"La Comisión Europea lo tiene claro: propone matar el cambio de hora y dejar el horario de verano todo el año", "El Parlamento Europeo aprueba el fin del cambio de hora" o "Estamos más cerca de olvidarnos del cambio horario". No sé si recuerdan el tema, el otoño pasado no se hablaba de otra cosa y, sin embargo, aquí estamos: a las puertas del enésimo cambio de hora estacional.
¿Qué fue de la idea de matar el horario de verano?
La idea de matar el cambio de hora
El 5 de julio de 2018, la Comisión Europea lanzó una consulta pública Para conocer la opinión de los ciudadanos europeos sobre el cambio horario estacional ('daylight saving time' en inglés,). En los primeros días, los servidores terminaron caídos y se esperaba una gran participación. Aunque ya en aquel momento, algunos medios, como Gizmodo, señalaron que posiblemente la consulta generara más interés entre los que querían eliminarlo que entre los que estaban a favor de mantenerlo.
En la presentación de la consulta y en los informes previos con los que estaba trabajando, la Comisión reconocía que "que no hay evidencias claras que justifiquen la existencia de un horario de verano, aunque también advertía de que no está claro que perjudique la salud". Eso sí, todos los informes y estudios realizados hasta el momento llevaban a la conclusión de que: "permitir que cada país cambie descoordinadamente los horarios de verano e invierno tendría un impacto negativo en el mercado interior de la UE. Subirían los costes del comercio transfronterizo, surgirían problemas en sectores como el del transporte, las comunicaciones o el turismo y también afectaría a la productividad del mercado interior de bienes y servicios".
Sin embargo, como nos comentaban en aquel momento fuentes de la Comisión, había una razón más para apostar por la supresión del cambio horario estacional: la política comunitaria. Desde hace años, la queja más habitual contra la Unión Europea ha sido acusada de solo servir para regular, legislar y añadir páginas y páginas al corpus legal de los países miembros. En la supresión horaria, Jean-Claude Juncker vio la oportunidad de aligerar las regulaciones comunitarias en un tema que afecta directamente a la vida cotidiana de los europeos.
El pistoletazo de salida
El 29 de agosto de 2018, el periódico alemán DW filtró los resultados de la consulta. Votaron 4,6 millones de europeos y 8 de cada 10 lo hicieron en favor de un horario único durante todo el año. La inmensa mayoría (más del 70%) eran alemanes, un país donde el movimiento en favor el horario único lleva años es muy popular.
Ese mismo día, el portavoz de la Comisión explicó ayer que la consulta no era el único elemento que se tendría en cuenta para tomar la decisión final. "No es un referéndum", explicaba Margaritis Schinas, portavoz jefe de la Comisión. Pero, dado lo que vimos después, como si lo fuera.
El 30 de agosto de 2018, tras una discusión en el Colegio de Comisarios, el presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, anunció que iban a hacer todo lo que pudieran para suprimir el cambio de hora en la Unión Europea. De hecho, su propuesta fue que 2019 fuera el último año en que cambiáramos de hora. Lamentablemente, había un enorme problema: el proceso legislativo europeo.
Un fracaso más que anunciado
Para aprobar el fin del cambio horario estacional, la Comisión, el Parlamento y los países miembros deben ponerse de acuerdo. Al sí de la Comisión se le sumó el del Parlamento el 26 de marzo de 2019. Ya solo faltaba que las capitales nacionales dieran su visto bueno. Eso, no llegó a ocurrir más allá de un difuso compromiso de resolver el problema antes de 2021.
Como nos explicaba Martín Olalla en aquel momento, "el problema de la Comisión es tratar de armonizar eso en un continente que es tan extenso en latitud. Las necesidades de países como Lituania, Estonia o Finlandia son diferentes a las de países como España, Grecia o Italia". De hecho, mientras Finlandia y Lituania se mostraron a favor de la supresión, Portugal anunció que no iba a subirse al carro tal y como le recomendaba el Observatorio Astronómico de Lisboa . En España ni siquiera conseguimos ponernos de acuerdo.
El resultado es que el último fin de semana de octubre cambiaremos la hora como se lleva haciendo décadas y lo seguiremos haciendo en los próximos años. Y, más allá de eso, muestra de que es mejor no vender la piel de horario de invierno antes de cazarlo.
Imagen | Lukas Blazek
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