La energía nuclear española lleva cuatro décadas en el centro de todas las miradas. Los accidentes de Chernóbil y Fukushima pusieron en alerta a buena parte de la opinión pública, y la transición energética que estamos afrontando para paliar la emergencia climática ha vuelto a colocarla en el centro del debate.
Los expertos a los que hemos consultado lo tienen claro: actualmente la energía nuclear realiza una contribución imprescindible al mix energético español. Si queremos minimizar la emisión de gases de efecto invernadero en el camino hacia un modelo energético sostenible y respetuoso con el medio ambiente tenemos que contar con ella. Sin embargo, en lo que no están de acuerdo es en su coste y en el impacto que tiene en el precio de la electricidad.
Para arrojar luz sobre este tema tan apasionante, y tan importante para todos, hemos consultado a dos expertos que conocen muy bien el sistema energético español en general, y las peculiaridades de la energía nuclear en particular. Uno de ellos es Alfredo García, mucho más conocido en Twitter por su alter ego @OperadorNuclear. Durante los últimos diez años ha utilizado esta red social para divulgar y explicar el rol que tiene la energía nuclear, unos conocimientos garantizados por su responsabilidad como supervisor de operación en la central nuclear de Ascó, en Tarragona.
También hemos hablado con Pedro Fresco (@PedroFresco), un reputado experto en los mercados energéticos y las energías renovables que, al igual que Alfredo, tiene una vocación didáctica muy sólida. Actualmente Pedro ejerce como Director General de Transición Ecológica en la Generalitat Valenciana, un puesto de responsabilidad que refleja su compromiso con la construcción de un futuro energético sostenible que sea mucho más respetuoso con el medioambiente que nuestro sistema energético actual.
Los libros que estos dos expertos han publicado no dejan lugar a dudas acerca de su capacidad de divulgación y su firme intención de participar en la construcción de un futuro energético alentador. Pedro es el autor de 'El nuevo orden verde' y 'El futuro de la energía en 100 preguntas', y Alfredo ha publicado 'La energía nuclear salvará el mundo'. Las tres son unas lecturas muy recomendables para cualquier persona interesada en el sector energético.
Como estáis a punto de descubrir, Alfredo y Pedro tienen una mirada diferente acerca de la energía nuclear y del papel que tendrá en el futuro en el mix energético español. No obstante, esto no les impide coincidir en algunos puntos, como el rol esencial que tiene actualmente esta forma de energía en la reducción de la emisión de gases de efecto invernadero. En cualquier caso, ambos tienen muchas cosas interesantes que contarnos fruto de un análisis que, pese a su diferente perspectiva, es muy enriquecedor y puede ayudarnos a conocer mejor el futuro energético hacia el que todos nos dirigimos.
La energía nuclear hoy es imprescindible si queremos resolver la emergencia climática
Para ir metiéndonos en harina nada mejor que conocer qué opinan los dos expertos con los que hemos hablado acerca de la contribución que realiza actualmente la energía nuclear al mix energético español. Alfredo defiende lo siguiente:
«Creo firmemente, y lo creo porque hay múltiples datos que lo avalan, que necesitamos la energía nuclear para hacer una transición hacia las energías bajas en gases de efecto invernadero. Cada país tiene su propia idiosincrasia. España tiene un gran potencial eólico y solar. Lo sabe todo el mundo, pero a menudo la gente olvida que no siempre tenemos sol, y no siempre tenemos viento».
Pedro también valora positivamente la aportación actual de la energía nuclear al sistema energético español: «Ahora mismo, en el año 2021, no podemos prescindir de la energía nuclear. No podemos cerrar todas las centrales nucleares, pero no porque vayamos a tener un problema de suministro, sino debido a que hacerlo nos llevaría a incrementar las emisiones de dióxido de carbono».
«Tenemos suficiente capacidad de ciclos combinados para cerrar todas las centrales nucleares mañana mismo, pero el problema es que estaríamos introduciendo una energía carbonizada, y esto iría en contra de nuestros objetivos de descarbonización. Por esta razón un cierre masivo y de golpe no es viable», apunta Pedro con convicción. Y concluye su análisis con el siguiente pronóstico:
«Las centrales nucleares acabarán cerrando, pero tienen que cerrar poco a poco. La razón por la que se ha hecho un calendario de cierre, además de por motivos técnicos y logísticos, es no afectar a las emisiones del sistema eléctrico de una forma importante. En 2021 no es viable cerrarlas todas, pero sí es viable hacerlo poco a poco».
