La sombra de la sequía es alargada. Sus consecuencias alcanzan a los hogares, la industria, la agricultura, el transporte, tiene derivas sobre la naturaleza o incluso la arqueología y, desde luego, se deja sentir en el sector energético. Menos agua se traduce en ríos y pantanos más vacíos. Y unos embalses y ríos con menos reservas afectan, a su vez, a la capacidad de generación hidráulica.
Ocurre en España. Y ocurre en otros países.
Un escenario que no se vivía en décadas. La escasez de lluvias ha derivado en un escenario de sequía que en España no se vivía desde hacía décadas. Hace días los datos de Transición Ecológica situaban los embalses del país a solo el 37,9%, lo que se traduce en unos 4.000 hectómetros cúbicos menos que hace justo un año y 10.600 por debajo de la media del decenio. Hay que remontarse casi tres décadas, nada menos que a 1995, para encontrar un cierre de agosto con un volumen inferior.
Consecuencias sobre el sector energético. Con menos agua embalsada se reduce también el margen para el aprovechamiento de los saltos. Entre enero y la primera mitad de agosto —precisa El País— la producción de energía de las centrales marcó su dato más bajo desde principios de los 90, situándose en aproximadamente la mitad de la media. De hecho, si echamos la vista a hace solo un año, las centrales hidroeléctricas habían generado durante el mismo período casi el doble.
Y para muestra, un botón. En Cataluña saltaba esta misma semana la noticia de la paralización de una central hidráulica en un embalse de Lleida a causa, precisamente, de la sequía. Hace días Segre señalaba ya que, hasta el 31 de julio, la producción de energía hidráulica se había reducido un 17,9% en las comarcas leridanas. Si se comparaba el balance con la media histórica del último decenio, el desplome es más acusado: del 35,5%. El dato está es similar al del conjunto de Cataluña.
Un escenario con repercusiones. El desplome en la aportación de la hidráulica, que Red Eléctrica sitúa en cerca de un 50% interanual, sumado a otras caídas de menor calado, como la solar térmica o eólica, tiene un efecto contundente sobre el balance global de las renovables. Ni siquiera el alza de la solar fotovoltaica —anota El País— compensa el cuadro general de caída de generación.
Los últimos datos de Red Eléctrica muestran que la aportación de las renovables se sitúa en un 43,8% frente al 56,2% asociado a las fuentes no renovables. El “pinchazo” en el aporte hidroeléctrico equivale a un aumento en la generación con gas natural, de mayor coste económico y ambiental.
Más allá de los balances. La repercusión en los precios podría notarse sobre todo en otoño. El escenario se complica además con el telón de fondo de la crisis energética que encara Europa y ya ha obligado a las autoridades adoptar medidas de ahorro —regular el uso del aire acondicionado o iluminación— para reducir, en el caso de España, cerca de un 7% el consumo de gas.
Un escenario que va mucho más allá de España. España no es el único país que ve cómo la escasez de lluvias afecta a su sistema energético. China afronta también una sequía histórica que ya ha dejado en mínimos algunos ríos, incluidos ciertos tramos del Yangtsé. Más allá de su impacto en el medio ambiente, población y empresas, la falta de agua ha afectado ya a la energía hidroeléctrica. El problema es grave en Sichuan, que obtiene algo más del 80% de su energía de esa vía, y afecta también a la urbe de Chongqing o la provincia de Hubei, coincidiendo con un alza de demanda.
Para hacer frente a la situación, señala The Guardian, las autoridades han limitado el suministro de energía a miles de fábricas y racionado el uso público. Entre las empresas que se han visto obligadas a suspender de forma temporal su actividad en ciertas plantas a lo largo de las últimas semanas se encuentran Tesla o Toyota. En EEUU también ven con preocupación el descenso en los niveles de los lagos Mead y Powell, que además de aportar agua son relevantes en el sistema eléctrico.
Y más allá de la hidroeléctrica. La hidroeléctrica no es la única que ha sufrido el zarpazo de la sequía. En Francia, por ejemplo, varios reactores nucleares han tenido que aminorar su producción por la alta temperatura del agua que llega del río, clave para enfriarlos. Otro país que también se ha visto afectado de una forma inesperada es Alemania: al bajar el nivel del Rin se ha encontrado con un problema para desplazar el carbón con el que quiere limitar su dependencia del gas ruso.
Imagen de portada | Emilio Morenatti/AP
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