Nos prometieron un "nuevo y emocionante descubrimiento sobre la Luna" y, en esta ocasión, la NASA no ha decepcionado: no solo acabamos de descubrir inequívocamente agua (H2O) en la superficie de la Luna, sino que hemos identificado áreas del satélite capaces de atraparla de manera estable. Se trata de dos descubrimientos separados, pero que engarzan a la perfección de cara a pensarnos muy bien cómo encaramos las próximas misiones (que, como bien sabemos, ya se están preparando).
¡Agua en la Luna!
Pero ¿no sabíamos ya que había agua en la Luna? Sí, es cierto. Lo que ocurre es que, hasta ahora, las investigaciones que habían encontrado signos de agua se basaban en una forma espectral concreta (a 3 µm) que no pueden discriminar a ciencia cierta el agua de otros compuestos del grupo hidroxilo.
¿Qué han hecho ahora? En un primer artículo, Casey Honniball y su equipo han usado el Observatorio Estratosférico de Astronomía Infrarroja (SOFIA) para observar la Luna a 6 µm. A esta longitud de onda, se puede detectar una firma espectral de H2O que no es compatible con otros compuestos. Es más, el equipo descubrió que en las latitudes altas del hemisferio sur hay agua en abundancia: entre 100 a 400 partes por millón. Según estos autores, es probable que el agua detectada esté almacenada en estructuras que la protegen del duro ambiente.
Como curiosidad, al SOFIA es un instrumento muy particular: se trata de un Boeing 747 modificado con un orificio al que va acoplado el telescopio reflector más grande que hemos metido nunca en un avión. Eso evita hasta el 99% de la distorsión atmosférica y permite observaciones mucho más precisas.
¿Dónde se esconde el agua para resistir allá arriba? A esa pregunta tratan de responder Paul Hayne y sus colaboradores. Este equipo de investigación trató de demostrar la existencia de lo que denominamos "trampa fría" en la Luna. El concepto, propuesto por K. Watson, B.C. Murray y H. Brown en 1961, sugería que podía haber cráteres ubicados cerca de los polos lunares en los que podría mantenerse en una oscuridad virtualmente perpetua. Eso podría hacer que retuvieran "cualquier elemento volátil que [...] hubiera caído en la zona". Y muy especialmente el agua, "el elemento volátil más frecuente en el Sistema Solar".
Los autores se fijaron en un tipo muy concreto de "trampas frías": las de un centímetro de diámetro. Y descubrieron que estas "microtrampas" son cientos o miles de veces más numerosas que las trampas frías más grandes (y se pueden encontrar en ambos polos). Por ponerlo en cifras: los autores sugieren que aproximadamente 40.000 km2 de la superficie lunar tiene la capacidad de atrapar agua.
¿Y ahora qué? Ahora nos queda entender con detalle cómo surge y se acumula agua en nuestro satélite. Gracias a ello podremos empezar a pensar cómo adaptar nuestras misiones a una enorme cantidad de agua que puede cambiarlo todo. Astronómicamente hablando.
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