Europa quiere más energía eólica. Mucha más. La hoja de ruta de Bruselas contempla que en cuestión de tres décadas, para 2050, suponga la mitad de su electricidad. ¿Cómo? Pues sus planes pasan por aumentar la que se genera en tierra de los 173 GW actuales a 1.000 GW y disparar la de origen marino para que pase de 16 a 300 GW. Reino Unido, en una línea similar, plantea también un estirón de la offshore para surtir a todos sus hogares a finales de esta misma década. Si se cumplen las previsiones, para 2030 podría haber en todo el mundo 30.000 turbinas de eólica marina.
La pregunta que acaban de hacerse un grupo de científicos es... ¿Y si, de paso que aumentamos el número de turbinas en los océanos contribuimos a la biodiversidad? Su conclusión —que acaban de desgranar en The Conversation— es que se puede. No solo eso. Gracias a ellas podríamos también paliar un efecto del cambio climático que amenaza con empobrecer los mares.
Una fuente extra de turbulencias
La idea a la que han llegado es que las turbinas pueden crear una "nueva fuente artificial de turbulencias" en los océanos. De entrada puede sonar como algo negativo, un inconveniente de la actividad de los generadores eólicos; pero en realidad esas fluctuaciones son una bendición para los mares "estratificados", aquellos que se pueden dividir en varias capas y en los que el flujo del agua entre unas y otras resulta fundamental para que prospere la vida marina y la biodiversidad.
En condiciones normales, los mares se las apañan perfectamente sin nosotros y esa labor de "batidora" la asumen las mareas, olas y vientos. El cambio climático ha provocado sin embargo un desajuste que —sostienen los investigadores— podríamos paliar gracias a las turbinas.
Vayamos por partes.
Durante su investigación, los científicos se fijaron en las aguas de Reino Unido hacia las que se propone expandir las turbinas. Su atención se centró de forma especial en aquellas zonas profundas y que se "estratifican" con el paso de las estaciones, lo que significa que pueden identificarse capas con diferentes características con el paso de los meses. En invierno el agua se mezcla, pero con la primavera se separa en "estratos": sobre la capa fría se forma otra, más superficial y caldeada por el sol. Puede parecer un detalle menor, pero esa división es crucial para la vida.
En palabras de los propios investigadores, favorece una "explosión masiva de vida marina". El fitoplancton florece en las aguas de la parte superior, las más calientes, y sienta las bases de una compleja cadena de la que también forman parte otras muchas criaturas, como los peces o las aves. Cuando la riqueza de la capa cálida se agota, le toca el turno a las aguas más profundas.
Para que esa dinámica funcione hace falta sin embargo un factor clave: el "intercambio" de aguas, turbulencias generadas por las mareas, el viento o las propias olas. Su papel es importante también para que el oxígeno descienda a las capas más profundas y ayude a la descomposición.
¿Problema? Que los cambios en el clima han descuadrado ese delicado equilibrio, adelantando el proceso y la floración del plancton y limitando el papel de las mareas, olas y vientos para remover los nutrientes que se encuentran en las profundidades. Es ahí donde las turbinas eólicas instaladas en las aguas más profundas pueden jugar un papel clave, ayudando a las turbulencias y la generación de estelas que mezclen las capas más frías y cálidas y, con ellas, nutrientes y oxígeno.
"Algo similar ya ocurre en torno a los bancos submarinos, razón por la que con frecuencia se encuentran pesquerías muy productivas en lugares como Dogger Bank, en el Mar del Norte, o los Grandes Bancos de Terranova, puntos poco profundos donde se han mezclado diferentes capas del océano", recogen los investigadores en The Conversation. Con esos datos sobre la mesa, animan a que al planificar las turbinas se piense en cómo pueden favorecer los ecosistemas.
El efecto de las turbulencias en ciertos mares suma una pieza al complejo debate sobre cómo expandir la energía eólica respetando al mismo tiempo el medio ambiente. Hace un año SEO/BirdLife planteaba a las autoridades y el sector que la expansión de los generadores offshore se haga desde el respeto al medio y sin repetir los "desajustes" que, apuntan, se han dado con las plantas creadas en tierra. Entre otras cuestiones, señalan la importancia de actualizar la zonificación, respetar las áreas protegidas, trazar una implantación escalonada y atender a su impacto sobre las aves.
Algunos investigadores han ido más allá y advierten incluso del daño que puede causar las instalaciones en los ecosistemas, como el riesgo de colisión con pájaros, tortugas y mamíferos, los problemas de contaminación acústica y metales pesados que provocan o, directamente, los graves desperfectos que pueden ocasionar en los fondos marinos y la destrucción de hábitats.
Imágenes | Nicholas Doherty (Unsplash) y Jumanji Solar (Flickr)
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