El coste de la energía nuclear está en el centro del debate
Los factores que nos permiten identificar si es caro o barato producir electricidad utilizando energía nuclear son numerosos. Y complejos. Pero nuestros dos expertos nos ayudan a interpretarlos. Esto es lo que nos explica Pedro:
«Tenemos que diferenciar el coste de la energía nuclear en una central que ya está amortizada, o cerca del final de su amortización, que es el caso que tenemos en España, con el coste de una central nuclear nueva. Las centrales nucleares tienen un coste de amortización que refleja la inversión inicial y las inversiones recurrentes, y también tienen un coste de combustible, un coste de operación y mantenimiento, y, por último, una serie de costes por un impuesto llamado tasa Enresa que se ha hecho para pagar el propio desmantelamiento de la central nuclear, que es un proceso muy largo, y para costear la custodia de los residuos nucleares».
«Nadie conoce con precisión el coste de las centrales, y las compañías no te lo van a decir, pero lo podemos intuir viendo sus cuentas, mirando qué se ha pactado en Francia para los precios nucleares y viendo cuándo hay más voces a favor del cierre en las propias empresas propietarias y cuándo no con los precios del mercado. Yo creo que el coste de la energía nuclear es superior a los 40 euros/megavatio hora (€/MWh), y, además, tiene una carga impositiva adicional», matiza Pedro.
«Esto es lo que sucede con las centrales nucleares que llevan décadas operando, pero si queremos construir una central nuclear nueva viendo toda la experiencia que han tenido nuestros vecinos, como Francia, Reino Unido o Finlandia, o Estados Unidos, que son los países con los que nos podemos comparar, el coste de la nueva energía nuclear se va más allá de 100 euros/megavatio hora. Esto está fuera del coste de cualquier tipo de energía. No nos podemos comparar con China, que tiene un sistema económico distinto, o con Rusia, que tiene una empresa que es propiedad pública y que probablemente tiene alguna subvención encubierta», asegura Pedro.
«En 2020, que como todos sabemos ha sido un año muy especial, la electricidad ha costado 34 euros/megavatio hora, pero si vemos los precios futuros del mercado eléctrico a partir de 2026 tendremos precios inferiores a los 40 euros/megavatio hora. Esto son objetivamente pérdidas para las centrales nucleares. En definitiva, la energía que procede de las centrales nucleares que ya están amortizadas no es muy cara, pero si el precio del mercado se deprime a causa de las renovables, que son mucho más baratas en cualquiera de los casos, y eso les lleva a perder la rentabilidad, es normal que las empresas propietarias quieran cerrarlas. Al fin y al cabo es un negocio», sentencia Pedro con convencimiento.
El análisis de Alfredo es diferente, pero igualmente interesante debido a que introduce en la receta nuevos ingredientes: «Un informe muy reciente, de diciembre de 2020, elaborado por la Agencia Internacional de la Energía y la Agencia para la Energía Nuclear de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos) es muy clarificador porque estudia el coste nivelado de la energía. Este parámetro es una forma de medir el coste de una energía teniendo en cuenta todo su ciclo, desde la minería hasta la gestión de los residuos».
«Algunas energías son muy baratas cuando están produciendo. La solar fotovoltaica es una de ellas porque cuando ya tienes el panel instalado producir electricidad cuesta muy poco dinero. Sin embargo, ese panel requiere un proceso de minería previo y es necesario fabricarlo. Y una vez que finaliza su vida útil es preciso desmantelarlo y gestionarlo como el residuo que es. Todos estos procesos también generan una serie de gastos que es preciso contabilizar», puntualiza Alfredo.
«El coste nivelado de la energía mide cuánto cuesta cualquiera de las energías teniendo en cuenta todo su ciclo, y según este informe la más barata de todas es la operación a largo plazo de las centrales nucleares actuales. Y es importante que tengamos en cuenta que este estudio recoge todas las energías disponibles, como el carbón, el gas, la eólica marina, la eólica terrestre, la solar fotovoltaica, la solar de concentración, la solar térmica, la hidráulica… Absolutamente todas».
