Alemania ha metido la sexta en su "independencia" del gas ruso: ya tiene su primer puerto para GNL

A las puertas de un invierno marcado por el cierre del grifo del gas ruso, clave hasta ahora en su suministro, Alemania pisa el acelerador para garantizarse el abastecimiento. El calendario aprieta, el escenario es complicado y los trámites que en otro contexto se eternizarían en los despachos han pasado a agilizarse al máximo con un objetivo claro: salvar los meses más fríos del año. Por si hubiera dudas, las autoridades germanas acaban de dejar un ejemplo claro en la Baja Sajonia, donde toma forma en un tiempo récord una nueva infraestructura energética estratégica.

194 días. Eso, poco más de medio año, es lo que ha tardado Alemania en preparar su nuevo embarcadero para gas natural licuado (GNL) en Wilhelmshaven, una infraestructura clave con la que la nación, comenta el ministro de Medio Ambiente y Energía de Baja Sajonia, Christian Meyer, quiere “contribuir a un suministro seguro”. La nueva terminal —primera de su tipo en el país— está pensada para la importación de GNL, gas natural que se enfría hasta llevarlo a un estado líquido que facilita su transporte y se reconvierte en estado gaseoso cuando llega a su destino.

La terminal de Wilhelmshaven se completa con una unidad de almacenamiento y regasificación (FSRU) que facilitará las descargas. Reuters precisa que, en concreto, empleará el FSRU Hoegh Esperanza, un buque que la semana pasada seguía aún en un astillero francés y que de cumplirse los planes del Ejecutivo germano llegará a su destino en el Mar del Norte a mediados de diciembre. En enero podría estar en condiciones de regasificar el GNL que llegue en buques cisterna.

Con la sexta metida. Como destacan sus autoridades, que presumen de haber logrado la primera infraestructura en apenas 194 días, Alemania está metiendo sexta para prepararse a las puertas de un invierno marcado por la crisis energética. En condiciones normales levantar un proyecto como la terminal de GNL de Wilhelmshaven llevaría años para cumplir con los trámites burocráticos —anota la cadena BBC—, pero la administración ha optado por aligerar el proceso para que la obra pudiera estar lista en menos de 200 días. En mayo las autoridades federales del país presentaron un proyecto de normativa que pretendía, precisamente, acelerar el uso del GNL en el país.

La primera pieza, no la única. La nueva terminal de Wilhelmshaven es importante, pero no es una pieza suelta, ni aislada; se enmarca en un sistema mucho mayor con el que Alemania quiere reforzar su suministro. El ministro de economía, Robert Habeck, ya ha anunciado que a principios de año entrará en funcionamiento también una segunda terminal flotante en Brunsbüttel.

El país tiene otros proyectos en Stade y Lubmin que estarán operativos a finales de 2023. Hacia el cuatro trimestre se pondrá en marcha además otra FSRU en las instalaciones de Wilhelmshaven. Si llegasen a alcanzarse la media docena —se plantea una privada prevista ya para finales de 2022—, anota Reuters, podrían cubrir un tercio de las necesidades anuales de gas de Alemania.

Objetivo: cubrir el hueco de Rusia. El objetivo está claro: reforzar el suministro de Alemania y paliar la dependencia energética de la república con Rusia, un vínculo que se ha visto gravemente dañado por la guerra de Ucrania. Berlín ya se ha marcado la meta de frenar cualquier flujo ruso para el verano de 2024 y ha decidido acelerar la búsqueda de suministros alternativos.

Hace un año Alemania obtenía el 60% del gas que consumía de los acuerdos con Moscú, un flujo más que notable que llegaba en gran medida a través del gasoducto Nordstream. En un escenario marcado por la guerra de Ucrania esa dependencia se ha convertido en un reto para Alemania.

Cubriéndose para el invierno. Conscientes de ese complejo escenario y de la proximidad del invierno, Alemania ha querido además garantizarse un sólido aprovisionamiento de gas. La semana pasada sus reservas estaban al completo, pero hay quien advierte que ni siquiera ese volumen será suficiente para sobrellevar todo el invierno satisfaciendo el consumo privado y el de la industria. Las autoridades germanas se esfuerzan en cualquier caso en trasladar un mensaje de tranquilidad: “La seguridad energética para este invierno está garantizaba”, recalcaba hace poco el canciller.

La otra cara de la estrategia. La estrategia alemana suscita también algunas preguntas, como en qué medida afectará a la transición hacia energías más respetuosas con el medio. Las autoridades germanas son conscientes y el propio Meyer ha querido insistir en que la meta sigue siendo “reducir aún más las importaciones de combustibles fósiles”. “El objetivo es pasar a los gases verdes neutros para el clima lo antes posible y convertir a Wilhelmshaven en el centro neurálgico del hidrógeno verde y la importación de renovables del Mar del Norte”, recalca el ministro.

Otra de las claves es en qué medida la nueva demanda alemana de GNL influirá en el mercado global. “Hay un montón de países, sobre todo economías emergentes, fuera del mercado y ya no pueden abastecerse del GNL que necesitan porque tienen menos poder adquisitivo que Alemania”, señala a la cadena BBC Andreas Goldthau, de la Escuela de Asuntos Públicos Willy Brandt. El riesgo es que naciones más pobres se vean abocadas a una situación vulnerable, con riesgo de apagones o tener que echar mano de fuentes de energía más contaminantes, como el carbón.

Imágenes: NPorts/Wolfhard Scheer y UNIPER

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