El hardware tiene un encanto especial para muchos de los usuarios a los que nos apasiona la tecnología. Sin embargo, lo más valioso que tenemos no son los componentes físicos de nuestro ordenador; lo son los datos. Nuestra colección de fotografías, nuestra música favorita, las hojas de cálculo que recogen nuestra contabilidad doméstica o nuestro repositorio de películas son solo una parte de la información que todos atesoramos en el disco duro de nuestro ordenador.
Afortunadamente, existe una disciplina a medio camino de la informática y los estudios en biblioteconomía y documentación que se preocupa de ayudarnos a conservar a lo largo del tiempo, abrir y usar nuestros valiosos documentos electrónicos, sean del tipo que sean: la preservación digital. Aún no es una herramienta muy conocida, pero cada vez adquiere más importancia debido al crecimiento constante que experimentan nuestras colecciones digitales, así que hemos recurrido a un experto para conocer de primera mano por qué esta disciplina es tan importante y qué podemos hacer para proteger correctamente nuestros datos.
Juanjo Boté se dedica profesionalmente a la preservación digital desde hace más de una década. Está titulado en ingeniería en informática por la UOC (Universitat Oberta de Catalunya), y también tiene una licenciatura en documentación que le dota de un perfil híbrido ideal para su especialización en preservación digital. En su currículo destaca también un doctorado en esta última disciplina por la Universidad de Barcelona.
Juanjo Boté es un experto en preservación digital, tiene un doctorado en Sociedad de la Información y Conocimiento por la Universidad de Barcelona y da clase en esta institución
Actualmente Juanjo compagina su trabajo como profesor en el área de la preservación digital en la Facultad de Biblioteconomía y Documentación de la Universidad de Barcelona con los proyectos para personas que tienen colecciones digitales y están preocupadas por su conservación y mantenimiento con el propósito de poder seguir disfrutándolas por mucho tiempo que pase. Como veis, tiene un currículo muy atractivo para ayudarnos a descubrir no solo qué es la preservación digital, sino, sobre todo, qué impacto positivo puede tener en nuestras vidas como los generadores constantes de información que somos todos nosotros.
El primer reto: traducir los formatos de fichero de la antigua informática
Antes de que indaguemos en los desafíos que plantea la utilización de los archivos y las aplicaciones usados durante las primeras décadas de la informática nos interesa conocer qué es la preservación digital y cuál es su objetivo. Juanjo nos explica que «la preservación digital básicamente se preocupa de que pueda conservar, abrir y usar a largo plazo, por ejemplo, dentro de veinte años, los documentos que utilizo hoy, como un archivo de Word o una fotografía que he tomado con el móvil».
Actualmente todos somos conscientes en mayor o menor medida de que es importante que tengamos copias de seguridad de nuestra información más valiosa, pero hace décadas, durante los primeros años de la informática, esta necesidad no era tan evidente, posiblemente porque en aquel momento era difícil imaginar la importancia que la informática acabaría teniendo en el día a día de todos nosotros. Además, posiblemente durante aquellas primeras décadas era difícil intuir lo mucho que evolucionarían los ficheros en los que guardábamos nuestros datos y las aplicaciones que utilizábamos para manejarlos.
Precisamente, por esta razón uno de los mayores retos a los que se enfrentan los profesionales que, como Juanjo, se esfuerzan para que la antigua informática no desaparezca, consiste en traducir los formatos de fichero que manejaban las primeras aplicaciones y sistemas operativos a otros diferentes que puedan ser «entendidos» por las herramientas que tenemos hoy. Juanjo apunta que «la traducción o migración de formatos plantea diversos retos que a veces son sencillos de resolver, y otras veces no. Como ejemplo, un fichero de una hoja de cálculo de QPRO o Lotus 1-2-3 realizado antes del año 2000 podría plantearnos problemas a la hora de identificar su formato con el objetivo de migrarlo a otro formato diferente que pueda ser leído por otra hoja de cálculo».
Uno de los mayores retos a los que se enfrentan las personas que trabajan para que la antigua informática no desaparezca consiste en traducir los viejos formatos de fichero a otros compatibles con las aplicaciones que tenemos hoy
Afortunadamente, existen herramientas que pueden ayudarnos a superar este escollo. Juanjo nos explica que «hay software que detecta este problema, como DROID. Esta aplicación es capaz de identificar el formato, pero corresponde a la persona que trata el documento saber cómo se hace la migración. Después se plantean otros problemas intrínsecos al fichero conocidos como propiedades significativas. En nuestro ejemplo estas características serían la compatibilidad de las antiguas fórmulas con las actuales, la conversión y el tratamiento de la coma decimal, los gráficos o incluso el tipo de letra en el que están realizadas las operaciones».
