La historia del aire acondicionado es de lo más interesante. El calor es algo que siempre ha estado ahí y no sólo nuestro cuerpo responde de cierta forma con calor, sino que algunos materiales no lo llevan bien y hacen que algunas tareas sean más complicadas. A lo largo de los años, las civilizaciones han ido soportando las altas temperaturas como podían (con ventiladores en el caso de los chinos, comiendo nieve en el de los romanos o mediante canales por el interior de las villas como hicieron los árabes.
Hace unos cientos de años, sin embargo, los persas ya tenían algo llamado ‘cazador de viento’ que permitía enfriar habitaciones de una forma eficiente y con diferencias de hasta 16º con la temperatura exterior. Y son unas estructuras fascinantes.
Una chimenea. Más o menos. Es complicado trazar el origen de las torres de viento, pero se estima que tienen unos 1.500 años, aproximadamente. Aunque se encontraron vestigios en el Antiguo Egipto, parece que fue en la zona de Mesopotamia, el actual Irán, donde más se refinó y popularizó el uso de estas estructuras entre los siglos V y XIV.
Se trata de una torre que cuenta con una serie de aperturas y cuya misión es la de recolectar el viento. Se fabricaron de tres tipos dependiendo de su apertura: unidireccional (una sola abertura en la dirección del viento predominante), bidireccional y multidireccional (múltiples aberturas en posición perpendicular a la dirección del viento).
Aire acondicionado primigenio. Estas torres constituían un sistema de refrigeración pasiva y estaban muy optimizadas. Los ingenieros conocían que los ángulos agudos favorecían la separación del flujo del aire y eran una forma más óptima que las formas redondeadas y era posible, en algunos casos, cerrar total o parcialmente el canal de aire para evitar la propagación de enfermedades o la entrada de arena en tormentas.
Y su funcionamiento es de lo más sencillo. La elevación de las torres es esencial no sólo para captar el aire limpio, sino para causar el efecto chimenea en el interior de la estructura. Las aberturas de la torre captan el aire limpio y frío, que es conducido hacia el interior de la vivienda o habitación. Debido a la flotabilidad térmica (el aire frío pesa más que el caliente), se desplaza el aire caliente interior hacia arriba y, gracias a ese efecto chimenea, sale por una de las aberturas de salida que no están captando el viento.
Añadiendo aguas subterráneas. Más allá de conocer la separación del flujo, los arquitectos añadían biseles que eran una especie de alerón para reducir las turbulencias en caso de que el viento fuer demasiado fuerte. Aunque este sistema es efectivo porque permite evacuar el aire caliente y sustituirlo por aire fresco y limpio, todavía se podía optimizar un poco más. Y eso es lo que hicieron.
Algo que también desarrollaron los persas hace unos 3.000 años fueron los qanats. Se trata de un sistema de irrigación de agua subterránea que pasa por debajo de la villa y que constituía un sistema de canales. Entre el qanat y la vivienda había un espacio por el que circulaba aire a una temperatura agradable gracias a la convección y descubrieron que podían crear aberturas en el suelo de las casas para que ese aire frío entrara tanto por arriba por el cazador de viento como por la zona inferior.
Pasado y… ¿futuro? Al final, se trata de un sistema que genera una ventilación natural gracias a la canalización inteligente del aire limpio y la expulsión del aire caliente del interior. Esas diferencias de temperatura entre el interior y el exterior es aprovechada para variar la presión, y precisamente eso es lo que se está explorando en algunas ciudades actualmente.
Más allá de los edificios históricos que siguen utilizando este sistema en zonas de Irán o Egipto, tenemos ejemplos como la Universidad de Qatar en Doha con un sistema similar. En Europa, edificios como el espacio polivalente de Saint-Éthiene Métropole utilizan colectores de aluminio que funciona en cualquier dirección del viento. Y en Reino Unido hay edificios con torres que permiten este efecto de chimenea de ventilación. Entre otros edificios en distintas partes del mundo.
Cambio climático. Y lo interesante es que, en una época en la que estamos explorando opciones para disminuir nuestra huella de carbono, soluciones del pasado pueden ser relevantes en nuevas construcciones. Con este sistema de cazadores de viento se puede reducir la temperatura entre 8 y 16º en comparación con la temperatura exterior, lo que supondría un ahorro de energía considerable.
También se han realizado estudios que demostraron que incorporando estos sistemas de atrapavientos pueden reducir un 23,3% el coste del consumo de energía de un edificio. Teniendo en cuenta que la ventilación mecánica convencional representa una quinta parte del consumo de electricidad a nivel mundial (es una burrada), estas alternativas ganan papeletas para ser tenidas en cuenta.
Como decimos, hay varias construcciones a lo largo del mundo que han optado estas últimas décadas por estas soluciones de refrigeración pasiva. Y si ves una, ya sabes que no es un prodigio de la arquitectura moderna, sino algo con algunos milenios a sus espaldas.
Imágenes | Rαge, Bernard Gagnon, Sky2105
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