"Te vas a Marte". Aquella reunión de trabajo la había concertado María González (a la que conoceréis porque, además de mi jefa, es la coordinadora de Xataka) y yo debía tener cara de poema vogon. Miré el calendario por si, no sé, de repente era 28 de diciembre y confesé que no lo veía claro. Pero ella fue muy persuasiva.
Que si lo de Musk parecía que iba para adelante, que si era una oportunidad única, que si, como medio, no podíamos no cubrir este asunto. Y, claro, yo sólo pude responder lo que respondería todo periodista científico ante una propuesta como esa: "¿Quién paga las dietas?".
Un curso para ser Matt Damon
Vale, quizás no fue exactamente así. Quizás, y sólo quizás, no nos hemos vuelto todos locos en Weblogs SL y lo que pasaba en realidad es que Future Learn, una de esas plataformas que quieren revolucionar la educación, tenía un curso llamado "Cómo sobrevivir en Marte". Quizás, y sólo quizás, alguien debía averiguar si el curso era puro márquetin o había algo más. Hubiera estado bien, pero dejemos la ficción y pasemos a las preguntas: ¿Se puede aprender a sobrevivir en Marte en sólo cuatro semanas y por internet?
En un principio, la respuesta puede parecer evidente: No. Pero el curso estaba organizado por la Universidad Monash (una de las grandes universidades australianas) y, bajo la supervisión de Tina Overton y Jasmina Lazendic-Galloway, reunía una gran nómina de colaboradores: una geoquímica (Sasha Wilson), una científica de suelos (Vanessa Wong), un experto en física cuántica (Tapio Simula), tres físicos (Lincoln Turner, Kris Helmerson y Marcus Kitchen) y un geólogo (Andy Tomkins).
Así que decidimos darle una oportunidad.
Bienvenidos al Espacio de verdad
Yo había leído "El Marciano" y había visto la película. Así que iba con ganas de montar una tienda de campaña en el jardín y hacer de Matt Damon durante todo un mes. No podía estar más equivocado. Esto no iba de ir a Marte, iba de algo más.
Nuestra relación con el espacio se puede resumir en cuatro o cinco cosas: subimos chatarra, la ponemos en órbita, nos apiñamos en latas de conserva cerradas herméticamente y damos algún breve paseo a la intemperie antes de volver a tierra firme. Porque la verdad es que podemos viajar al espacio, pero no podemos vivir lejos del planeta que nos vio nacer.
Construir estructuras habitables, con la tecnología actual, es sencillo. Pero no es eso lo que necesitamos, si queremos ser "una especie interplanetaria" necesitamos crear ecosistemas completos en el espacio. Y eso es de todo menos sencillo.
En ese aspecto, la lógica del curso es inapelable. Si algo nos han enseñado los innumerables viajes y exploraciones de la Historia es que 'descubrir', 'explorar' y 'colonizar' tienen significados muy diferentes. No es una cuestión de ir a Marte, como ya hemos hablado; es una cuestión de poder "sobrevivir allí". Por eso, el curso se estructura en torno a cuatro bloques: el agua, la energía, el oxígeno y la comida.
Es decir, no es un curso para supervivientes
Es un curso que repasa cómo podríamos construir ese ecosistema. Por ejemplo, el problema del agua: en los días veraniegos, el ecuador puede tener una temperatura de unos 20°. Pero cae hasta -73° por las noches. En los polos estaríamos hablando de temperaturas de -125°.
Esto parece una buena noticia, pero si tenemos en cuenta la baja presión atmosférica de Marte. Todos sabemos que, a nivel del mar, el agua hierve a 100°. Eso no pasa a cualquier altura: en la cima del Everest se necesitan sólo 71°.
La presión atmosférica de Marte es sólo el 0'6% de la de la Tierra. O sea, que el agua en Marte herviría a unos 10 grados centígrados. Es decir, aunque parece haber hielo en el Polo Norte, encontrar agua utilizable en Marte es como encontrar una aguja en un pajar.
¿Qué opciones tenemos? Procesar el regolito (las rocas marcianas) es una opción, pero la energía necesaria para ello lo hace casi inviable sin un buen reactor nuclear. Usar el hielo polar también está encima de la mesa, el problema es que eso nos obligaría a desarrollar un enorme sistema de canalizaciones con calefacción o a instalar las bases cerca del Polo norte (y, la verdad, con las dificultades para crear bases en los polos terrícolas, no parece muy buena idea). Otra opción es usar el agua subterránea que podamos encontrar, pero a la dificultad de encontrarla se le suma la necesidad de purificarla (algo que también requiere grandes esfuerzos).
Nos queda reciclar agua. Lo que hacemos, por ejemplo, en la Estación Espacial Internacional. De media, una persona pierde unos 2,5 litros de agua al día. Aproximadamente, 400 ml a través de la respiración, otros 400 a través de la transpiración, 1500 a través de la orina y unos 100 ml a través de sus heces. De media. Es decir, reciclar agua es una buena idea, pero no es una buena solución a largo plazo.
Muchos problemas y soluciones inestables
Un problema muy parecido nos encontramos con el oxígeno. Otras cosas como la energía o la comida son más "sencillas" de solucionar. En el primer caso, pese a las posibilidades de la energía solar y la eólica, si queremos crear una colonia sostenible en Marte, necesitaremos recurrir a la energía nuclear.
Solucionados esos tres problemas, cultivar comida tiene tres grandes retos: radiación, polinización y metales pesados. No es nada imposible dada nuestra tecnología actual, pero sin resolver los otros problemas y tan lejos de la Tierra, establecer misiones sería algo muy arriesgado, un nuevo Roakone.
De Roakone a Croatán
Aunque la historiografía estadounidense suele decir que el embrión del país son los peregrinos del Mayflower, en realidad casi 40 años antes hubo otra colonia inglesa en Norte América: la colonia de Roakone. La reina Isabel I quería crear un destacamento permanente en suelo americano y, tras muchos intentos infructuosos, John White creó una colonia en la isla de Roanoke, en la actual Carolina del Norte. Allí pasaron cosas buenas, nació la primera inglesa en suelo americano, Virginia Dare; pero, sobre todo, pasaron cosas malas.
Ante las penosas circunstancias de los colonos de Roakone, el gobernador White partió a Inglaterra para demandar recursos y ayuda. Tardó más de la cuenta porque estalló la guerra anglo-española y hasta casi tres años después no pudo regresar a Carolina del Norte. Cuando llegó todo había desaparecido. No quedaba ni rastro de los 90 hombres, las 17 mujeres y los 11 niños que había en la colonia y, lo que era aún más inquietante, no había tampoco rastros de lucha o de batalla. Simplemente se desvaneció: todas las construcciones habían sido desmanteladas y lo único que fueron capaces de encontrar fueron unas letras talladas en un poste cerca del pueblo: "CROATOAN".
Crear estructuras habitables es trivial, el reto es crear hábitats: la ecopoiesis. La idea de poder crear una colonia que, de verdad, no dependa del lugar de origen. Y eso, como hemos visto, no es tan fácil
¿Se puede aprender a sobrevivir en Marte en sólo cuatro semanas y por internet?
En realidad, no. Pero, para ser justos, debemos aclarar que tampoco era su intención. Este tipo de cursos sirven, más bien, para hacernos una idea seria y científica de todos los problemas que tendría crear toda una civilización en el espacio.
Y si os digo la verdad, la única conclusión firme que he sacado de todo esto es que es bastante más difícil de lo que parece. Falta mucho para que podamos estar en Puerto Marte y sin Hilda. Pero mejor no perder la esperanza.
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