Si los humanos no pensamos demasiado en la muerte la mayor parte de nuestra existencia, lógico desde la panorámica del espacio tiempo, ponernos en la perspectiva de que todo se vaya al garete dentro de unos cuantos miles de millones de años es poco menos que un acto de fe. Sin embargo, para eso está la ciencia, para calcular lo que puede o se espera que pase. Por eso, cuando el Sol se expanda hasta convertirse en una gigante roja, lo normal es que se cierre el telón de la Tierra. ¿o quizás no está todo perdido?
El hallazgo. Un grupo de investigadores de la Universidad de California en Berkeley ha descubierto un mundo rocoso a 4.000 años luz de distancia de nosotros. Sí, muy "lejos", pero lo importante aquí es que orbita otra estrella que ya pasó por su fase de gigante roja. Dicho planeta ahora orbita alrededor de una enana blanca, el cuerpo estelar más pequeño que queda después de que una estrella se apaga.
En esencia, ese planeta que se acaba de detectar apunta a que alguna vez orbitó la estrella en la misma posición en la que la Tierra se mueve actualmente alrededor de nuestro Sol, y lo hizo hasta que fue empujado a una órbita más distante, el doble de la distancia Tierra-Sol, algún tiempo antes de que el gigante pudiera comérselo. Esto lo convierte en el primer mundo rocoso potencial que se observa orbitando una enana blanca. Y son buenas noticias.
El ¿destino? de la Tierra. Lo son porque los científicos creen que el sistema planetario distante parece muy similar a las expectativas para nuestro sistema Sol-Tierra. De ser así, estaríamos ante un insólito espejo de nuestro futuro, un probable destino con “final feliz”. Como ha explicado Keming Zhang, astrofísico de la Universidad de California en San Diego, quien dirigió el trabajo, “No sabemos si la Tierra puede sobrevivir. Si lo hace, terminará en algún lugar como este sistema”.
Qué sabemos de nuestro “gemelo” del futuro. En realidad, el planeta fue descubierto en 2020 con una red de telescopios coreana a través de un proceso llamado microlente. El equipo había observado cómo la estrella del planeta pasaba frente a otra estrella que desde el fondo magnificó la cantidad de luz que se dirigía hacia el telescopio en 1.000 veces.
Aquello no era algo usual, sino todo lo contrario. Un evento único que limitó la posibilidad de realizar observaciones de seguimiento detalladas hasta que tuviéramos telescopios más potentes con los que ver la estrella del planeta en el futuro. Y aquí aparece Zhang y su equipo, quienes pudieron realizar un trabajo adicional en el Observatorio Keck en Hawái el año pasado e identificar la estrella como una enana blanca.
Una enana blanca acompañada. Tal y como describen en su trabajo publicado en Nature, lograron calcular que había al menos dos objetos orbitando alrededor de la enana blanca. En primer lugar, una supuesta enana marrón, una estrella fallida que nunca se encendió por fusión nuclear, situada a una gran distancia de la estrella.
Sin embargo, con el otro objeto hubo más revuelo: era a todas luces un planeta de aproximadamente 1,9 veces la masa de la Tierra y, quizás más importante, uno que orbitaba mucho más cerca de la estrella, lo que sugería que era un posible planeta rocoso. A través de un programa para modelar la evolución del sistema estelar calcularon podría haber tenido alguna vez la misma órbita habitable que la de la Tierra, incluso un tamaño similar al nuestro.
La buena noticia. El estudio cuenta un suceso inesperado. Cuando la estrella se quedó sin combustible, perdió parte de su masa, lo que provocó de forma inesperada que la órbita del planeta rocoso se alargara. Precisamente, esto le permitió escapar de la fase de gigante roja en expansión de la estrella y sobrevivir hasta la fase de enana blanca, y esto, y aquí viene lo importante, podría ocurrir en nuestro planeta también.
Si los datos del estudio son correctos, estaríamos ante el primer planeta rocoso conocido en orbitar una estrella de este tipo. “Este es definitivamente el objeto rocoso más pequeño y ordenado que hemos encontrado alrededor de una enana blanca”, zanjó Susan Mullally, astrónoma del Instituto de Ciencia del Telescopio Espacial en Maryland.
Imagen | NASA, Adam Makarenko/Keck Observatory
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