Las brújulas de la red de Ocean Networks Canada captaron la disrupción hasta a más de 2 km de profundidad
Durante las últimas semanas la actividad solar ha causado una pluralidad de fenómenos en nuestro planeta. La mayoría, como las auroras boreales se han hecho notar en nuestra atmósfera, pero algunas han llegado más al fondo. Hasta el fondo del mar.
Baile de brújulas. Los efectos de la tormenta solar de hace unas semanas fueron tan intensos que se llegaron a detectar a varios kilómetros de profundidad bajo el mar. Los encargados de hacerlo fueron los instrumentos de medición de la iniciativa Ocean Networks Canada (ONC).
Fueron numerosos los aparatos que detectaron esta tormenta. Los que lo hicieron con más intensidad fueron los del observatorio ONC NEPTUNE en el paso de Folger, situado a una profundidad de 25 metros en las inmediaciones de la isla de Victoria, en la costa oeste de Canadá. Aquí el cambio en el campo magnético hizo que las brújulas oscilaran entre -30º y +30º.
2,7 kilómetros. Sin embargo los efectos de la erupción solar se notaron también a profundidades mayores. Una de las estaciones que captó la tormenta lo hizo a 2,7 km de profundidad.
“El alcance de estos registros de datos a kilómetros bajo la superficie del océano resaltan la magnitud de la llamarada solar (…) y sugiere que los datos puedan ser útiles para la mejor comprensión de la extensión geográfica e intensidad de estas tormentas,”señalaba en una nota de prensa Kate Moran, presidenta de la ONC.
A este y oeste. La iniciativa ONC cuenta con numerosas estaciones de medición a lo largo de la costa del país. Una costa que se extiende por tres océanos.
El descubrimiento de estas disrupciones fue casual. El equipo se encontraba haciendo una comprobación rutinaria de la calidad de los datos compilados por su red de detectores. Sus estaciones cuentan con brújulas que utilizan para calibrar sus instrumentos ADCP (Acoustic Doppler Current Profilers), los cuales se encargan de medir la fuerza y dirección de las corrientes oceánicas.
El especialista en Alex Slonimer fue quien se percató de la anomalía. “Comprobé si era un posible terremoto, pero no tenía mucho sentido ya que los datos se mantenían durante demasiado tiempo y a la vez en diferentes localizaciones,” recordaba Slonimer . “Después miré si era una llamarada solar, ya que el Sol había estado activo recientemente.”
Aproximándonos a la cima. Y es que el Sol, efectivamente, ha estado muy activo en las últimas semanas (y meses). El motivo es que el astro se va acercando a su punto de máxima actividad en su 25º ciclo.
Las “llamaradas” o fulguraciones solares y las eyecciones de masa coronal de las últimas semanas han estado entre las más intensas en décadas. Una de sus consecuencias más vistosas fueron las auroras boreales vistas a latitudes muy bajas, llegando a ser captadas en el sur de Europa.
Es de esperar que, conforme avancemos hacia el pico de actividad (que se espera a lo largo de este año) este tipo de fenómenos se hagan más frecuentes. Cuantas más sean las observaciones que obtengamos más serán los datos de los que los astrónomos se puedan valer a la hora de estudiar este tipo de fenómenos y así, quizás algún día, podamos encontrar formas de protegernos de sus consecuencias negativas.
Imagen | Ocean Networks Canada / Universidad de Victoria
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