La movilidad tal y como la conocemos cambia a pasos agigantados. Hoy en día, aún depende en buena parte de los combustibles procedentes del crudo. Pero ese escenario está mutando. No es un despropósito pensar que una parte significativa de la red minorista de combustibles en algunos mercados podría no ser rentable para 2035. Con vistas a un futuro así, hay un sector que se prepara para recibir el embate de la transformación energética: el de las estaciones de servicios, que ya comienzan a cambiar su modelo de negocio para verse cada vez más como surtidores de servicios.
Aunque la velocidad de cambio dependerá en gran medida de las políticas medioambientales que adopten los diferentes países, las compañías energéticas ya han comenzado a moldear el modelo de estos establecimientos. Las gasolineras del futuro serán un surtidor de servicios que habrá de responder a las necesidades de vehículos eléctricos, híbridos, autónomos y compartidos. Además, el porcentaje de beneficio proveniente de la gasolina y el diésel continuará decreciendo.
Un sector acostumbrado a que el dinero llegara solo y que se enfrenta a una pérdida de su valor residual brutal. Porque el problema aquí es que las gasolineras pertenecen a un tipo de negocio que está en vías de extinción: negocios con una relativa baja barrera de entrada de preparación intelectual y estratégica, como los bares, estancos o similares. Y, al igual que los bancos, que han enterrado miles de millones de euros en digitalizarse sin entender que el problema es que la propuesta de valor ha periclitado y que ya no sostiene la actual estructura, se han arrojado en brazos de la tecnología. ¿Son las estaciones de servicio las nuevas sucursales bancarias del futuro?
En primer lugar, tal y como ya apuntan algunos analistas, el coche eléctrico será cada vez más eficiente y más barato. Lo estamos viendo con un sustancioso descenso en el coste de las baterías. En segundo lugar, los vehículos híbridos y de hidrógeno están preparando el campo de batalla de los próximos años, habiendo penetrado ya en prácticamente todos los programas de los fabricantes de automóviles. Este desarrollo representa una gran amenaza para los minoristas de combustible.
Y una de las fuerzas que está impulsando este movimiento es también la implementación de regulaciones destinadas a limitar las emisiones de gases de efecto invernadero. Por ejemplo, el Reino Unido ha ordenado que para 2040 todos los automóviles y camionetas nuevos vendidos en el país deben ser capaces de lograr cero emisiones de gases de efecto invernadero, un requisito que aumentará la demanda de baterías eléctricas o de hidrógeno.
Sí, las gasolineras y estaciones de servicio tienen unos años complicados por delante, por la necesidad de modernizarse. Muchos optarán por un cambio por pasos, ofreciendo combustible y cargadores al mismo tiempo. Otros van a querer reinventarse desde el principio.
Los problemas de fondo
Para ahondar más en el asunto, hemos entrevistado a Javier G. Recuenco, CSO de Singular Solving, quien señala que uno de los problemas fundamentales viene derivado de que “las nuevas generaciones no tienen ningún tipo de interés en el coche. Ni sirve como símbolo de estatus ni proyección de quién eres” y espera que el 60% de las estaciones de servicio pierdan entre un 40% y un 60% de su valor residual en los próximo 5 años.
El ímpetu de esta disrupción provendrá de una variedad de nuevas y poderosas tecnologías digitales, desde inteligencia artificial hasta robótica e Internet de las cosas. Y es probable que todo esto modifique el diseño de las estaciones de servicio y tiendas de conveniencia, aprovechando de alguna manera las nuevas herramientas digitales.
Sin embargo, Recuenco señala que lo que está pasando es que “se está tratando de convertir a las EESS en sitios llenos de terminales y de tecnología sin ningún propósito o valor”. “Yo personalmente creo que en la mayoría de los escenarios que se barajan, la tecnología no soluciona nada cuando tienes un problema serio de transformación del modelo de negocio. Es bastante probable que un montón de pequeños empresarios, que no son particularmente fluidos en temas de entendimiento de propuestas de valor, se dediquen a gastar un dinero en una serie de tecnología que luego no va a servir para nada”, explica.
Recuenco compara el fenómeno con el de la transformación del sector bancario. “Sucede igual que con los bancos, que se han gastado 4.000 millones de euros para no mover la aguja ni un solo milímetro, porque su problema principal es de propuesta de valor. Lo más probable es que se intente actualizar de una manera atropellada tecnológicamente para no atajar completamente el problema”, señala.
Y mientras, todas las compañías ya están moviendo ficha para dibujar alianzas estratégicas con empresas de otros sectores. Repsol, por ejemplo, con una red de 3.500 estaciones de servicio en España, mantiene una política de asociación con empresas como El Corte Inglés o Amazon, con diez gasolineras que disponen de Amazon Lockers. También con otras como Correos, Starbucks o la ONCE. No solo ella. Cepsa tiene varios convenios con Carrefour, Amazon y Correos. Y gracias a su acuerdo con Ionity prevé instalar hasta 100 puntos de recarga eléctrica en España y Portugal.
“Todos los pactos históricos que se han hecho en las EESS jamás han dado dinero, sólo ha salido de los carburantes. De hecho, nadie ha hecho dinero con la tienda", comenta Recuenco, quien explica que no es tan sencillo hacer una reconversión de un modelo de negocio donde el beneficio estaba en el carburante en una serie de modelos de negocios en los cuales los proveedores de la franquicia tienen muy atados sus beneficios antes de empezar. Es decir, tienen que hacer una cantidad de ventas absolutamente demenciales solo para cubrir los costes de entrada.
