Actualmente Francia tiene 56 reactores nucleares en operación. Solo Estados Unidos tiene más, 92, y por detrás y pisándole los talones acelera China, con 54. Estas cifras han sido recogidas por la consultora Statista. Eso sí, no debemos pasar por alto que tanto Estados Unidos como China son países mucho más poblados que Francia. Sea como sea es evidente que la apuesta de los galos por la energía nuclear es muy sólida, y están decididos a proteger su estrategia.
En pleno debate acerca del papel que debe jugar esta forma de energía en el futuro modelo energético europeo lo peor que podría pasar a Francia es que la nuclear deje de ser considerada por Europa una energía verde. El Parlamento Europeo aprobó a principios de julio de 2022 la inclusión de la nuclear y el gas natural en el paquete de las "energías verdes", y lo hizo con un propósito: allanar el camino del Viejo Continente hacia la eliminación total de las emisiones de CO2 en 2050.
No obstante, esta medida es mucho más que una mera formalidad burocrática. Las fuentes de energía a las que se les cuelga la etiqueta verde cuentan con el respaldo financiero de la Unión Europea, y Francia no está dispuesta a prescindir de este apoyo. Sin embargo, este tratamiento tiene fecha de caducidad. La Comisión Europea ha acordado que en 2030 el gas natural dejará de ser incluido en el paquete de las energías verdes, y en 2040 la energía nuclear correrá esa misma suerte. Mientras tanto ambas serán consideradas "actividades de transición".
Europa está dividida: estos son los diez aliados y los argumentos de Francia
Emmanuel Macron, el presidente de Francia, no está perdiendo el tiempo. Es evidente que su apuesta por la energía nuclear se debilitará en el momento en el que deje de contar con el beneplácito de la Unión Europea en su conjunto, y la manera más eficaz de evitarlo no es otra que recabar aliados que estén dispuestos a desarrollar e invertir en su propia infraestructura de energía nuclear. Francia necesita, en definitiva, que otros países estén dispuestos a seguir su camino. Y de momento no le va mal. De hecho, ya cuenta con el compromiso de diez aliados.
Polonia, Croacia, Bulgaria, Finlandia, Hungría, Países Bajos, Rumanía, Chequia, Eslovaquia y Eslovenia se han unido a Francia en su cruzada a favor del desarrollo y el fortalecimiento en Europa de la energía nuclear. Macron y sus aliados se oponen a que esta forma de energía vuelva a ser discriminada. El recelo hacia la nuclear nació en Europa en 1986 como consecuencia del desastre de Chernóbil (Ucrania), y el accidente que tuvo lugar en Fukushima (Japón) en 2011 dio alas a una desconfianza que ha calado muy hondo en los críticos con la energía nuclear.
En esta coyuntura Francia y los países que respaldan su modelo energético se aferran a argumentos poderosos para impedir el declive en Europa de la nuclear. En promedio esta forma de energía representa aproximadamente el 70% de la generación de electricidad en Francia, una cifra que respalda el impacto que puede tener en un modelo energético que le es tan afín. Macron, además, aduce que la nuclear no conlleva la emisión de gases de efecto invernadero, y defiende el rol clave que puede tener en la fabricación de hidrógeno como una de las medidas que pueden ayudar a Europa a cumplir sus compromisos medioambientales.
No obstante, la energía nuclear tiene a su favor otra baza importante que está adquiriendo más relevancia a medida que se recrudece el conflicto entre Occidente y Rusia: Europa necesita hacer viable su independencia energética. En cualquier caso, hay varios países que se mantienen en las antípodas de Francia en este ámbito. Alemania y España lideran el movimiento europeo que combate la equiparación de la nuclear y las renovables, y por el momento no hay indicios que nos inviten a aceptar que su postura vaya a cambiar a corto plazo.
Los argumentos que han llevado a estos últimos países a ejecutar la desconexión y el desmantelamiento programados de sus plantas de energía nuclear son de sobra conocidos, pero los más relevantes son su coste, los desafíos que entraña la gestión de los residuos radiactivos y la desconfianza en su política de seguridad. Es evidente que las posturas que sostienen Francia y sus aliados por un lado, y Alemania y España por otro, son difícilmente reconciliables. Y precisamente ahora más que nunca no cabe duda de que Europa necesita mantenerse unida.
Imagen de portada: Presidente de Ucrania | Schölla Schwarz
Más información: NucNet
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