A estas alturas del partido, todo el mundo da por descontado que, al principio, fue el Big Bang. Todo empezó con un chasquido de dedos cósmico, una enorme explosión que dio origen a todo lo conocido y por conocer. La del Big Bang no solo es la teoría cosmológica más popular de los últimos 50 años, sino que se trata de un acuerdo de mínimos entre la física contemporánea y la cosmovisión occidental del origen (y el eventual final) del Universo.
Sin embargo, no todos los científicos están de acuerdo. Y en este ámbito es especialmente relevante porque la teoría del Big Bang, lejos de resolver todos los problemas sobre el origen del Universo, lo que hace es echar un cerrojo epistemológico. Es decir: lo que nos dice es que hay un punto más allá del cual no podremos saber nada jamás. Juliano César Silva Neves, un físico de la Universidad de Campinas en Brasil, está convencido de que los que se empeñan en cerrar la física con el Big Bang son unos aguafiestas cosmológicos: el Big Bang no solo no fue el origen de todo, sino que posiblemente ni siquiera existió.
El Universo es un acordeón
La idea que expone Neves en General Relativity and Gravitation no tiene nada de nuevo: que el Universo es cíclico, un enorme acordeón de materia y tiempo, y que por ello no es necesario recurrir a ese momento casi mítico y alejado llamado Big Bang. Y, para demostrar que esta idea es sostenible, recurre a un viejo modelo para describir los agujeros negros.
¿Que qué tienen que ver los agujeros negros con el origen del universo? “Sólo existen dos tipos de singularidades en el universo”, responde Neves: el Big Bang y lo que ocurre más allá del horizonte de sucesos de los agujeros negros. Si somos capaces de construir un modelo que resuelve una sin recurrir a conceptos oscuros, no hay razón por la que no podamos construir un modelo para la otra.
Las singularidades no existe
Como de costumbre, parece más sencillo de lo que es. El consenso generalizado entre los expertos es que, haya lo que haya dentro de los agujeros negros, todo se vuelve tan infinitamente complejo que se nos escapa. La teoría de la relatividad de Einstein enmudece y la física cuántica da palos de ciego.
Son el 'equivalente' perfecto para conceptualizar lo que pasaba antes de Big Bang. Y como señala Neves para apoyar su tesis, no todos los modelos explicativos de los agujeros necesitan de una singularidad para explicarlos. En 1968, un físico llamado James Bardeen propuso otra solución. Publicó una forma de describir los agujeros que no requerían de esa singularidad: los agujeros negros regulares.
A nivel más básico, Bardeen señaló que la masa dentro de un agujero negro podía describirse usando una función que relacionara la densidad con la distancia del centro (sin tener que asumir que era homogénea). Es decir: la masa se comporta exactamente igual que fuera del agujero solo que en un contéxto de superdensidad.
De los Agujeros Negros al origen del Universo
Neves coge ese modelo y lo usa para explicar el Big Bang sin necesidad de recurrir a una singularidad cosmológica. Y lo curioso es que, aplicando el modelo de Bardeen al desarrollo del Universo (es decir, creando un modelo que no solo tenga en cuenta el tiempo, sino también el volumen) no se hace necesario recurrir a un evento exponencial para explicar el proceso.
Lo que emerge es una imagen del Universo como “una sucesión eterna de universos con fases de expansión y contracción alternas, un universo cíclico”, sentencia Neves. La tarea ahora es encontrar evidencias de que el Universo rebota. Es decir, no abata con que encaje todo: necesitamos encontrar las trazas de los Universos pasados en este.
No es muy probable que las encontremos y la teoría (aún) deja mucho que desear, pero sin lugar a dudas, todos los intentos de romper el 'cerrojo' del Big Bang son bien recibidos por aquellos que nunca dejamos de aspirar ir un paso más allá.
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