Mientras China avanza, la NASA se ha encontrado todo tipo de problemas para volver a la Luna. Y la tensión va en aumento

Estados Unidos ya estuvo en la Luna hace 50 años, pero no puede permitirse una derrota simbólica contra su gran rival

Traje espacial chino vs. Starship lunar
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La carrera por volver a la Luna y construir una base tripulada ya no tiene un líder claro. Mientras China avanza firme y sin grandes retrasos en su programa lunar, la NASA enfrenta cada vez más desafíos técnicos y presupuestarios en las ambiciosas misiones Artemis. Estados Unidos ya estuvo en la Luna hace 50 años, pero no puede permitirse una derrota simbólica contra su gran rival.

Los rápidos avances de China hacia la Luna

El germen de la carrera espacial entre China y la NASA se remonta a 2011, cuando el Congreso de Estados Unidos firmó la Enmienda Wolf, que prohíbe a las agencias federales estadounidenses como la NASA colaborar con entidades chinas. Pensada para evitar la transferencia de tecnologías sensibles que podrían tener aplicaciones militares, la Enmienda Wolf es la razón por la que China no pudo participar en la Estación Espacial Internacional y ahora tiene su propia estación espacial permanentemente habitada: Tiangong.

En paralelo a su programa de vuelos tripulados a la órbita baja terrestre, China cuenta con un saludable programa lunar que tiene en su haber hitos sin precedentes. Desde 2019 es el único país que ha aterrizado en la cara oculta de la Luna. En 2020, la misión robótica Chang'e-5 trajo muestras de suelo lunar de una región joven de la cara visible. En 2024 han cerrado el círculo con Chang'e-6, que ha traído las primeras muestras de la cara oculta del satélite.

Son hitos impresionantes, especialmente por el rápido desarrollo de toda la tecnología implicada; incluyendo cohetes, sondas y rovers lunares. Pero Estados Unidos es por ahora el único país que ha enviado humanos a la Luna, y el que planea volver a la superficie lunar antes que nadie, con la misión Artemis III, programada para septiembre de 2026.

Hoy mismo, la Agencia de Vuelos Espaciales Tripulados de China (CMSA) ha revelado el diseño de su traje espacial para misiones a la superficie de la Luna. El equivalente al traje que Axiom está desarrollando para la NASA. Diseñado para proteger a los astronautas de la radiación y el duro ambiente lunar, el traje chino cuenta con materiales que resisten las condiciones térmicas y el polvo abrasivo de la Luna.

Es de color blanco con rayas rojas e incorpora elementos culturales chinos. Está equipado con un panel de control multifuncional, cámaras para grabar escenas en primer plano y a distancia, y una visera panorámica antideslumbrante. Además de todas las articulaciones para facilitar la movilidad en la superficie lunar, que los astronautas Zhai Zhigang y Wang Yaping han demostrado en directo caminando, aganchándose y subiendo escaleras.

A pesar de que los vuelos iniciales sean relativamente sencillos en comparación con las misiones Artemis de la NASA, los planes de China en la Luna son tan ambiciosos como los de Estados Unidos. Giran en torno al proyecto de Estación Internacional de Investigación Lunar (ILRS), una base científica en el polo sur del satélite en la que participarán otros países como Rusia.

Se espera que, para 2035, esta base pueda albergar a 5.000 científicos de todo el mundo. La ILRS servirá como plataforma para investigaciones científicas, desarrollo de tecnologías, industrias comerciales como la minería espacial y como trampolín para futuras misiones tripuladas a Marte.

Los desafíos de la NASA con el programa Artemis

El cohete SLS de la NASA

El programa Artemis de la NASA también tiene aspiraciones globales y cuenta con la colaboración de decenas de países para crear una estación lunar y una base sostenible. Pero, al igual que el programa lunar chino, empezará con viajes de ida y vuelta con el objetivo inicial de enviar a la primera mujer a la Luna.

La hoja de ruta de Artemis se ha venido retrasando y, posiblemente, siga sufriendo retrasos. Artemis II (programada para septiembre de 2025) será el primer vuelo tripulado a bordo de la nave Orión de la NASA, lanzada a su vez por el cohete SLS de la agencia espacial. Tres astronautas estadounidenses y un canadiense darán una vuelta alrededor de la Luna en una trayectoria de retorno libre y regresarán a la Tierra asistidos por la gravedad del satélite.

En Artemis III (programada para septiembre de 2026), cuatro astronautas se acoplarán en órbita lunar con una Starship de SpaceX. Dos se quedarán en la Orión y otros dos (entre ellos, una mujer) bajarán en la Starship hasta la superficie de la Luna. Una semana después, la Starship volverá a la órbita de la Luna y los astronautas regresarán a la Tierra a bordo de la Orión.

Para llegar hasta aquí, la NASA tendrá que resolver un montón de problemas con los que se ha topado en los últimos meses, empezando por los fallos que se detectaron en la nave espacial Orión tras su primer vuelo no tripulado alrededor de la Luna, la misión Artemis I. Los problemas incluyen daños en el escudo térmico, tornillos derretidos y anomalías en el sistema eléctrica.

