En Reino Unido se han propuesto solucionar de un plumazo dos de los grandes desafíos que traen de cabeza a las empresas del sector eólico: de dónde sacar los "metales raros" que necesitan para sus instalaciones y, lo que resulta igual o más complicado, cómo reciclar las turbinas cuando toca jubilarlas al término de su vida útil. Ninguna de las dos cuestiones es sencilla. De ahí que SEM se haya propuesto despacharlas de una tacada partiendo de una premisa tan curiosa como atractiva: ¿Y si cada uno de esos desafíos fuese, al menos en parte, la respuesta del otro?
Por lo pronto ya han pasado de la teoría a los hechos.
Algunas claves para empezar. El problema no es nuevo. Los aerogeneradores se fabrican e instalan para suministrar energía que nos facilite la descarbonización, pero una vez cumplen su tarea dejan de convertirse en aliados medioambientales y pasan a ser un enorme problema. Cada turbina puede funcionar entre 20 y 30 años y dado el ritmo con el que las hemos instalado durante las últimas décadas y aún seguimos haciéndolo, WindEurope ya calcula que para 2025 tendremos cerca de 25.000 toneladas de palas que llegan cada año al final de su vida operativa.
El desafío no lo representan solo las palas, compuestas de resinas y fibras de carbono y vidrio. Las turbinas eólicas también pueden contener tierras raras, como neodimio o disprosio, que se emplean a menudo en sus imanes. El problema es que extraerlos no resulta sencillo. Las empresas de Reino Unido que quieren hacerlo y recuperar los metales de los molinos más antiguos localizados en Escocia se ven obligadas a enviar los desechos a Canadá, donde hay una planta de procesado.
¿Y si reaprovechamos el material? Esa es la pregunta que se han hecho en IBIoIC (Centro de Innovación en Biotecnología Industrial), SEM y la Universidad de Edimburgo, las tres en Reino Unido. Sus expertos han buscado una técnica que permita "extraer elementos raros de metales de aleación de desecho" con un fin claro: trabajar con maquinaria "jubilada" para recuperar su niobio, tantalio o renio, metales que se combinan con el acero para ganar resistencia.
La razón no es únicamente medioambiental. Los investigadores quieren abrir una nueva vía de abastecimiento de metales que corten la dependencia de las cadenas de suministro extranjeras y las fluctuaciones de los precios, un vínculo que —como ha demostrado la pandemia o los conflictos geopolíticos— suponen un riesgo.
Extraer metales… de forma sostenible. Esa era el propósito. Y eso es lo que han logrado en SEM, que ha desarrollado un sistema bautizado DRAM que utiliza productos de la destilación del whisky de malta y se ideó en un inicio para extraer metales valiosos de residuos electrónicos: "Tras tratar los materiales de aleación con una combinación de productos químicos de origen biológico para separar los distintos compuestos, el sistema pionero DRAM actúa como filtro para garantizar que los líquidos residuales resultantes sean seguros para su eliminación".
Para conseguirlo han usado desechos suministros por Advanced Alloy Services, una firma británica que se dedica a fabricar aleaciones y metales para sectores como el aeroespacial, las energía renovables o el del petróleo y gas.
¿Y a qué aspiran ahora? Lo explica con claridad Leigh Cassidy, científica de SEM. "Si se usa a escala, este tipo de proceso podría ser un gran impulso para la fabricación en Reino Unido y desbloquear una nueva cadena de suministro circular sostenible donde los metales raros se recuperan de las aleaciones existentes". Con su propuesta, sostienen, podríamos lograr metales reduciendo la dependencia de "los procesos de minería destructiva" y sin "causar daño adicional al planeta".
"El niobio, tantalio o renio son esenciales para la integridad de los componentes a base de acero que se usan comúnmente en las turbinas eólicas y otros motores de alta temperatura, pero la mayoría de las existencias todavía se extraen de la tierra —abunda—. Mientras tanto, tenemos una infraestructura obsoleta que llega al final de su ciclo y cantidades sustanciales de estos metales que podrían reutilizarse".
Imagen de portada: Rabih Shasha (Unsplash)
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