«La energía nuclear cuesta, si calculamos una media mundial, entre 30 y 35 dólares el megavatio hora. Está por debajo de todas las demás. Este coste es posible porque esas centrales nucleares ya están amortizadas. El combustible es una parte muy pequeña del coste de una central nuclear, y los precios de los gastos de operación están estandarizados, de manera que, incluyendo la gestión de los residuos, el coste de la energía nuclear es de aproximadamente 20 euros el megavatio hora producido. Este es el coste sin impuestos. Aquí está incluido todo, pero no olvidemos que estamos hablando de centrales nucleares ya amortizadas», nos explica Alfredo.
«A esto habría que añadir los impuestos, que en España suman una cantidad equivalente al coste de producción. En Cataluña en particular los impuestos suman 6 euros adicionales porque hay un impuesto de la comunidad autónoma que graba la gestión de los residuos, cuando en realidad la administración de los residuos la hacen las propias centrales y la pagan aparte. Es un impuesto duplicado que está recurrido, pero por el momento las centrales nucleares lo están pagando».
«Estos son los costes de la energía nuclear en España. Cuando el mercado eléctrico está por encima de esos 45 o 46 euros, las centrales nucleares ganan dinero. Y cuando está por debajo, pierden. El año pasado, por ejemplo, las centrales nucleares españolas perdieron dinero porque los costes de producción fueron más altos que los beneficios», concluye Alfredo reflexionando acerca de los factores que condicionan la rentabilidad de las centrales nucleares.
Este es el posible impacto de las mejoras introducidas después de Fukushima
El accidente que tuvo lugar en la central nuclear de Fukushima (Japón) en marzo de 2011 provocó que las centrales de todo el planeta revisasen a fondo sus medidas de seguridad. Las mejoras que introdujeron provocaron que estas instalaciones actualmente sean sensiblemente más seguras, pero su impacto en el coste de la energía nuclear no está del todo claro. Esto es lo que nos explican nuestros expertos.
«Esa inversión ya está amortizada debido a que se recortó de los beneficios. El coste de la gestión de los residuos y el desmantelamiento de las centrales nucleares ya están incluidos en esos precios. Hay quien dice que el procesado de los residuos encarece el coste de la electricidad producida por las centrales nucleares, pero ellas no fijan este precio. Lo que hacen es cobrar el precio marcado por el pool eléctrico, que es el mercado mayorista de la electricidad, o vender su energía fuera del mercado a un precio fijo. Rara vez es la nuclear la que define el precio final de la energía», puntualiza Alfredo.
«Si las centrales nucleares tuviesen una fiscalidad justa, pagasen los impuestos que les corresponde y no tuviesen que hacer frente a impuestos duplicados, el precio de la electricidad que generan estaría en la órbita de los 40 euros por megavatio hora. Y no cabe duda de que es un precio muy competitivo».
«Cuando una central nuclear no es rentable, cierra. Esto fue lo que sucedió con Zorita, que cerró porque era una central pequeña y resultaba poco rentable mantenerla. Las centrales nucleares pertenecen a empresas cuyo objetivo es ganar dinero, y cuando no son rentables, cierran», asegura Alfredo defendiendo con convicción la competitividad de la energía generada por las centrales nucleares que mantienen su actividad.
El análisis de Pedro valora las mejoras introducidas en la seguridad de las centrales nucleares después de Fukushima, pero nos invita a entrever que su coste probablemente sí ha tenido un impacto tangible en el precio de la energía producida en estas instalaciones:
«Todas las centrales nucleares españolas, al igual que las europeas, hicieron inversiones después de Fukushima para implementar una seguridad adicional. Y esto también ha provocado que la nueva energía nuclear se produzca con unos estándares mucho más seguros. Como es lógico son mucho más seguras las centrales nucleares que se construyen hoy que las que se hacían no ya antes de Fukushima, sino antes de Chernóbil».
«De hecho, muchas cerraron después de Chernóbil en muchos países porque no cumplían los estándares de seguridad. Obviamente esto tiene que ver con el coste de la energía. Si aprender lleva a más seguridad, y más seguridad lleva a más coste, que así sea. La seguridad hay que ponerla, y si luego el coste no nos cuadra tendremos un problema con esa energía», sentencia Pedro con firmeza.
