Las lluvias han dejado los embalses hidroeléctricos al 84,7% de su capacidad
Acabamos de vivir una semana pasada por agua. No es infrecuente que las lluvias primaverales y la Pascua coincidan, pero este año iniciado en sequía ha traído lluvias particularmente intensas. La última DANA dejó los precios de la luz en negativo la semana pasada, pero quizás la mejor noticia esté en nuestros embalses.
Una buena noticia para nuestros bolsillos.
Rozando la media de la década. Las lluvias han situado el total de agua almacenada por los embalses españoles en 35.375 hm³. Esto es, al 63,13% de su capacidad. Esto es un 22% más del agua que tenían a estas alturas el año pasado.
Pero también es notablemente más que el estado medio en los últimos cinco años y roza la media de los últimos 10. Durante la última década, a estas alturas del año los embalses solían contar, en promedio, con 35.522 hm³, el 63,39% de su capacidad.
Aunque el peso de los embalses hidroeléctricos sea menor por su menor capacidad total, en términos estos destacan por ser los que elevan la cifra de llenado medio. Mientras los embalses para uso consuntivo se mantienen al 53,5% de su capacidad, los embalses hidroeléctricos se encuentran al 84,7% de la suya. A más energía almacenada, mayor la capacidad de mantener los pecios energéticos estables.
16TWh. Esta semana ha comenzado con los embalses hidroelécticos acumulando 14.603 hm³ de agua. En conjunto, según las estimaciones publicadas en el último Boletín Hidrológico, los embalses españoles acumulan algo más de 16.001 gigavatios hora, es decir, más de 16 Twh. Esto es un 28,4% más que lo que almacenaban el año pasado a estas alturas y un 20,6% más que la media de la última década.
Además, según los datos de Red Eléctrica Española, durante la semana entre el 25 y el 31 de marzo, la producción de energía hidroeléctrica superó el teravatio hora: 1.089,4 GWh más concretamente.
Más barata, más estable. La energía hidroeléctrica tiene una gran ventaja sobre el resto de las renovables y es su capacidad de reserva. Los embalses son en la práctica la mejor “pila” que tenemos hoy por hoy. Una pila que se carga con las lluvias y que después es capaz de aportar energía a la red cuando la demanda es alta, pudiendo evitar que los precios se disparen en determinadas situaciones.
Tanto que algunas presas se construyen hoy en día no solo como sistema de aprovechamiento del agua de lluvia, también de forma específica para ser utilizadas como baterías. Esto se consigue bombeando agua cuando existe excedente energético y accionando las turbinas cuando se necesite devolver la energía a la red.
Aún así el sistema de centrales hidroeléctricas sigue estando a expensas de lo que dicta la atmósfera. Y la sequía de los últimos meses ha limitado la capacidad de maniobra a la hora de disponer de una reserva energética útil en forma de agua (aunque ya desde octubre del año pasado el nivel de los embalses hidroeléctricos españoles superaba las cifras de años anteriores).
La otra cara de la moneda. La buena salud de los embalses destinados al uso hidroeléctrico tiene el contrapunto de los embalses de uso consultivos, aquellos de los que depende el agua que bebemos y con la que regamos nuestros campos.
En estos embalses la mejora vivida estos últimos días es significativa, pero aún no se han igualado las cifras medias, ni tomando la última década ni en comparación con los últimos cinco años. En solo una semana estos embalses han pasado de guardar 18.334 hm³ a los 20.772 hm³.
Un incremento que ha dejado estos embalses cerca de la media de estos últimos cinco años (19.667 hm³ a estas alturas del año) pero aún a cierta distancia de la media de la última década (22.705 hm³).
¿El fin de la sequía? Antes de declarar el fin de la sequía hay algunos parámetros a tener en cuenta. Por ejemplo el hecho de que los embalses en algunas cuencas hidrográficas aún al 16,4% de su capacidad, como es el caso de las cuencas internas catalanas.
Entre los factores a tener en cuenta están la pérdida de capacidad de los embalses como consecuencia de los sedimentos, la tendencia a largo plazo de las precipitaciones o la presión ejercida por la demanda de agua.
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Imagen | Alina Rossoshanska / Carlos P.
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