"El espacio puede ser el nuevo internet". Con estas declaraciones de hace unos años, Jeff Bezos describía perfectamente no solo su visión de la industria espacial, sino la vocación de Blue Origin por convertirse en el Amazon Web Services de la carrera especial. Y, sin embargo, empiezo a no estar de acuerdo.
Mientras las proezas espaciales siguen despertando un interés desmesurado por todo el mundo, en lo que se está convirtiendo el Espacio es en "el nuevo Salvaje Oeste". Tanto es así que cada vez surgen más voces (incluso dentro del mundo aeroespacial) que piden hacer un parón y reflexionar hacia dónde vamos y si estamos preparados para mantener la bestia espacial bajo control.
El espacio ya es un despropósito
Hagamos un pequeño repaso. Mientras se investiga el primer crimen cometido en el espacio, la nave israelí Beresheet que se estrelló en la luna llena de tardígrados no había seguido ningún control. De hecho, el director científico de la misión no sabía ni que habían volado en su sonda.
En marzo, la India lanzó un misil para destruir voluntariamente uno de sus satélites. Cosa que no pasaría de ser una excentricidad si no fuera porque tenemos un enorme problema con la basura espacial. Hay muchísimos ejemplos, pero mi favorito es la estación china Tiangong-1 que nos tuvo entretenidos durante meses con la posibilidad de que cayera sobre nuestras cabezas.
No obstante, no hay que preocuparse demasiado por lo que tenemos sobre nuestras cabezas: lo que viene es mucho peor. A día de hoy hay nueve empresas distintas poniendo en marcha distintos proyectos para ofrecer internet desde la órbita terrestre. Solo una de ellas, Starlink, la apuesta de Elon Musk, planea enviar 12.000 de satélites en una jugada que no sólo amenazaba con "ensuciar" el cielo nocturno, sino que ya ha obligado a la Agencia Espacial Europea a desviar satélites de su rumbo. Es fácil imaginar el descontrol orbital que habrá una vez estén las nueve redes satelitales en el aire.
Darnos un tiempo (hasta que sepamos lo que queramos)
Desde 1998, cuando se firmó el Acuerdo Intergubernamental sobre cooperacion de la Estación Espacial, no se han firmado nuevos tratados internacionales sobre el espacio, ni se ha avanzado un ápice en la creación de una autoridad espacial que garantice el cumplimiento de ciertas normas de protección, seguridad y ética allá arriba. Y no es porque no haya movimiento allá arriba.
Pero, ¿hace falta realmente esa autoridad? Monica Vidaurri, astrobióloga y politóloga del centro Goddard de la NASA, piensa que sí. No solo por la retaíla de problemas que hemos recopilado en el apartado anterior, sino porque no para de surgir problemas ético-políticos cuya resolución final no depende de ningún marco normativo común.
El ejemplo más reciente, según Vidaurri, es la polémica del Telescopio de Treinta Metros (TMT) en la montaña hawaiana de Mauna Kea. Para la experta de la NASA, este conflicto entre las cooperaciones internacionales de investigación astronómica y los derechos (en este caso, religiosos) de las comunidades hawaianas que rechazaban la construcción del observatorio alegando que "la montaña era sagrada" muestra que existen 'trade-offs' claros y de difícil resolución. Esto, nos dice, en el espacio es el pan nuestro de cada día.
Y lo cierto es que, aunque no hay muchos que planteen como Vidaurri ir a una especie de "moratoria" de los viajes espaciales, no está sola en las críticas contra la 'política de hechos consumados' que se está viviendo en la nueva carrera espacial. Es más cada vez hay más voces que reivindican abrir el melón del "derecho internacional ultraterrestre" para alcanzar una legislación que haga compatibles la investigación científica, la explotación económica y los derechos de los ciudadanos. Sobre todo porque es razonable pensar que, a medida que la exploración espacial avance, surgirán preguntas que no parece que seamos capaces de responder colectivamente.
Imagen | Chris Barbalis
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