El apagón nuclear, analizado por los expertos
El apagón nuclear que ha planificado el gobierno español establece que la última central nuclear española que permanecerá activa, la de Trillo, cesará en 2035. Como cabe esperar, nuestros dos expertos no valoran de la misma forma esta estrategia. Pedro está convencido de que este itinerario es el adecuado:
«El calendario del apagón nuclear no solo es realista, sino que el propio gobierno español ha conseguido que muchas de las empresas propietarias, que querían cerrar a los cuarenta años las centrales nucleares porque no eran rentables, hayan aceptado extender la operación hasta los cuarenta y cinco y los cuarenta y seis años. De hecho, puede llegar a pasar que alguien quiera revisar la fecha del cierre nuclear con el propósito de adelantarla».
«Si la electricidad en el futuro tiene el precio que parece que va a tener, las centrales nucleares españolas no darán beneficios. Darán pérdidas. Con frecuencia esta estrategia se plantea desde el sector pronuclear como si el pacto consistiese en crear un cierre, cuando en realidad lo que está haciendo este acuerdo es retrasar un cierre que muchas empresas eléctricas hubiesen ejecutado a los cuarenta años», asegura Pedro.
La perspectiva de Alfredo ante el apagón nuclear es eminentemente crítica: «Creo que es una estrategia muy electoralista. El Partido Socialista lleva muchos años incorporando en su programa electoral la idea de que cuando llegue al poder cerrará las centrales nucleares al finalizar su vida de diseño, que son cuarenta años. En el artículo que escribí para Xataka hace algún tiempo expliqué que se trata de un mito».
«Realmente esos cuarenta años definen un periodo mínimo en el que tienes que garantizar que la central funciona correctamente y con seguridad para asegurar la inversión que se ha realizado. No es una fecha de caducidad. Una central no puede durar treinta años porque entonces no se amortizaría completamente, pero una vez que ha llegado a los cuarenta años y se ha mantenido con seguridad, y siempre que el organismo regulador garantice que funciona de forma segura y es rentable, esa central puede seguir funcionando muchos más años», concluye Alfredo sin vacilar.
Cómo reducir los costes de construcción de las nuevas centrales nucleares
La inversión inicial que es necesario hacer para construir una central nuclear es muy alta, y por esta razón las instalaciones de tercera generación deben tener un ciclo de operación de al menos sesenta años. Se amortizan con más lentitud que las centrales de segunda generación. Alfredo nos explica qué estrategias pueden permitir reducir los costes de construcción de nuevas centrales nucleares:
«La Agencia para la Energía Nuclear de la OCDE ha publicado un informe reciente muy interesante en el que propone cómo se pueden reducir los costes de construcción de nuevas centrales nucleares. Hemos hablado de las centrales nucleares amortizadas, pero luego están las centrales nucleares nuevas, que, lógicamente, llevan asociados unos costes más altos porque requieren realizar una gran inversión inicial. De hecho, esta elevada inversión inicial es uno de los mayores inconvenientes de la energía nuclear».
«Es la primera vez que se construyen los reactores de tercera generación que se están poniendo en marcha actualmente, a los que nosotros llamamos reactores FOAK (First Of A Kind) debido a que son los primeros de su tipo, y al ser nuevos no sabemos con qué problemas podemos encontrarnos durante su construcción. Y cuando se producen estos problemas pueden encarecer y retrasar este proceso», aduce Alfredo.
«La solución es, sencillamente, construir más. Es lo que está haciendo China. Sus primeros reactores también eran más caros, y, sin embargo, ahora están construyendo en plazo y ajustándose al presupuesto previsto inicialmente. Rusia está haciendo lo mismo. Y Corea del Sur, que está construyendo en Emiratos Árabes, también. Las centrales de tercera generación se diseñan para tener un ciclo de operación mínimo de sesenta años, y no de cuarenta años, como las de segunda generación, por lo que su amortización también es más lenta».
«Pero, y este es uno de los mayores impedimentos, al requerir una gran inversión inicial necesitan tener una gran estabilidad jurídica y legislativa que les permita funcionar durante todo ese tiempo siempre y cuando se mantenga la seguridad. La seguridad siempre es lo primero porque si no la tienes te cierran la central. Fukushima está cerrada porque no ha sido lo suficientemente segura», sentencia Alfredo.