Curiosamente, Juanjo se dedica profesionalmente a la preservación digital por haber sido capaz de resolver con éxito un desafío como el que acaba de describir. Incluso más enrevesado. Su historia es muy interesante. «Mi dedicación profesional a esta disciplina comenzó con un reto. Yo estaba haciendo un máster en la Universidad de Barcelona en contenidos digitales y me enteré de que había un concurso internacional en preservación digital. Se llamaba Digital Preservation Challenge (se trataba de la edición de 2008) y decidí participar, aunque iba un poco justo de tiempo», rememora Juanjo.
«Aquel concurso planteaba cinco pruebas, y una de ellas consistía en identificar imágenes de un artista que estaban dentro de un juego electrónico. En este escenario había una serie de imágenes que había que recuperar, y para hacerlo era necesario previamente encontrar el juego en el que se encontraban. Aquí entra en acción vocabulario técnico como el término 'objeto digital', que es un elemento con información generado de forma electrónica, o el concepto de 'ingesta de datos', que significa a grandes rasgos introducir datos en un repositorio», nos aclara Juanjo.
Y continúa: «También nos facilitaron dos carpetas, una con extensión visible que solo se podía ver a través de un emulador, y la otra con documentos sin extensión asociada. La plataforma sobre la que corrían era Atari 800 XL/XE de 8 bits. Para poder ver las imágenes y usar el juego utilicé un emulador Atari800 Win Plus que emulaba el ordenador Atari 800 XL/XLE. Y para poder ver las imágenes que no tenían extensión utilicé un programa que se llamaba Graphfont para plataformas de 8 bits. Estos recursos los encontré en una antigua página web dedicada a Atari que ya no existe».
Lo que nos acaba de contar Juanjo ilustra bastante bien el reto que representa la traducción de los archivos utilizados por los ordenadores antiguos. Pero aún no hemos llegado al final de su historia. Boté quedó segundo en este concurso internacional, que ya no existe, y esta fue la chispa que despertó su pasión por la preservación digital. Además, la excelente posición que obtuvo en este evento tuvo una recompensa adicional: «Después de eso me ofrecieron dar clase en la Universidad de Barcelona como profesor asociado, y, a la vez, empecé el doctorado hasta terminarlo. Y aquí sigo, dedicado en cuerpo y alma a esta disciplina. De hecho, ahora trabajo en la Facultad de Biblioteconomía y Documentación», confiesa.
Más de una década dedicado a la traducción de ficheros y la preservación digital
Hoy en día estamos acostumbrados a transportar nuestros datos a través de Internet, en discos duros de gran capacidad y en unidades USB, pero no hace falta que nos remontemos a los orígenes de la informática para darnos de bruces con soportes de almacenamiento muy diferentes a los actuales. No hace demasiados años guardábamos nuestros datos y aplicaciones en antiguos discos mecánicos, disquetes de cinco pulgadas y cuarto, discos de tres pulgadas y media, e, incluso, en cintas de casete, entre otras opciones. Juanjo nos habla de las dificultades que acarrea preservar estos medios de almacenamiento.
«Los antiguos soportes de almacenamiento plantean varios problemas. El primero es encontrar un dispositivo que funcione y que, además, los lea. Luego, una vez que tienes la información, debes intentar traspasarla sin que se pierdan sus propiedades significativas a un dispositivo más moderno, y si no tienes dispositivos de lectura es un problema de difícil solución. Sin embargo, en plataformas como Ebay todavía se pueden conseguir. En el caso de las cintas de casete aún se pueden encontrar lectores. Sin embargo, las cintas se rompen con mucha facilidad porque se secan. Otra de las cuestiones es que el dispositivo tiene que poder funcionar en un ordenador normal en el caso de los disquetes de cinco pulgadas y cuarto, algo que no es fácil porque los ordenadores de hoy en día no tienen ese tipo de buses de conexión, pero se pueden encontrar adaptadores. En este ámbito incluso las grandes instituciones usan Ebay para comprar material antiguo», asegura Juanjo.
