las autoridades y algunas asociaciones de consumidores llaman a la calma, las redes sociales se han llenado de fotografías de precios de la gasolina, vídeos de decenas de coches haciendo cola para repostar y supermercados vacíos. Aún es pronto para saber si es algo puntual y limitado o se trata solo de los primeros momentos de una enorme "bola de nieve", pero el miedo y la incertidumbre está en la calle.

Y no solo en la calle. A nivel financiero, "la invasión militar y los efectos indirectos de las sanciones a Rusia (inflación, posibles interrupciones de suministro energético, pérdidas en las compañías con exposición a Rusia y riesgo de crédito) atenazan las bolsas, generan volatilidad e invitan a la prudencia", argumentaban desde Bankinter para explicar el "pánico vendedor" que estaba afectando al IBEX y a las bolsas europeas en general. Muchos países hablan ya abiertamente de miedo a la hiperinflacción y las incertidumbres asociadas a la pandemia, las huelgas en el sector de transportes y el conflicto bélico en Europa no ayudan a trazar un plan de acción claro para evitarlo.

Pero ¿Estamos sobreactuando? Esa es seguramente la pregunta clave en estos momentos. Sobre todo, porque a la situación actual, hay que sumarle que nos encontramos ante uno de esos fenómenos económicos en los que "la profecía autocumplida" juega un papel clave. Es decir, que la "fiebre del acopio" cuando hay miedo de desabastecimiento puede acabar provocando el desabastecimiento mismo. Es, económicamente hablando, una pescadilla que se muerde la cola.

No obstante, hay que recordar que (excepto en productos muy concretos) tenemos un problema de inflación, no de abastecimiento. A priori, no tenemos motivos racionales para pensar que la producción y la distribución se vaya a cortar precisamente cuando más rentable es. Por lo que los acopios, al menos en este momento concreto, son más fruto de histeria colectiva que del cálculo racional.

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