La principal preocupación es el escudo térmico de la nave. La NASA descubrió más de 100 áreas en las que el material que protege a la cápsula de la reentrada atmosférica se desprendió, formando agujeros. Este escudo es el más grande jamás construido para una cápsula espacial y está diseñado para soportar temperaturas de hasta 2.760 °C. A medida que se investigan las causas, la NASA está considerando modificaciones en el diseño del escudo o en la trayectoria de la reentrada, lo que podría retrasar aún más los vuelos.

El cohete SLS, desarrollado por Boeing, funcionó como estaba previsto, pero tiene un problema potencialmente más grave para el futuro del programa Artemis: un historial inconmensurable de sobrecostes. Se estima que el precio del desarrollo del SLS es de unos 17.000 millones de dólares, y que cada lanzamiento del enorme cohete desechable cuesta unos 4.100 millones.

Otro problema significativo del SLS es el sobrecoste en la construcción de la torre de lanzamiento móvil ML-2, que será necesaria para lanzar una versión más potente del cohete, el SLS Block 1B, durante las misiones Artemis IV y posteriores. La NASA pagó 383 millones de dólares a la empresa Bechtel para construir ML-2 con una fecha de entrega en marzo de 2023. Sin embargo, los costes se han disparado a 2.700 millones de dólares (asumidos por la NASA) y la fecha de entrega se ha pospuesto al menos hasta septiembre de 2027.

La razón de ser de estos retos es la arquitectura-Frankeinstein del programa Artemis. La nave Orión también deriva del programa Constellation. Fue diseñada originalmente para seis tripulantes, por eso es más grande y pesada de lo necesario, y tiene un escudo muy voluminoso. También por eso, la Orión utiliza un módulo de servicio basado en la nave europea ATV, desarrollado por la Agencia Espacial Europea para el programa Constellation.

El cohete SLS proviene de un programa anterior llamado Constellation que fue cancelado. A pesar de que reutiliza componentes del transbordador espacial, el cohete es una de las partes más caras del programa y hace que muchos se pregunten por qué la NASA no usa directamente una Starship de SpaceX. Sin embargo, Starship es la pieza más cuestionada del programa Artemis.

El desarrollo de Starship está siendo tan vertiginoso o más que cualquier programa de SpaceX, pero la empresa de Elon Musk se encuentra en plena guerra contra la Administración Federal de Aviación (FAA) y no consigue aumentar la cadencia de lanzamientos del cohete para cumplir sus compromisos con la NASA. SpaceX tiene que aterrizar una Starship sin tripulación en la Luna el año que viene para que Artemis III ocurra en 2026.

Ya nadie duda de que Starship funcione, el vuelo 4 fue casi perfecto, pero la arquitectura de Artemis III es demasiado compleja. Requiere el lanzamiento de varias Starship-cisterna (entre ocho y 16) para transferir propelentes en órbita que compensen la evaporación del metano y el oxígeno líquido a temperaturas criogénicas de los tanques de la nave. Además es un cohete enorme, de más de 50 metros de altura, que está diseñado para aterrizar de pie.

La Starship es tan alta que los dos tripulantes tendrán que descender unos 40 metros en ascensor para llegar a la superficie de la Luna. Sus enormes dimensiones tendrán muchas ventajas para las futuras bases lunares, pero por ahora complican la capacidad de la NASA de aterrizar en la Luna y de hacerlo con suficiente combustible para despegar luego hacia la órbita. Por no hablar del acoplamiento con la nave Orión, que tampoco se ha probado en vuelo.

Conclusión

La combinación de problemas técnicos y sobrecostes coloca a la NASA en una posición desafiante que probablemente la obligue a seguir retrasando las misiones Artemis o a cambiar la arquitectura de Artemis III para que no incluya un alunizaje. Mientras tanto, China avanza de forma consistente en sus objetivos lunares, con una estrategia más sencilla y focalizada.

Delegar componentes clave del programa al sector privado funcionó con la Crew Dragon y los vuelos a la Estación Espacial Internacional, pero la dependencia de empresas comerciales como SpaceX para el módulo de aterrizaje y Axiom para los trajes espaciales ha demostrado a la NASA que los dos enfoques, contratistas licitados por la agencia vs. contratos privados, tienen sus problemas. Si no, que se lo digan al SLS y la Orión.

Por ahora, Artemis III sigue programada para 2026 y el alunizaje chino para 2030. Pero la posibilidad de que China coloque a sus astronautas en la Luna antes que la NASA se vuelve cada vez más plausible. Al igual que la del siglo XX, la carrera espacial del siglo XXI no es solo una cuestión de prestigio nacional, sino que tiene implicaciones geopolíticas y económicas significativas. Y eso que la Luna es solo una antesala del verdadero objetivo: llegar a Marte.

Imágenes | CNSA, NASA

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