No es raro que en nuestras cajas haya algún lugar dedicado a la recopilación de viejos manuales de aparatos, algunos de los cuales quizá ni siquiera sigamos utilizando, más o menos como esa caja de los cables viejos tan habitual. Es posible que alguna vez hayamos acudido a ese rincón en busca de un viejo manual que nunca creeríamos necesitar para descubrir con horror que es el único que nos falta.
El fallo en la Voyager. Algo así debió de pasar a la NASA cuando hace unos meses la Voyager 1 comenzó a dar problemas. Estos problemas, recordarán algunos, comenzaron el pasado mes de mayo. La Voyager parecía haber perdido el equilibrio. Su Attitude Articulation and Control System (AACS), encargado de mantener la antena de la sonda en dirección adecuada para poder comunicarse con la Tierra parecía estar dando errores, enviando datos que no se correspondían con la orientación de la sonda.
A pesar de ello la antena parecía mantenerse en su orientación, lo que permitía a los ingenieros seguir comunicándose con ella. Aún había esperanza de resolver el misterioso fallo. El problema era que había que localizarlo y repararlo. Una tarea nada fácil por dos motivos.
El primero, que la sonda se encontraba a unos 23.300 millones de kilómetros de la Tierra. Es decir, cualquier comando dado desde el puesto de mando tardaría 20 horas en llegar a la sonda. La respuesta otras 20 horas en regresar. Pero había otro problema, el causado por el hecho de que las Voyager se diseñaron hace medio siglo y los ingenieros que crearon estas sondas llevan años, o más bien décadas, jubilados.
A la busca del libro de instrucciones. El Equipo encargado de mantener con vida la Voyager está acostumbrado a lidiar con el primero, pero su conocimiento de los detalles de la arcaica obra de ingeniería era limitado y se circunscribe a una serie de detalles prácticos, una especie de manual práctico de uso al que se refieren como command media.
Un error como este necesitaba una revisión en mayor profundidad. Era hora de buscar entre los papeles que contenían los detalles del diseño y procedimientos del aparato. Suzanne Dodd es la jefa de proyecto de la Misión Interestelar Voyager, que comenzó tras la etapa “planetaria” de las sondas en la que exploraron Júpiter, Saturno y Urano. Fue por ello la persona a cargo de gestionar toda la reparación de la nave.
Eran otros tiempos. En declaraciones para Business Insider, Dodd explica el problema que tuvieron que afrontar. Cuando los ingenieros que crearon las naves se jubilaron “no hubo un empujón para crear una biblioteca de documentos del proyecto. La gente se llevaría las cajas a los garajes de sus casas.”
Obviamente este no es el caso hoy en día, pero allá por las décadas de los 70 y 80 era posible, según indica Dodds. La búsqueda fue ardua, pero gracias a algunos documentos guardados en distintas localizaciones de la NASA, el equipo logró dar con las cajas con los documentos referidos al sistema de control de altitud AACS.
Meses en vilo. El proceso se dilató en el tiempo pero a finales del mes de agosto la NASA anunciaba que el error había sido reparado. La Voyager 1 volvía a funcionar, no como el primer día (ni mucho menos) pero como antes del error.
El error se debió a que el AACS estaba transmitiendo sus datos a través de un ordenador de a bordo que había sido puesto ya fuera de servicio y estaba corrompiendo los datos a su paso. El equipo logró desviar el flujo de información al ordenador que la nave aún tiene operativo. Fallo arreglado. Solo hay un “pero”.
45 años por sonda. El motivo primero por el que se produjo el fallo permanece siendo un misterio. ¿Por qué se confundió de ordenador el AACS en primer lugar? Nadie lo sabe, pero tratandose de un equipo de 45 años a pocos les sorprende.
La Voyager 1 y su sonda hermana Voyager 2 se lanzaron hace 45 años, y eso es un buen viaje. Por si eso fuera poco las sondas se encuentran en el medio interestelar, fuera de la protección que la heliosfera del Sol nos protege de partículas altamente cargadas de energía. “Es poco probable que una golpee la nave, pero si ocurriera, podría causar más daños electrónicos” explicaba Dodds. “No podemos identificar eso como la fuente de la anomalía, pero podría ser un factor.”
Con o sin partículas, la NASA lleva años apagando poco a poco las Voyager para intentar alargar su vida útil en la medida de lo posible, ahorrando energía y optimizando procesos. Se espera que la Voyager 1, lanzada con una esperanza de vida de cinco años se apague completamente hacia 2030, tras unos 53 años de servicio.
La importancia del “saber hacer”. La historia tiene una moraleja, y es que incluso en la era de la información, contar con personas capaces de transmitir la información entre generaciones de ingenieros es clave. Y esto no es menos en el caso de la NASA. Prueba de ello es el esfuerzo que ha requerido la agencia para recuperar su programa lunar tras cumplirse medio siglo de la última misión Apollo.
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