Algo raro ocurre en la frontera de nuestro sistema solar. Esa es la conclusión a la que ha llegado un equipo internacional de investigadores que han estado observando esta región. La sorpresa llegó cuando éstos hallaron que la frontera que marca los confines de nuestro sistema es mucho más irregular de lo que se esperaba.
Las esferas de influencia de nuestro Sol. Nuestro sistema solar se extiende, pese a lo que podamos pensar, más allá de la órbita de Plutón y aquellos cometas que orbitan mucho más allá de la órbita del más famoso de los planetas enanos. Los límites de nuestro sistema solar de hecho no los marcan los objetos que orbitan alrededor de nuestra estrella, sino la frontera que conocemos como heliopausa.
La heliopausa marca el límite en el que termina la “burbuja magnética” del Sol, donde los vientos solares procedentes de nuestra estrella chocan contra el espacio interplanetario. Al área dentro de esta frontera se la denomina heliosfera.
Dentro de esta región existe otra de menor tamaño, demarcada por el llamado Frente de Choque de Terminación de la Heliosfera (HTS). A partir de esta región los vientos solares pierden empuje al encontrarse con el medio interestelar. El choque hace que la densidad de partículas procedentes de este viento aumente.
Más allá del magnetismo. Existe otro límite mucho más lejano que marca la influencia de nuestra estrella, el de la esfera de Hill. Esta hace referencia a la zona donde la influencia gravitatoria está dominada por la presencia del Sol. La esfera de Hill abarca un radio de más de 200.000 unidades astronómicas (UA).
Una heliopausa “arrugada y oblicua”. Es en la Heliopausa y en el HTS donde el equipo de investigadores se topó con la anomalía: una extraña rugosidad que contradice los modelos con los que contamos. El hecho de que los vientos solares hayan creado irregularidades en esta región no es lo que ha sorprendido a los astrónomos, sino la escala de éstas, las variaciones alcanzan las diez unidades astronómicas.
Las medidas tomadas durante 2014 indicaron una serie de asimetrías en estas capas, que no correspondían a las predichas por los modelos físicos que nos indican la estructura de éstas. Estas irregularidades, asimetrías y oblicuidades abarcan tanto dimensiones espaciales como temporales.
Las sondas que surcaron las olas. El estudio ha sido recientemente publicado en la revista Nature Astronomy y ha sido realizado gracias a observaciones procedentes de diversas fuentes. Entre ellas las realizadas por las sondas Voyaver 1 y 2, los dos objetos creados por los seres humanos que más lejos hemos enviado. Las sondas atravesaron esta frontera y la analizaron en su tránsito.
“La sonda Voyager provee la única medida directa in situ de las localizaciones de estas fronteras. Pero solo en un punto en el espacio y en el tiempo” explicaba en declaraciones recogidas por Vice, Eric Zirnstein, uno de los autores del estudio.
El “otro IBEX”. Además de los instrumentos a bordo de estas sondas, el satélite Interstellar Boundary Explorer (IBEX) ha sido clave en este estudio. La herramienta analiza de los Átomos Energéticamente Neutrales. Es a través de este instrumento que se recogieron las medidas extraordinarias detectadas en 2014, en conjunto con las mediciones puntuales hechas por las Voyager en sus respectivos tránsitos.
IBEX lleva analizando la frontera del espacio interestelar desde 2009. Lo hace desde la órbita Terrestre. El trabajo de esta sonda nos permitió recientemente conocer mejor cómo estos vientos solares realizaban su viaje a la heliopausa, su destino final.
Investigaciones como esta nos permiten conocer mejor las dinámicas de estos vientos solares. Conocerlas es indispensable puesto que suponen un riesgo constante a nuestro modo de vida. Las tormentas solares se han convertido en una preocupación para muchos, y solo este año nos han generado algún que otro susto, por fortuna, sin generar problemas graves.
Imagen | NASA
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