Algo raro está pasando con la mesosfera y las nubes noctilucentes. Uno de los principales sospechosos es SpaceX

En años de máximo solar, no deberíamos de ver nubes mesosféricas polares. Y sin embargo, no paramos de verlas.

Helkivad Oopilved Kuresoo Kohal
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A veces, a latitudes de entre 50 y 70º, cuando el sol ilumina las capas altas de la atmósfera desde debajo del horizonte y deja el resto en la fría y queda oscuridad, podemos ver uno de los fenómenos más sutiles y bellos de la Tierra: las nubes noctilucentes.

Son unas nubes raras, brillantes, esquivas; un fenómeno meteorológico que, dibujando el patrón de los capilares de un ser vivo en una angiografía, nos miran a 80 kilómetros sobre el suelo.

Ocurre en verano y ni siquiera todos los veranos. Este 2024, por ejemplo, no deberíamos de poder ver este tipo de nubes y, sin embargo, algo raro está ocurriendo en la mesosfera. Algo que tiene intrigados a los científicos.

¿Qué son exactamente las nubes noctilucentes? Según Aemet, las noctilucentes (o nubes mesosféricas polares) deben su nombre a que brillan de noche. Como decía más arriba, durante el crepúsculo o justo antes de amanecer, los rayos del sol iluminan estas nubes y les dan su característico color blanco brillante con un ligero tinte azulado.

Son, además, las nubes más altas que existen en nuestro planeta. Y, precisamente por eso, durante casi un siglo y medio, supusieron un enigma de primer orden para la meteorología mundial. Aún lo son porque, desgraciadamente, no conocemos bien el mecanismo que las forma. Pero, hoy por hoy, tenemos sospechas.

¿Qué hay detrás de estas nubes raras? Por lo que se ha podido averiguar, “parece que se forman gracias al escaso vapor de agua que llega a esas altitudes, aprovechando como núcleos de condensación partículas microscópicas de polvo que puede provenir, por ejemplo, de restos de meteoritos o cometas que se desintegran al entrar en la atmósfera terrestre”.

Por eso mismo, tradicionalmente hemos creído que no se podían ver durante los años en los que la actividad solar era alta. La radiación derretía los restos de los meteoritos en las altas capas de la atmósfera y sin ese catalizador las nubes noctilucentes no llevaban a formarse. En 2024, como hemos explicado en varias ocasiones, estamos en un momento álgido del ciclo solar 25.

Y, sin embargo, hay muchísimas noctilucentes. Y a latitudes muy bajas. Martín León citaba ejemplos de avistamientos en Irlanda, Inglaterra y Francia. Aún no se han llegado a ver desde zonas tan bajas como España (algo que sí ocurrió en 2019), pero los expertos coinciden en que la situación es muy anómala.

¿Qué puede estar pasando? Para Martín León hay dos grandes sospechosos: uno es el Hunga Tonga y el otro SpaceX. El 15 de enero de 2022, el volcán Hunga Tonga inyectó una cantidad descomunal de vapor de agua a más de 10 kilómetros de altura. Estaríamos hablando de 150 millones de toneladas métricas de vapor de agua. Gran parte del cual estaría aún en capas muy altas y, por extensión, habrías inyectado un nivel de humedad sin precedentes a la mesosfera.

Algunos expertos creen que el aumento de humedad podría estar compensando la escasez de restos de meteoritos.

¿Y SpaceX? ¿Qué pinta Elon Musk en esto? Como explica Martín León, los cohetes también pueden ser una fuente de humedad en la mesosfera. Y nunca antes se habían lanzado tantos cohetes como hasta ahora: en comparación con el anterior máximo solar, hablamos de cuatro veces más. Sin querer quitarle mérito a China, el gran “culpable” de eso es SpaceX, efectivamente.

Sea como sea, necesitamos entender mejor la mesosfera. Necesitamos, de hecho, que los satélites que monitorizan la Tierra nos den datos sobre lo que pasa ahí arriba. Con el combo que suponen el cambio climático, los eventos meteorológicos extremos y la nueva carrera espacial, vamos a necesitarlo.

Imagen | Martin Koitmäe

En Xataka | Antes de SpaceX se lanzaban al espacio 60 cohetes al año. En 2024, solo SpaceX planea enviar 144

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