Rebuscando entre fotografías digitalizadas de los años 80, un grupo de astrónomos aficionados dio, hace no mucho, con imágenes de lo que parecía parte de una nebulosa, una estructura gaseosa iluminada con radiación de estrellas cercanas. Iban a la caza de objetos desconocidos, así que, intrigados, decidieron compartir su hallazgo con algunos profesionales, incluido el Departamento de Astrofísica y Física de Partículas de la Universidad de Innsbruck, en Austria.
Aquel primer descubrimiento de un grupo de amateurs franceses y alemanes, combinado con observaciones de los últimos 20 años obtenidas por varios observatorios, los datos de cuatro satélites y el apoyo de un equipo internacional, ha derivado en un descubrimiento notable del que ahora se hace eco Astrophysics and Astronomy: un nuevo tipo de nebulosas galácticas.
Unas muy especiales, además. Con la pista aportada por los amateurs, un equipo internacional liderado por Stefan Kimeswenger, del centro de Innsbruck, ha detectado una nebulosa alrededor de estrellas binarias. El descubrimiento es importante tanto por el fenómeno que identifica como por su valor para comprender mejor la evolución de las estrellas. También constata, resalta la Universidad de Innsbruck, el tremendo potencial de la colaboración entre profesionales y amateurs.
Un esfuezo de escala internacional
¿Qué han visto exactamente? Pues según el modelo que han desarrollado los expertos tras sus observaciones se trata de un sistema estelar binario compuesto por una estrella enana blanca de 66.500 grados y otra normal con una masa ligeramente inferior a la del Sol, ambas orbitando entre sí a una distancia de apenas 2,2 radios solares. Lo que las caracteriza es que ambas están rodeadas por un gran revestimiento compartido, un sistema de envoltura común (CE), formado por el material exterior de la enana blanca, que fue expulsado hace unos 500.000 años.
Como destaca la Universidad de Innsbruck, es la primera vez que los astrónomos logran evidencias de una capa de este tipo (CE) totalmente desarrollada. Se habían descubierto sistemas estelares a punto de generar una envolvente similar, pero sin llegar a apreciar nebulosas galácticas como la que ahora han registrado. ¿Por qué? Sencillo: porque resultan muy difíciles de “cazar”.
“Son demasiado grandes para el campo de visión de los telescopios modernos y al mismo tiempo son muy débiles. Además, su vida es bastante corta, al menos cuando se considera en escala de tiempo cósmica. Son solo unos pocos cientos de miles de años”, precisa Kimeswenger.
Precisamente por esa razón cuando el equipo de Innsbruck recibió el aviso de sus colegas amateurs pensó que seguramente estaba ante una nebulosa planetaria causada por los restos de estrellas moribundas. Gracias a la ayuda de los telescopios de Chile y las observaciones con espectrógrafos de científicos de EE. UU. pudieron captar finalmente la enorme extensión de la nebulosa.
“El diámetro de la nube principal es de 15,6 años luz, casi un millón de veces mayor que la distancia de la Tierra al Sol y mucho mayor que la distancia de nuestro Sol a su estrella vecina más cercana. También se han encontrado fragmentos de hasta 39 años luz de distancia”, desgrana Kimeswenger. Su ubicación, ligeramente por encima de la Vía Láctea, ha favorecido probablemente que la nebulosa pudiese desarrollarse sin ser perturbada por otras nubes de gas circundante.
Como detalla el investigador de Innsbruck, hacia el final de sus vidas las estrellas se inflan hasta convertirse en estrellas gigantes rojas. En los sistemas estelares binarios la parte exterior que se expande de una estrella se fusiona como una envoltura común alrededor de ambos astros. Dentro de esa capa, sin embargo, los núcleos de las dos estrellas no se ven prácticamente alterados y siguen su evolución. Gracias al análisis de sus propiedades químicas y físicas, los científicos saben que hay sistemas estelares que son fruto de ese proceso. Hasta ahora no habían observado sin embargo la envoltura totalmente desarrollada de ese sistema común y su expulsión al espacio interestelar.
“Son de gran importancia para nuestra comprensión de la evolución de las estrellas en su fase final. Además, nos ayudan a comprender cómo enriquecen el espacio interestelar con elementos pesados, que a su vez son importantes para la evolución de sistemas planetarios, como el nuestro”, aclara.
Sobre la mesa de los astrónomos quedan incógnitas importantes. La principal es que quizás las imágenes descubiertas por los amateurs no sean las primeras pistas de estas nuevas nebulosas. “Es incluso posible que este sistema esté relacionado con una observación de una nova realizada por astrónomos coreanos y chinos en 1086. En cualquier caso, las posiciones de las observaciones históricas coinciden muy bien con las de nuestro objeto aquí descrito”, desliza el experto de Austria.
Imagen de portada: Maicon Germiniani/ Universität Innsbruck
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