Desde hace ya un buen puñado de años los defensores de la energía eólica se enfrentan a una pregunta tan incómoda como peliaguda: ¿Qué hacer con las viejas aspas de los aerogeneradores? ¿Qué salida dar a esas enormes estructuras, que pueden pasar de los 80 metros largo y en algún caso han llegado a superar incluso los cien metros, cuando han cumplido y toca jubilarlas?
No es una cuestión menor.
Con el paso de los años la eólica se ha ido convirtiendo en una de las grandes fuentes de energía alternativas a los combustibles fósiles, lo que se traduce, solo en España, en 1.298 parques eólicos y más de 21.500 aerogeneradores. Dicho de otro modo: muchas aspas, muchísimas aspas.
El problema no es tanto su cantidad como los materiales con los que están fabricadas, resinas y fibras de vidrio y carbono que complican su gestión una vez se retiran de las turbinas.
De problema a oportunidad
Reciclarlos no resulta sencillo, ni barato. Y eso lleva a que en ocasiones se opte por enterrarlas —como se aprecia en las imágenes del "cementerio de palas" de Wyoming publicadas hace dos años por Bloomberg— o incluso incinerarlas, disolverlas, triturarlas o directamente almacenarlas.
Pero… ¿Y si ideásemos un nuevo material que facilitase el reciclaje, uno que hiciese que el reaprovechamiento de sus componentes resulte relativamente sencillo y versátil? Y ya puestos a pedir, ¿y si parte de esos “desechos” pudiesen emplearse además para fabricar gominolas?
Eso es justo lo que asegura haber logrado un equipo de la Universidad Estatal de Michigan: un material para la fabricación de aspas que facilitaría enormemente su tratamiento. Combinando fibras de vidrio con un polímero derivado de las plantas y otro sintético los investigadores han creado una resina termoplástica lo bastante fuerte y duradera como para emplearse en turbinas eólicas.
Lo mejor no son sin embargo las propiedades del material, lo suficientemente fuerte —argumentan— como pasar emplearlo incluso en vehículos, sino lo sencillo que resulta reciclarlo.
“Lo bonito de nuestro sistema de resina es que al final de su ciclo de uso podemos disolverla y eso la libera de cualquier matriz en la que se encuentre para que pueda ser utilizada una y otra vez en un bucle infinito”, señala el doctor John Dorgan, parte del equipo de científicos que ha desgranado sus conclusiones durante la reunión celebrada hace unos días por la American Chemical Society.
Cuando quisieron disolver la resina los investigadores de Michigan comprobaron que podían separar las fibras de vidrio y el resto de componentes. Luego podían refundir el material para elaborar una amplia variedad de nuevos productos, incluidas aspas con las mismas propiedades.
Su versatilidad es desde luego llamativa.
Al mezclar la resina con minerales el equipo obtuvo un material que puede aprovecharse para fabricar encimeras o lavabos y si se combinaba con otros componentes permite elaborar fundas de portátiles, herramientas, ventanas, pilotos para las luces traseras de los vehículos o incluso pañales. Todo depende de cómo se trate, con qué se combine y las temperaturas.
Durante sus investigaciones con la resina obtuvieron también lactato de potasio de calidad alimentaria que se puede convertir en dulces o bebidas para deportistas. Para demostrarlo el equipo de Michigan llegó incluso a fabricar gominolas con forma de ositos, muy similares a las famosas chucherías de Haribo, que acabó comiéndose sin demasiados remilgos el propio Dorgan.
¿Se parecen en sabor a los de Haribo?
Lo que sí envía Dorgan es un mensaje para aprensivos a los que pueda no hacerles demasiada gracia la idea de zamparse lo que en su día fue parte de un molino eólico: “un átomo de carbono derivado de una planta, como maíz o hierba, no difiere de un átomo de carbono procedente de un combustible fósil. Todo es parte del ciclo global del carbono y hemos mostrado que podemos pasar de la biomasa en el campo a materiales plásticos duraderos y volver a los alimentos”.
Al método de Dorgan y sus colegas todavía le queda camino por delante y debe demostrar sus posibilidades a gran escala, pero de entrada ofrece una alternativa interesante a otras opciones que se han ido popularizando a lo largo de los últimos años, como la reutilización de las aspas para fabricar mobiliario urbano, como bancos y espacios para aparcar bicicletas, o incluso puentes.
Imágenes | Waldemar Brandt (Unsplash) y John Dorgan
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