En el siguiente hilo de Twitter Alfredo explica con todo detalle el procedimiento propuesto por la Agencia para la Energía Nuclear para reducir los costes de construcción de las nuevas centrales nucleares:
Pedro, sin embargo, se muestra escéptico ante la posibilidad de que la construcción de las centrales nucleares de tercera generación se pueda abaratar lo suficiente para incrementar drásticamente su competitividad:
«Para mí es una cuestión de fe. Es posible que la segunda, la tercera o la cuarta central nuclear de nueva generación sean más baratas, pero ¿cuánto más baratas tienen que ser para que una instalación que me está produciendo a más de 100 euros/megavatio hora incremente su competitividad para producir a menos de 50 euros/megavatio hora?», pregunta de forma retórica.
«¿Realmente me puedes conseguir esa bajada de los costes? Yo no lo creo. Si yo fuese quien tuviese que decidir dónde pongo los recursos para afrontar la transición energética no apostaría por esta estrategia», asevera Pedro. Y continúa su exposición analizando la competitividad no solo de las centrales nucleares de segunda generación, sino también de las de tercera generación:
«Tenemos que mirar el proceso de descarbonización con perspectiva. Las centrales nucleares que tenemos ahora nos están permitiendo no emitir dióxido de carbono y nos están apoyando en la transición energética, pero llegará un momento en el que irremediablemente chocarán con la generación renovable. Nuestras centrales generan siempre la misma potencia, que normalmente es la máxima. Pueden bajar, y subir, pero como por diseño no están preparadas para hacer eso la bajada es rápida, pero la subida es lenta, por lo que si paras una central, o la dejas al mínimo, y luego la quieres subir, tardas dos días en alcanzar esa potencia máxima».
«Esto quiere decir que cuando tienen que convivir con unas energías que son eminentemente intermitentes lo que necesitas al otro lado es una energía que te complemente. Una energía que te permita subir y bajar rápidamente la potencia de la misma forma en que lo hacen las energías renovables. Las centrales nucleares no están preparadas para hacerlo. Ahora no suele haber muchos problemas porque el sistema obliga a las nucleares a bajar la potencia tres o cuatro veces al año en los momentos en los que hay mucha aportación eólica, solar, y a veces también hidráulica. Pero a medida que vayamos teniendo más energía solar y eólica el sistema energético se saturará con más frecuencia», vaticina Pedro.
«Esto provocará que haya que parar las nucleares, pero no va a tener sentido hacerlo porque no es viable pararlas y tener que esperar un montón de horas hasta que vuelvan a entregar la potencia necesaria. Además, si las haces bajar continuamente estás provocando que una instalación que es carísima y que tiene unos costes fijos altísimos no pueda generar los ingresos que necesita para cubrir los costes fijos. Las centrales nucleares no están tecnológicamente adaptadas al mundo que viene».
«Las nuevas centrales nucleares sí pueden subir y bajar. No tienen ningún problema. Eso sí, si las haces bajar la potencia con mucha frecuencia no las vas a amortizar en la vida. Pero estas centrales nucleares están generando a más de 100 euros/megavatio hora. Si internalizo este coste al sistema eléctrico tendré una electricidad muy cara. Y en ese escenario la electrificación de los vehículos, de la industria y de la climatización representa un problema. Más del 80% de las emisiones de dióxido de carbono no proceden del sistema eléctrico; están en el transporte, la industria… No podemos permitirnos tener una electricidad cara, y por eso una nueva central nuclear con un coste de 8 millones de euros el megavatio hora que está generando con un coste superior a los 100 euros/megavatio hora, por lo que estamos viendo en las experiencias cercanas, no tiene ningún sentido».
«Además, para amortizar una central nuclear de nueva generación la voy a tener que mantener sesenta años trabajando para poder amortizar los enormes costes fijos. Y no podemos olvidar que estamos en una emergencia climática, y esto quiere decir que tenemos que descarbonizar con rapidez. Los parques eólicos y las plantas fotovoltaicas se construyen en muy poco tiempo. Si se agiliza la construcción en dos o tres años podemos tenerlos en funcionamiento, pero construir una central nuclear es un proceso muy lento», concluye Pedro.
El almacenamiento del excedente energético, otro desafío a resolver
El siguiente punto que tocamos con ambos expertos teniendo presente el protagonismo creciente de las fuentes de energía renovables explora la necesidad de contar con una infraestructura capaz de salvaguardar el excedente energético que se produce en los momentos de máxima generación. Este es el análisis de Pedro:
«Necesitamos poder almacenar ese excedente energético, o bien energías descarbonizadas y renovables que puedan hacer ese complemento. Lo lógico es que la solución combine ambas opciones, pero sobre todo estamos enfocados en el almacenamiento. Las baterías no son la única manera de almacenar energía. De hecho, nuestra forma principal de hacerlo hoy consiste en utilizar bombeos hidroeléctricos. Nuestro país es muy montañoso, y esa diferencia de alturas nos facilita usar esta tecnología».