España es también uno de los países que más está apostando por el hidrógeno como energía para la movilidad. De hecho, la Hoja de Ruta del Hidrógeno, aprobada por el Gobierno de España, contempla la implantación de una red con un mínimo de 100 hidrogeneras para 2030. De esta forma, estos vehículos se presentan como una gran alternativa para lograr cero emisiones con ciertas ventajas como tiempos de repostaje similares al de combustión, no necesitan enchufe en el garaje, ofrecen mayores niveles de autonomía, y menor dependencia de la batería. Por lo que no es descabellado pensar que el coche eléctrico dominará en los núcleos urbanos y el de hidrógeno en los trayectos largos.
Adaptarse o morir
En Xataka también nos hemos puesto en contacto con la Agrupación de Vendedores al por menor de Carburantes y Combustibles. Su secretario general, Víctor García Nebreda, piensa que en este punto hay que ser realistas. “Para suministrar todas las energías que pueden estar presentes al mismo tiempo, sería necesario hacer inversiones multimillonarias que en la mayoría de los casos no se amortizarían y además haría falta tener terreno suficiente para ubicarlas, lo que en estaciones urbanas no ocurre en la mayoría de los casos”, comenta.
También ahonda respecto a los puntos de recarga en que ya hay muchas estaciones que los tienen pero “el problema es que el vehículo eléctrico reposta generalmente por la noche en las plazas de garaje y que todavía no son un producto elegido para viajar por sus cortas autonomías".
García Nebreda coincide también en que ni la tienda ni otros servicios pueden sustituir a la gasolina: “El principal ingreso siguen siendo los carburantes y, si no se venden, las sinergias con otros servicios no se producirán”, señala. Y hace hincapié en que la transformación lleva años llevándose acabo, pero que lo lógico “sería aprovechar desde ya la red logística que suponen las 12.000 estaciones españolas para seguir suministrando la energía que usen los vehículos en cada momento. Algo complicado al ser dificil de aventurar cuál va a ser el resultado final de la transición energética”.
Existe otro factor importante: a medida que la movilidad compartida continúa ganando terreno, otro cambio significativo la apoyará: la aparición de vehículos autónomos (AV). Ya hay numerosas empresas, incluidos OEM tradicionales como Ford y Toyota y nuevos actores digitales como Google y Uber, que están invirtiendo fuertemente en el desarrollo de conducción autónoma. A medida que los vehículos autónomos reemplacen a los conductores humanos, los servicios de movilidad compartida serán cada vez menos costosos para los clientes y crecerán.
Y eso afecta de lleno a los minoristas del combustible, porque el reabastecimiento o la recarga de los vehículos automáticos de servicio de movilidad compartida se producirá comúnmente mientras los vehículos están vacíos de pasajeros, en áreas de estacionamiento de AV exclusivas ubicadas fuera de las áreas urbanas. El resultado será una disminución en el tráfico de clientes en las estaciones de servicio.
En este aspecto, Arturo Pérez de Lucía, director general de la Asociación Empresarial para el Desarrollo e Impulso del Vehículo Eléctrico (AEDIVE) lo tiene claro y reafirma la necesidad de instalar cargadores en las EESS. “A diferencia del combustible, que precisa en las estaciones de servicio con depósitos de almacenamiento que cumplan una ITC rigurosa y disponga de sistemas de verificación de la estanqueidad y detección de fugas, en las infraestructuras de recarga se precisa simplemente de una conexión a la red eléctrica, razón por la cual los puntos de carga pueden instalarse en estaciones de servicio o en otros emplazamientos como restaurantes, hoteles, áreas de descanso, etc”, comenta.
Si las estaciones de servicio quieren seguir siendo la referencia para que los conductores paren a alimentar sus vehículos, ya sea con combustibles, con electricidad o hidrógeno en un futuro no muy lejano, deberán apostar por disponer de este tipo de infraestructuras. “A modo de ejemplo, como usuario, cuando viajo de Madrid a Asturias y viceversa con mi coche eléctrico, suelo parar en un área de descanso en Villapando, junto a un restaurante donde aprovecho para comer, tomar un café o un refrigerio mientras recargo 10 o 15 minutos, que es un tiempo más que razonable para estirar piernas y descansar en el viaje, tal y como estipula la DGT. Ese restaurante tiene una estación de servicio enfrente, pero los que usamos coche eléctrico no reparamos en su existencia porque no dispone aún de infraestructuras de recarga”, explica.
¿Están las estaciones de servicio destinadas a desaparecer entonces? “Yo no hablaría de desaparición, entre otras cosas, porque las estaciones de servicio gozan de ubicaciones estratégicas, en especial en itinerancia, que las hacen muy atractivas para el suministro de cualquier fuente de energía necesaria para mover un vehículo. Por otro lado, aquellas estaciones de servicio que no se adapten a lo nuevo, corren el riesgo de dejar de ser atractivas para los usuarios”, señala Pérez de Lucía.
Con todos los escenarios posibles sobre la mesa, aún habrá que esperar un poco más para conocer el destino que le aguarda a unos establecimientos que, sin duda, han formado durante décadas parte de un hábito de consumo arraigado en los conductores. Un sector que se enfrenta a una transformación inexorable y que pronto empezará a pisar los talones de todos los empresarios, si no ha comenzado ya a llamar a sus puertas.
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