Steve Jobs era un empresario muy particular. Depende de a quién preguntes te dirán que era un visionario persistente e innovador, un líder carismático y controvertido, o una combinación de estas y otras características que definían su curiosa personalidad.
Lo que sabemos, por los hechos que se han dado a conocer, es que tenía una extraordinaria habilidad para persuadir a las personas y, casi siempre, trataba que las cosas se hicieran a su manera. Sin embargo, como cuentan nuestros compañeros de Applesfera, esto no siempre fue así.
La solución a un problema que costaba 100.000 dólares
A mediados de la década de 1985, Jobs abandonó Apple. El empresario se encontraba fuera de la empresa que él mismo había fundado junto Steve Wozniak y Ron Wayne. No obstante, había fundado una nueva empresa llamada “Next”, que estaba dando sus primeros pasos.
El proyecto estaba destinado a vender estaciones de trabajo pensadas para el ámbito educativo y no para los usuarios generales (como una forma de no intervenir en el negocio de Apple). Pero, a la vez, quería que tuviese un logo tan identificable y único como el de Apple.
Según cuenta Walter Isaacson en la biografía del empresario, Jobs quería un logotipo de alta calidad y gran nivel. Para conseguirlo, no se le ocurrió mejor idea que recurrir a Paul Rand, uno de los diseñadores de logotipos empresariales más destacados de la época.
El hombre estaba detrás de logotipos tan famosos como los de la revista Esquire, la firma de ordenadores IBM, la cadena estadounidense de televisión ABC y el servicio de mensajería UPS. En ese momento, según Jobs, era el profesional idóneo para crear el logotipo de su nueva compañía Next, pero rápidamente surgió un gran problema.
Rand había creado el logotipo de IBM, por lo que el hecho de que el diseñador trabajara para Apple podía generar un conflicto de intereses ya que se trataba de dos empresas del mismo rubro. Antes de que Rand pudiera dar un paso, IBM debía dar el visto bueno.
En este tipo de momentos era donde Jobs destacaba. El empresario movió cielo y tierra para convencer al gigante de los ordenadores. En primer lugar, intentó contactar telefónicamente con John Akers, el máximo responsable de la firma, pero no lo consiguió.
Ante la insistencia, consiguió hablar con el vicepresidente de IBM, Paul Rizzo, que después de un par de días llegó a la conclusión que intentar resistir al pedido de Jobs era tiempo perdido. Así, IBM dio el visto bueno para que Rand pudiera trabajar para Next.
Con esta primera victoria, Jobs se reunión con Rand y le preguntó que le daría varias opciones para que él eligiera una. La respuesta del diseñador fue directa y contundente: “Resolveré tu problema y tú me pagarás. Puedes utilizar lo que yo produzca o no, pero no presentaré varias opciones, y en cualquiera de los casos me pagarás”.
Recordemos que el cofundador de Apple se caracterizaba por ser impredecible. Podía rechazar completamente el comportamiento de Rand o mostrarse encantado. En este caso ocurrió lo segundo. Según Isaacson, Jobs se sintió identificado con aquel razonamiento. Para él, estaba negociando con una persona con un “exterior duro” con imagen de cascarrabias que por dentro “era como un osito de peluche”.
La cantidad de dinero que tenía que desembolsar Jobs, no obstante, no era insignificante. Si bien no era una fortuna, se trataba de 100.000 dólares que debía pagar le gustara o no el trabajo de Rand. Entonces, como decimos, el empresario aceptó y Rand presentó su propuesta dos semanas más tarde.
El cuaderno de diseño presentaba varias páginas en las que se describía el proceso que había seguido el diseñador hasta llegar al logotipo final que se encontraba en la última página. ¿Qué había entonces? Un cubo inclinado y de aspecto informal cuya palabra Next estaba dividida en dos líneas y la letra “e” estaba en minúscula.
Jobs se levantó de la mesa y abrazó a Rand. Él estaba de acuerdo en la propuesta casi en su totalidad. Discrepaba en la idea de utilizar un color más brillante en la “e” del logotipo. El talentoso (y testarudo) diseñador respondió: “Llevo cincuenta años dedicándome a esto y sé lo que hago”. Sorprendentemente, Jobs lo aceptó y no insistió.
Como posiblemente imaginas, aquel trabajo de Rand se convirtió en el logo oficial de NeXT (que pasaba a tener una “e” minúscula). Desafortunadamente, el desempeño de la compañía no fue el ideal y sus productos resultaron ser decepcionantes a nivel comercial, pero su esencia fue un gran recurso para Apple, que la compró en 1997 y marcó el regreso de Jobs a la compañía de Cupertino.
Imágenes: Bernard Gotfryd (The United States Library of Congress) | Apple (Wikimedia Commons)
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