«Las baterías que nos permiten resolver este reto aún son caras, pero su coste está descendiendo año tras año en parte debido a la tracción tecnológica que está ocasionando el desarrollo de los vehículos eléctricos. Y también tenemos los bombeos hidroeléctricos. Un megavatio de bombeo hidroeléctrico es mucho más barato que un megavatio producido por una central nuclear. Y también hay otras maneras de almacenar energía».
«Estamos iniciando una economía del hidrógeno. Además, de la misma manera en que se puede almacenar electricidad de forma electroquímica en baterías se puede hacer de forma química. Y también se puede almacenar en forma de energía potencial no solo con los bombeos hidroeléctricos, sino con aire comprimido, o, incluso, subiendo materiales sólidos y bajándolos después con un sistema de poleas. Y también hay soluciones que hacen posible el almacenamiento térmico de la energía».
«Tenemos decenas de tecnologías distintas, pero, sobre todo, tenemos tres a la vista: los bombeos hidroeléctricos, las baterías y el hidrógeno. Los bombeos ya son rentables; las baterías están empezando a serlo en algunas situaciones, y a medida que pasen los años su rentabilidad será mayor; y el hidrógeno seguramente tardará un poco más en ser rentable, pero también lo será por la misma evolución tecnológica. Cuando estás creando el futuro y pones en la balanza, por un lado, las nucleares, que son carísimas, no te permiten descarbonizar en poco tiempo y tienen un plazo de amortización de sesenta años, y veo por otro lado que tengo energías renovables que son cada vez más baratas, el camino a seguir es obvio».
«Es verdad que las renovables necesitan un complemento, pero resulta que tengo uno que ya es rentable y otro que baja de coste cada año. Y, además, tenemos el hidrógeno. Creo firmemente que tenemos que apostar por las energías renovables más el almacenamiento, o más otras energías que en su momento puedan actuar como un complemento, como la hidroeléctrica de embalse, la energía geotérmica o la biomasa. Creo que la opción renovables más almacenamiento es mucho más razonable que la opción nucleares más renovables, que son los dos modelos que estamos contemplando», concluye Pedro.
Alfredo, sin embargo, defiende que la ausencia de una iniciativa firme que proponga una solución tangible al desafío que representa el almacenamiento del excedente energético puede acabar provocando que el apagón nuclear planificado por el Gobierno finalmente no pueda ejecutarse en las fechas previstas:
«Me da la sensación de que este acuerdo, que está promovido por el Gobierno y está firmado y aceptado por las eléctricas, no es más que un brindis al sol. Creo que piensan ‘vamos a decir que vamos a cerrar, pero cuando llegue el momento sabemos que no va a ser posible cerrar las centrales nucleares’».
«Este acuerdo es revisable, y, de hecho, se va a revisar en 2023 con el propósito de comprobar si somos capaces de incorporar potencia constante como la que proporcionan las centrales nucleares en su sustitución. Y esto solo puede hacerse o con enormes baterías o con grandes presas hidroeléctricas que no se están construyendo, y que no vamos a tener. Creo que no vamos a cerrar cuando está previsto», vaticina.
Además, Alfredo no pasa por alto que el excedente energético de las centrales nucleares puede utilizarse para generar hidrógeno, una opción que se podría implantar en las instalaciones españolas y que reforzaría su aportación al sistema energético:
«Una opción que me gusta especialmente, y que también se está estudiando para las centrales españolas, es la cogeneración de hidrógeno. Al igual que el excedente de las renovables se puede utilizar para producir hidrógeno, cada central nuclear podría tener una fábrica de hidrógeno asociada situada a cierta distancia, y una línea en exclusiva conectada directamente a la central nuclear. En el momento que a la central se le pide que baje, por ejemplo, un 10% de potencia en dos minutos, no pasa nada. El reactor va a seguir funcionando al 100% de potencia, pero solo derivará a la red el 90%».