Boté continúa hablándonos de sus primeros pinitos en la traducción de ficheros: «Al tener formación como ingeniero informático siempre tenía curiosidad por saber cómo estaban formados internamente los ficheros de todo tipo. Esto incluye archivos de texto, ficheros de audio, de vídeo y otros tipos. Como ejemplo, quería saber cómo estaba formado un fichero de imagen. En la cabecera solían aparecer su descripción, tamaño, colores y otros elementos. Esto implicaba emplear software que hacía lecturas en hexadecimal de los ficheros, unas aplicaciones que podemos encontrar en sitios como SourceForge».
Y prosigue: «También me interesaban otros tipos de ficheros, como las bases de datos y los archivos de tipo propietario, de los que obtener información era muy difícil cuando no contaba con Internet. En muchos casos recurría a la biblioteca de la universidad, o bien a contactos y amistades que tenía en el extranjero. Mis primeros pinitos en la traducción de archivos de la antigua informática llegaron al mismo tiempo que estudiaba la carrera. Además, ayudé a empresas que perdían datos total o parcialmente con herramientas tecnológicas que existían por entonces, y con las que se podía recuperar la integridad de la información de los ficheros que se hubiera perdido».
Nueva Zelanda, a la cabeza de la preservación digital
La conservación de los antiguos archivos y aplicaciones no es importante solo para las empresas y los usuarios; también lo es para los países. De hecho, resulta muy curioso saber que una de las primeras naciones que decidió tomarse en serio la recuperación y preservación de su patrimonio digital fue Nueva Zelanda. Parece razonable pensar que los primeros en «tomar cartas en el asunto» en el contexto estatal fueron los estadounidenses o los europeos, pero no; fueron los neozelandeses. Juanjo nos lo cuenta.
«El primer proyecto de preservación digital de alcance global, para todo el país, lo puso en marcha Nueva Zelanda. Es un país relativamente pequeño, con unos 4,2 millones de habitantes, y esta característica facilita el despliegue de esta estrategia. Ya había experiencias anteriores en materia de preservación, sobre todo en Estados Unidos, pero el primer proyecto con alcance estatal fue el de Nueva Zelanda», asegura Boté.
«De hecho, están vendiendo su producto a través de varias empresas a instituciones europeas y otros organismos. Los neozelandeses están a la cabeza mundial en preservación digital, junto a los holandeses, los ingleses y los estadounidenses. Además de la ventaja que les da haberse preocupado antes que otros países por la preservación digital, tienen el aliciente de que Nueva Zelanda fue una colonia británica y, por esta razón, tiene dos culturas que es necesario preservar: la maorí y la británica, que vino después».
Durante nuestra conversación Juanjo Boté me habló también de la importancia que tienen las auditorías como herramientas a las que podemos recurrir para comprobar que todo está en orden. Que dentro de muchos años vamos a poder seguir accediendo a nuestros ficheros y disfrutando nuestros datos. El término 'auditoría' suena muy serio. Suena a empresa. Pero no. Las auditorías también están al alcance de los usuarios domésticos.
«Los usuarios también pueden hacer su propia auditoría para salvaguardar sus colecciones personales. Es importante que tengamos en cuenta que nuestro archivo personal va creciendo constantemente, por lo que una de las preguntas que debemos hacernos es si tenemos espacio suficiente para asumir el crecimiento que irá experimentando nuestra colección», propone Juanjo.
«También es importante que nos cercioremos de que tenemos las copias de seguridad necesarias para estar seguros de que nuestro archivo personal está guardado. No debemos conformarnos con tener nuestra colección en el disco duro de nuestro ordenador. Como mínimo necesitamos tener tres copias e ir actualizando y verificando su contenido. Es una estrategia muy pesada, sí, pero si no haces esta verificación corres el riesgo de perder los datos con el paso del tiempo», sentencia Boté.
Consejos prácticos al alcance de cualquier usuario
Una forma eficaz de proteger nuestros datos consiste en tener una copia de seguridad. La Nube también puede ser un recurso valioso en este contexto porque pone a nuestra disposición un espacio de almacenamiento virtualmente ilimitado al que también podemos recurrir a precios con frecuencia bastante atractivos. Sin embargo, preservar nuestra información es más complejo de lo que parece. Juanjo Boté nos ofrece algunos consejos sencillos, pero con la capacidad de ahorrarnos malos tragos en el futuro.
«Todo depende del tamaño de nuestros archivos. Lo primero que haría es no almacenarlos en el disco duro de nuestro ordenador; es preferible utilizar un disco externo. Después me plantearía si puedo pagar un servicio de almacenamiento en la Nube, pero cerciorándome también de que me ofrecerá la suficiente capacidad de almacenamiento para contener toda mi colección personal en el futuro», nos explica Juanjo.
