Los parques eólicos offshore ganan fuerza. Lo hacen en Europa, con plantas como la de Wikinger, en Alemania, o la recién activada Hornsea 2, en el Mar del Norte; en Asia, que pisa fuerte con el impulso de China y Japón; e incluso aquí, en España, donde Greenalia proyecta varios parques marinos en las costas de Gran Canaria. Recién llegado a la Casa Blanca, incluso el equipo Joe Biden presentó un ambicioso plan para desplegar 30 GW de cara a 2030 y alcanzar los 110 GW con vistas a 2050, todo con la movilización de 12.000 millones de dólares anuales en inversiones de capital.
El problema es que el sistema, tal y como está trazado en la actualidad, exige un primer paso complejo y no exento de "cuellos de botella". Si EEUU, por ejemplo, quiere repartir 2.000 turbinas a lo largo de la costa del país, antes tendrá que analizar bien su impacto: mapear el fondo marino, estudiar el lecho, sus especies, calibrar el efecto de las plantas... Un proceso complejo.
Y lento.
Y costoso.
Completarlo requiere movilizar embarcaciones tripuladas y autónomas, además de dispositivos con sónar capaces de recopilar información sobre la profundidad, temperatura y composición del fondo. En total, varios meses de labor —medio año, según detalla el desarrollador de energía eólica marina Ørsted a Morning Brew— con un coste de decenas de millones de dólares. Solo que el barco se desplace hasta la zona de estudio puede exigir ya varias semanas de espera.
La clave, bajo el mar
La solución para agilizar la puesta en marcha de las granjas de molinos, facilitar su instalación y mejorar su conservación podría llegar de la mano de un nuevo aliado: los sumergibles; en concreto, de los submarinos eléctricos y autónomos —AUV, por sus siglas en inglés—, dispositivos capaces de navegar a cientos de metros de profundidad y estar operativos durante horas.
A diferencia de los grandes buques, que deben desplazarse hasta la zona en la que se quiere recabar la información geofísica y geotécnica, los AUV pueden además trasladarse desde la costa, sin necesidad de un barco, o incluso moverse de un punto a otro del globo en avión.
Una de las compañías que ha apostado con fuerza por ese nuevo nicho es Bedrock Ocean Exploration, que plantea el uso de submarinos autónomos para "recopilar y administrar datos del fondo marino de una forma más inteligente y eficiente". Sus AUV son portátiles y están pensados para misiones submarinas localizadas a profundidades de hasta 300 metros y a 90 km de la costa. La firma asegura que sus dispositivos permite ahorrar tiempo y gastos en la tramitación de permisos, operan con baterías de iones de lito, se desplazan a alrededor de dos o tres nudos —de 3,7 a 5,5 km/h— y sus clientes pueden consultar todos los datos directamente en la nube.
"El perfil operativo de los sondeos de Bedrock está optimizado para proyectos de energías renovables en el océano. Está diseñado para la exploración y el reconocimiento de emplazamientos, la exportación e instalación de cables entre redes y para estudios de operación y mantenimiento", detalla la empresa, que precisa también que su AUV puede utilizarse igualmente para proyectos de energía mareomotriz, almacenamiento de carbono o instalaciones de hidrógeno.
Según los cálculos que comparte su CEO y cofundador, Anthony DiMare, con Morning Brew, su objetivo es conseguir "un ritmo diez veces más rápido" que el que se logra ahora echando mano solo de los métodos tradicionales. Así, si el proceso dura ahora en torno a medio año, Bedrock busca dejarlo en apenas tres semanas. Otras voces apuntan, más que a la capacidad de los AUV para desplazar a los barcos convencionales, a su potencial como apoyo y complemento.
We were really busy in 2020.
— Bedrock Ocean Exploration (@BedrockOcean) January 6, 2021
Now we’re teasing a bit of what’s to come in 2021.
A completely modern approach to acquiring #hydrographic and #geophysical seafloor data. Coming soon to coastlines and critical businesses like #offshorewind. pic.twitter.com/vMPeQbjxuU
Por lo pronto, Bedrock ha logrado hacerse ya captar cerca de ocho millones de euros de inversores interesados en su proyecto y trabaja para reforzar su estructura y aumentar el número de AUV. No es, en cualquier caso, la única compañía que centra su atención en las ventajas de una tecnología con otras aplicaciones, como las operaciones de búsqueda y rescate, la vigilancia o las obras submarinas. ECA Group, Kongsberg y Mbari, a modo de ejemplo, trabajan también con AUV.
En las plantas eólicas off-shore podrían jugar sin embargo un papel importante. Por sus ventajas, como apuntan desde Bedrock; y por la propia expansión de la actividad, que trasciende con mucho la costa de EEUU. Según los datos que maneja Gamesa, en 2020 se pusieron en marcha 15 plantas de energía, lo que elevaba ya a más de 160 el número total de instalaciones de energía en alta mar operativas a nivel global. "Se prevé que este crecimiento de la energía eólica marina se acelere en los próximos años, con una previsión mundial de instalaciones de ~200 GW para 2030", apunta.
Imágenes | Bedrock
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