Había que tener muy buena puntería para anticipar a finales de febrero, cuando Putin anunció una “operación militar especial” en los óblast de Donetsk y Lugansk y los misiles del Kremlin empezaron a caer en territorio ucraniano, para anticipar la duración y sobre todo alcance de la guerra. Y no solo en el campo de batalla. Sus múltiples derivadas se han dejado sentir en la economía y de forma especial en el ruedo energético, alentando una profunda crisis y generando un contexto que favorece un escenario al que medios y expertos se refieren como un “renacimiento nuclear” en Europa.
Los datos dibujan desde luego un escenario interesante.
Más de 430 millones de inversión. Esa es la cifra “récord” que —precisa Business Insider— han logrado recaudar startups nucleares de Europa a lo largo de 2022 en el marco de un “renacimiento nuclear” acelerado por la crisis. En la lista completa incide también Interesting Engineering, que enumera media decena de compañías que han logrado recaudaciones millonarias.
Algunos nombres propios. En la lista destaca Newcleo, con sede en Londres, que ha logrado captar 315 millones de dólares para desarrollar sus primeros pilotos en Francia y Reino Unido. La compañía trabaja con un reactor rápido refrigerado por plomo y su objetivo es abaratar la producción de energía nuclear. Británicas son también Tokamak Energy y First Light Fusion, con recaudaciones sustanciosas. La primera se centra en sus dispositivos tokamak y acaba de anunciar planes para su prototipo avanzado ST80-HTS; la segunda promete “un nuevo enfoque de la fusión”. La nómina la completan la sueca LeadCold Reactors y la francesa Renaissance Fusion.
Un balón de oxígeno para la nuclear. Esa es la idea que transmite durante una entrevista con Business Insider Munir Hassan, de Cameron McKenna Nabarro Olswang LLP, quien confía en que “por fin se produzca el renacimiento nuclear del que llevamos hablando quince años”. “La guerra de Rusia en Ucrania y su posterior impacto en los precios de la energía ha reforzado los argumentos a favor de la energía nuclear”, recalca. Otros expertos, como Juan Matthews, de la Universidad de Manchester, inciden en el papel “absolutamente esencial” de la nuclear para sostener la eólica marina y recalca en que la huella de carbono de ambas es similar, con niveles “muy bajos”.
El argumento medioambiental. El argumento empleado por Matthews no es nuevo y forma parte del debate desde mucho antes de que los tanques rusos avanzasen hacia Kiev, pero con la meta de descarbonización fijada ya a medio plazo resulta esencial. El Parlamento Europeo ha etiquetado de hecho el gas y la nuclear como fuentes de energía “verdes”, con un carácter sostenible.
La decisión va mucho más allá de una simple cuestión terminológica o del profundo debate que suscitó en su día con países como Holanda, Luxemburgo o España. Su lectura más interesante es de hecho eminentemente práctica: que ambos recursos se cuelen en la taxonomía europea les abre la puerta a las inversiones encaminadas a la lucha contra el cambio climático. La resolución de la Unión Europea, eso sí, tiene letra pequeña. La Cámara aclara que “la inclusión de ciertas actividades de gas y nucleares tienen un límite de tiempo” y “depende de condiciones específicas”.
El caso de Francia. El caso más interesante y paradigmático es probablemente el de Francia, provisto de 56 reactores que suministran cerca del 70% de la electricidad del país. Ya a principios de año, antes incluso del estallido de la guerra, Enmmanuel Macron, anticipaba un “renacimiento” del sector nuclear civil galo con el objetivo de alcanzar “la independencia y libertad” energética.
“Para aumentar la producción nos hace falta, al lado de las renovables, retomar el hilo de la gran aventura atómica”, destacó. Su plan energético para 2050 pivota de hecho sobre la eólica y nuclear y contempla la construcción de seis reactores de nueva generación EPR2, abriendo la puerta a ocho más. El reto no resulta sencillo. En 2022 se ha registrado una “reducción dramática” de la producción, fruto de paradas técnicas y problemas de corrosión y el coste de mantenimiento de los reactores ha aumentado de forma considerable desde principios de siglo, cantidad a la que se suman los gastos derivados del almacenamiento de residuos y desmantelamiento de las propias centrales.
Y más allá de Francia. Tras la crisis que siguió al desastre de Fukushima, Japón, en 2011, hay más países que han optado por ampliar su cartera de plantas nucleares, reiniciar reactores o descongelar proyectos paralizados en su día. Reuters trazaba en agosto un repaso al escenario a internacional, recordando por ejemplo que en julio el Gobierno británico dio su visto bueno a la planta nuclear Sizewell C, ubicada en el sureste del país, o los contactos de Bélgica con Engie en plena crisis energética para extender el uso de la energía nuclear a lo largo de una década.
Más allá de Europa, China agregó 2,28 GW de capacidad durante la primera mitad del año y las autoridades aprobaron tres nuevos proyectos de generación de energía nuclear a principios de 2022. En Corea del Sur Yoon Suk-yeol dio marcha atrás también a los plan de la administración anterior de eliminar gradualmente la energía nuclear y se comprometió a impulsar la inversión en la industria.
La visión de la AIE. Otra perspectiva interesante es, claro, la de la Agencia Internacional de la Energía (AIE), que en su informe World Energy Outlook 2022 prevé que la generación nuclear haya aumentado de forma notable para 2050 y al menos una treintena de países incrementen su uso. Al trazar su Escenario de Políticas Declaradas prevé que la producción nuclear global aumente de 2.776 TWh en 2021 a 3.351 en 2030, 3.897 en 2040 y 4.260 a mediados de siglo. Su cuota en la generación total eléctrica, eso sí, se mantiene a lo largo de todo ese período en torno al 10%.
Como precisan en Foro Nuclear, para alcanzar ese escenario es preciso culminar 120 gigavatios (GW) de nueva capacidad nuclear en lo que resta de década y ganar otros 300 GW de nuevos reactores en más de una treinta de países entre 2030 y mediados de siglo.
Imagen de portada: Lukáš Lehotský (Unsplash)
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