«Además, es importante estar seguro de que podré seguir pagando a lo largo del tiempo la cuota que me da derecho a seguir utilizando este servicio. A veces es preferible tener dos o tres discos duros externos e ir verificándolos poco a poco que optar por el almacenamiento en la Nube. De hecho, un punto interesante es que muchos teléfonos móviles con Android guardan las fotos automáticamente en el servicio de almacenamiento de Google, pero, ¿podemos estar seguros de que esta empresa seguirá existiendo dentro de muchos años?», pregunta de forma retórica Boté.
Y concluye: «Si por la razón que fuese las compañías que nos ofrecen el almacenamiento en Internet dejasen de existir o suprimiesen este servicio, podemos perder nuestros datos. Obviamente, Google y otras empresas similares son robustas, pero no tenemos la garantía de que no dejarán de existir en el futuro. Sí, puedo utilizar la Nube, pero es importante pensar a largo plazo para apostar por un servicio sostenible en el tiempo».
En cualquier caso, hay un segundo frente que no debemos pasar por alto. Además de salvaguardar nuestros datos creando y manteniendo las copias de seguridad adecuadas tenemos que preocuparnos por utilizar formatos de archivo que continúen siendo vigentes en el futuro. De lo contrario, tendremos nuestros ficheros, pero no podremos acceder a su contenido. Afortunadamente, el panorama hoy en día es mucho más reconfortante que en décadas pasadas. Juanjo nos explica por qué.
«La principal diferencia con los formatos de fichero que utilizábamos hace décadas, en los albores de la informática, es que todos ellos están tendiendo ahora hacia una estandarización, sobre todo en formatos abiertos y no propietarios. Y esto conlleva que no dependamos de una licencia para abrir un documento. Sin embargo, antiguamente era necesario utilizar un programa para abrir cada formato de fichero. Hoy podemos abrir un documento de texto basado en XML con Microsoft Word u OpenOffice sin ningún problema», defiende Boté. Sí, realmente es un paso adelante significativo.
Es importante que protejamos nuestro patrimonio tecnológico
Aunque aún queda mucho por hacer en materia de divulgación de la preservación digital, Juanjo Boté es optimista. «Todavía nos falta mucha cultura porque creo que no se ha difundido del todo qué implica la preservación digital y su importancia. Aun así, hemos avanzado porque hace unos años cuando yo hablaba de esta disciplina había gente que se sorprendía porque no sabía de qué se trataba, y ahora ya apenas sucede esto. Los usuarios empiezan a entender la diferencia entre qué es guardar y qué es guardar en el tiempo. Son conceptos diferentes», asegura.
Además, Juanjo nos confirma que si nos ceñimos a la «informática antigua» actualmente hay varios proyectos en marcha que aspiran a recuperar y preservar ese patrimonio, esos antiguos programas y ficheros que utilizábamos hace décadas. «Hay varios proyectos, pero están muy dispersos. Cada universidad tiene el suyo, y a nivel europeo merece la pena destacar la Open Preservation Foundation. Con alcance estatal cada institución también tiene el suyo. La Biblioteca Nacional tiene su propio proyecto, y el Archivo Nacional de Cataluña, también, entre otras instituciones que dedican recursos a esta materia».
Prácticamente todo el artículo ha girado alrededor del software, pero el hardware también forma parte de nuestro patrimonio cultural. En Europa cada vez más instituciones se preocupan de preservarlo, y en España varias universidades han dado un paso hacia delante creando sus propios museos. «La Universidad Complutense tiene uno, el Museo de Informática García-Santesmases. También destaca el Museo Torres-Quevedo, en la Universidad Politécnica de Madrid, donde se pueden encontrar prototipos de ordenadores», recuerda Juanjo Boté.
Como este experto en preservación digital nos ha explicado, queda mucho por hacer en este terreno, pero podemos ser optimistas porque la cultura tecnológica en general, e informática en particular, de los usuarios es cada vez mayor. Esta reflexión de Juanjo nos permite entrever el futuro con esperanza: «Aquí mismo, en España, ya empieza a haber empresas que se dedican exclusivamente a esto. Y en el contexto institucional se están haciendo cada vez más esfuerzos en materia de preservación digital. Poco a poco, a medida que las personas y las instituciones vayan tomando aún más conciencia de la importancia que tiene esta disciplina, seguirá desarrollándose».
Más información | Juanjo Boté
Imágenes | Ruben de Rijcke | MOS6502
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