Se llama Cygnus X-1 y, con sus 21 masas solares, es otro de esos agujeros que no dejan de salirle no ya al Universo que también, si a nuestras teorías sobre los procesos de formación y evolución estelar. De un tiempo a esta parte nos es difícil mirar las estrellas como las mirábamos antes.
Y es que, en última instancia, la masa de los agujeros negros estelares está determinada por la estrella madre. Es decir, está limitada por la masa que esta va perdiendo a lo largo de su vida en eso que llamamos vientos estelares. De ahí que, tal y como confirmaban nuestras mediciones de binarias de rayos x conocidas, se pensara que estos agujeros negros no podían tener más de 20 masas solares. De hecho, lo más grande que habíamos encontrado en binarias estaba entre las 15 y 17.
Agujeros, estrellas y viceversa
A finales de 2019, nos dimos de bruces con LB-1, un agujero negro con una masa 70 veces mayor que el Sol, y desde entonces los teóricos de la formación estelar no han tenido más que malas noticias.
Malas noticias que Cygnus X-1 no hace sino agravar porque se trata de un agujero muy bien estudiado que se encuentra en nuestra galaxia y la confirmación por parte del equipo de James Miller-Jones y su equipo de que tiene una masa de 21 soles solo nos confirma que hay algo que no estamos entendiendo bien. Y ahora tenemos pruebas electromagnéticas.
Es decir, ya no es un hecho aislado, ni un problema de ciertos instrumentos concretos: es un desafío a los modelos actuales sobre la vida de las estrellas porque, según los autores, para que exista un agujero negro de este tamaño en la Vía Láctea, éstos están fallando de forma considerable.
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