VVV-WIT-08 es una gigantesca estrella en el centro de la Vía Láctea que, cada 200 días, se reduce el brillo que nos llega de ella casi al completo. Como si se apagara y encendiera cada 200 días, un parpadeo constante del que los astrónomos sólo tienen hipótesis pero no una afirmación sólida de que podría estar pasando.
La estrella se encuentra a 25.000 años luz de nosotros ahora mismo. Descubierta en 2012, comenzó a llamar la atención de los astrónomos por una peculiaridad suya: parpadeaba. Más o menos. Y es que la estrella reduce y aumenta su brillo en un periodo que dura varios meses. De brillar al 100% se reduce a menos del 3% y luego recupera de nuevo su brillo.
En realidad, no es que la estrella pierda su brillo, sino que más bien algo se está interponiendo entre ella y nosotros para provocar una especie de eclipse. Algo especialmente grande tiene que ser, pues la estrella tiene un tamaño unas 100 veces mayor que el Sol. Qué es exactamente es el gran dilema de los investigadores.
El objeto del misterio
Una nueva investigación publicada en el Monthly Notices of the Royal Astronomical Society recientemente trata de arrojar algo de luz al asunto. Y es que lo cierto es que no es raro que las estrellas pierdan parte de su brillo, normalmente por estrellas cercanas eclipsantes o el pulso natural de algunas de ellas. Lo inusual aquí es el largo periodo de tiempo.
Otros casos se han dado, con estrellas que se eclipsan parcialmente cada varias décadas. Los astrónomos atribuyen esto a discos de polvo enormes como la causa más probable. Sin embargo, también puede tratarse de dos estrellas binarias orbitando y eclipsando una a la otra.
Dada la lejanía a la que se encuentra VVV-WIT-08 y las dificultades para analizarla desde tan lejos, sólo se pueden realizar aproximaciones e hipótesis de momento. Los modelos matemáticos sugieren un objeto elíptico de un grosor de millones de kilómetros de profundidad para que sea lo suficientemente opaco como para tapar la luz proveniente de la estrella.
La otra gran dificultad a la que se enfrentan los investigadores es el no conocer la órbita del objeto que la tapa. Por lo tanto, no pueden calcular su tamaño total y las estimaciones tienen un margen de error de cientos de millones de kilómetros, casi nada.
Vía | Science Alert
Más información | Monthly Notices of the Royal Astronomical Society
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