Hace unas semanas os contábamos que la Voyager 1 había encendido sus cuatro "propulsores de trayectoria" (algo que no ocurría desde los 80) y que funcionaban a la perfección. De la conversación sobre esto, surgía una pregunta recurrente ¿Cómo podemos estar seguros de que la Voyager sigue ahí, 21.0000 millones de kilómetros después y sin pasar la ITV?
No es una pregunta absurda. Hemos hablado muchas veces de la búsqueda del planeta nueve: si no somos capaces de encontrar un planeta enorme, ¿cómo podemos encontrar una sonda diminuta que se encuentra mucho más lejos de nosotros?
Una bombilla en medio de una habitación a oscuras
La respuesta más obvia es la trayectoria. Es decir, sabemos dónde está y hacia dónde va. Y con esa información, buscar en el espacio resulta mucho más fácil, aunque se trate de algo mucho más pequeño. Pero hay un detalle que me parece realmente curioso: el transmisor de la Voyager es, a todos los efectos, una vbengala.
Son solo 22 vatios; casi nada. “Algo comparable a la radio de un coche patrulla o a la bombilla de un refrigerador” explicaba el equipo del Observatorio Nacional de Radio Astronomía (NRAO). Pero con eso es suficiente. La Voyager 1 brilla como una bombilla en medio de una habitación a oscuras.
Su pequeño transmisor tiene una potencia significativamente más alta que cualquier otra onda de radio que la sonda tenga a su alrededor. De esta forma, el NRAO y los diez radiotelescopios de la Very Long Baseline Array rastrean la pequeña sonda en su viaje intergaláctico.
La activación de los propulsores de trayectoria de hace unas semanas dará un par de años de vida extra al objeto humano que más lejos ha viajado. Pero no le queda mucho: en 2025 sus generadores dejarán de suministrar energía suficiente y quedarán a la deriva. Viajando en la soledad de la noche.
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