«El 10% restante lo aportará a la fábrica de hidrógeno, de manera que ese producto se almacenará y se podrá comercializar. Esta estrategia ya la están estudiando las centrales nucleares españolas como una alternativa a la operación a largo plazo, pero, como es lógico, requiere una estabilidad jurídica y legislativa que ofrezca a las empresas propietarias de las centrales nucleares la garantía de que la inversión que se verían obligadas a acometer va a poder ser amortizada a través de la operación de las instalaciones durante el periodo de tiempo necesario», concluye Alfredo.
La fusión nuclear requiere resolver muchos retos, pero es una opción ilusionante
No podía dejar escapar la oportunidad de encarar la recta final de este artículo preguntando a los dos expertos qué opinan acerca de la fusión nuclear, un proyecto científico y tecnológico en el que están involucradas la mayor parte de las grandes potencias, como la Unión Europea, Estados Unidos, China, Rusia o Japón. Esta es la postura que ha adoptado Pedro:
«Creo que hay que tener la mente abierta. Y que, por supuesto, todas las opciones tienen que ser investigadas. La fusión nuclear aún está en un estado de desarrollo muy preliminar, pero esto no significa que el desarrollo científico y técnico no vaya a hacerla posible. El problema es que la más optimista de nuestras previsiones nos coloca en la década de los 60 o los 70, y es un horizonte posterior a la crisis climática a la que ya nos estamos enfrentando, y también a la transición energética en la que ya estamos trabajando».
«Ahora tenemos el objetivo de descarbonizar en el plazo de treinta años, y esto no puede hacerse con energía de fusión porque no llega a tiempo. Es probable que en otra etapa de la humanidad esta forma de energía tenga su papel, y por esta razón yo seguiría investigando, pero hay problemas que aún no han sido resueltos. Todavía no sabemos cómo generar más energía con la fusión de la que invertimos en producirla. En el momento en el que solventemos este desafío, que creo que conseguiremos resolverlo, tendremos que encontrar la solución a otros problemas».
«Debido a cómo funciona una central nuclear las eficiencias de transformación del calor que generamos a electricidad son ligeramente superiores al 30%, por lo que tendríamos que generar al menos tres o cuatro veces más energía de la que consume el reactor para que salgan las cuentas. El objetivo de ITER es generar diez veces más. Pero una vez que estemos ahí tenemos otro problema con los reactivos. Necesitamos tritio», nos explica Pedro.
«La idea es que se regenere constantemente dentro del propio reactor, pero se tiene que regenerar todo. No podemos permitirnos que no se regenere ni una mínima parte porque el coste del tritio es absolutamente prohibitivo. Actualmente lo estamos sacando de reactores nucleares de fisión de tipo CANDU, que son los que usan los canadienses, y si hacemos un cálculo aproximado todo el tritio que se genera en el mundo hoy en día no bastaría para alimentar un solo reactor de fusión».
«Y, además de todo esto, necesitamos que la tecnología sea barata porque, aunque generemos diez veces más energía y consigamos regenerar todo el tritio, el coste de la estructura tiene que ser competitivo al compararlo con las otras energías que existan en ese momento. Creo que merece la pena investigar todo esto, por supuesto, porque es algo muy prometedor, pero no podemos confiar en la fusión nuclear para ningún tipo de previsión energética que hagamos hoy en día», expone Pedro.
La opinión de Alfredo acerca de la fusión nuclear nos invita a contemplar el esfuerzo técnico que se está haciendo para ponerla a punto con un optimismo prudente:
«Creo que ninguna de las personas que trabajan en ella pone en duda que va a funcionar. El problema es que no sabemos cuándo. Hay previsiones que apuntan hacia los años 50 o 60. Y si no es en ese momento será en los 70 o los 80, pero yo creo que sí lo conseguiremos. Y también creo firmemente que cuando tengamos la fusión nuclear no necesitaremos ni la fisión ni la mayor parte de las renovables porque tendremos centrales que se alimentarán con hidrógeno, que procede del agua del mar, y que generarán unas cantidades enormes de energía».
«Además, los residuos radiactivos derivados de los materiales del propio reactor son de media actividad. Y no hay peligro de que se produzca un accidente porque el reactor de fusión nuclear cuando tiene un problema deja de recibir electricidad y se para. No se dan ni el calor residual ni los residuos que producimos en los reactores de fisión. Cuando tengamos fusión creo que podremos prescindir de todo lo demás, pero mientras tanto seguimos teniendo un calentamiento global y tenemos que reducir las emisiones», sostiene Alfredo con convicción.
Imágenes | Foro Nuclear
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