El Triángulo de las Bermudas se convirtió durante mucho tiempo en una "zona maldita" en el Caribe para todos los navegantes que trtaban de cruzar esta zona con sus barcos. Con GPSs, barcos a motor y en general la tecnología actual, es difícil que un barco tenga problemas ahora mismo. Pero tenemos una nueva zona maldita a la que enfrentarnos, del mar al espacio, de marineros a astrónomos.
Los satélites y en general prácticamente todo lo que enviamos al espacio tiene un comportamiento esperado y calculado con antelación. Es difícil que ocurra algo inesperado y más aún si es un satélite que simplemente se dedica a orbitar la Tierra por ejemplo. Pero ocurre, durante años los científicos no consiguieron entender por qué algunos satélites, al pasar por determinadas zonas, comenzaban a dar errores en su funcionamiento. En los años ochenta decidieron analizarlo más en profundidad para ver si había alguna correlación entre esas anomalías. Resulta que la había, se daba siempre en parte de América del Sur y el Océano Atlántico.
Bienvenidos a Anomalía del Atlántico Sur
En la órbita terrestre, parte de América del Sur y el Océano Atlántico son una zona nada agradable para los satélites (y mucho menos para los humanos). ¿El culpable de todo esto? El Sol. Nuestra estrella, a la que tanto le debemos, también puede ser muy perjudicial. Sus altas expulsiones de viento solar formado por partículas cargadas de alta energía llegan a la Tierra en su expansión por el Sistema Solar. Al hacerlo el campo magnético del planta se encarga de capturarlas, provocando alrededor de la Tierra unos cinturones de energía conocidos como cinturones de Van Allen.
El cinturón de Van Allen interior (y más intenso) se encuentran a una altura de alrededor de los 500 kilómetros de la superficie terrestre hasta los 5.000 kilómetros. En el caso del cinturón exterior alcanza hasta los 58.000 kilómetros de distancia. Ambos cinturones, efectivamente, se encuentran en la zona donde operan los satélites.
Debido a sus altas concentraciones de energía, consiguen afectar al correcto funcionamiento de los ordenadores de a bordo. Esto puede provocar fallos en la comunicación o cambios en la memoria interna del sistema. Para evitar estar expuestos durante un periodo prolongado de tiempo a alta radiación, los satélites de órbita baja siempre buscan estar a una altura entre 500 kilómetros (para no ser atrapados demasiado por la gravedad) y 1.000 kilómetros (a partir de los cuales el cinturón de Van Allen es demasiado fuerte y daña los satélites. Y además evitar chocarse con toda la basura espacial.
Entonces la solución es simplemente evitar estar en el área del cinturón, ¿no? Bueno, si el espacio fuera perfecto sí, pero no lo es y por lo tanto no es tan fácil. Los cinturones de Van Allen no se encuentran centrados exactamente en la esfera de la Tierra. Debido a que los polos magnéticos tampoco lo están con los polos geográficos, el cinturón de Van Allen se encuentra algo ovalado y con una zona más cercana a la Tierra que la otra.
Para ser exactos, el punto más cercano del cinturón de Van Allen a la Tierra está en la zona de América del Sur y el Océano Atlántico, es lo que conocemos como Anomalía del Atlántico Sur. Afecta a un área de miles de kilómetros que va desde la latitud 15º hasta la latitud 45º aproximadamente en el hemisferio sur. Si generalmente los efectos del cinturón de Van Allen se comienzan a notar desde los 1.000 kilómetros, aquí se notan desde los 600 kilómetros de altitud.
Blindaje, sistemas de reemplazo y órbitas modificadas
Los satélites podrían tomar un rodeo y se acabó el problema. Sin embargo América del Sur también necesita satélites. Incluso si nos diese por dejar a toda esa zona del planeta sin satélites, aún así tendrían que pasar por ahí ya que si queremos orbitar la las mismas latitudes en el hemisferio norte hay que pasar también por el lado opuesto en el hemisferio sur.
Una de las opciones para limitar la exposición a la radiación es blindar bien los satélites, aunque esto supone aumentar de forma considerable el peso del satélite o la nave en cuestión, algo que supone un esfuerzo enorme posteriormente para lanzar el cohete desde la Tierra. La Estación Espacial Internacional, que orbita en una inclinación de 51,6º tiene este blindaje extra.
¿La otra solución? Los ingenieros espaciales suelen equipar cada satélite con múltiples ordenadores funcionando exactamente igual. De este modo, si la radiación hace a uno fallar, los otros permiten ejecutaras las tareas y actividades confirmándose entre sí de que tienen la misma orden o resultado. Es una solución arcaica pero inevitable. Y la Anomalía del Atlántico Sur es uno de los menores problemas a los que la exploración espacial se tiene que enfrentar.
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