Los astrónomos cuentan ya con un nuevo par de ojos en la misión de buscar señales de radio extraterrestres que pudieran indicarnos cuál es nuestro lugar en el universo. Un par de ojos metafórico, puesto que estamos hablando en realidad de una inteligencia artificial (IA).
Un nuevo par de ojos. Un equipo internacional de investigadores ha creado un algoritmo para ayudar a los radiotelescopios (o más bien a los astrónomos que trabajan con ellos) en la búsqueda de señales que nos indiquen la presencia de inteligencias extraterrestres.
Buena parte del trabajo de los astrónomos se centra en separar la paja del grano. La nueva IA creada para ayudar en la búsqueda tiene el objetivo de distinguir las señales naturales de las artificiales y, en caso de las que recaigan en este segundo grupo, distinguir las señales vinculadas a tecnomarcadores de aquellas causadas por meras interferencias procedentes de nuestras propias señales de radio.
Para los creadores del algoritmo, las IAs tienen mucho que decir en este sentido. Las inteligencias artificiales no pueden “pensar” como nosotros pero tienen un gran talento a la hora de reconocer patrones.
Entrenando al algoritmo. Los algoritmos tradicionales no son capaces de realizar estos procesos de manera eficiente teniendo en cuenta la gran cantidad de datos que deben procesar, procedentes de telescopios cada vez más potentes y numerosos.
El equipo encargado de la nueva tecnología partió de estos algoritmos, y aplicó técnicas de deep learning para lograr ponerlos al día. Para ello alimentaron la máquina con una combinación de señales simuladas introducidas en secuencias reales de datos.
Tras el entrenamiento el equipo procedió a probar la IA con los datos compilados por el telescopio estadounidense Green Bank. Los investigadores analizaron 480 horas de observación (150 terabytes de datos) del telescopio. Los resultados han sido publicados en un artículo en la revista Nature.
Aprender de los errores. El algoritmo ayudó a identificar más de 20.000 señales “de interés” que fueron revisadas individualmente por el equipo. De todas estas, ocho llamaron la atención de los investigadores, que procedieron a examinar su origen, para lo cual volvieron a utilizar el telescopio para echar un vistazo y tratar de volver a captar las señales.
No encontraron nada, lo que implica que tendrán que seguir mejorando el algoritmo para ir reduciendo el número de falsos positivos. Los investigadores también señalan que las no-detecciones pueden aportar información. La de que debemos mejorar nuestra búsqueda.
“Estos resultados ilustran drásticamente el poder de aplicar el aprendizaje automático y métodos de visión computarizada a los retos que plantean los datos astronómicos, lo que resulta tanto en nuevas detecciones como en mayor rendimiento. Aplicar estas técnicas a escala será transformado para la ciencia de los tecnomarcadores” apuntaba Cherry Ng, coautora del trabajo.
Todavía dependientes de los telescopios. Al margen de los algoritmos, la búsqueda de inteligencia extraterrestre sigue dependiendo del hardware. Cada vez contamos con telescopios no solo más potentes sino también con mejor definición y por tanto más capaces de enfocarse en puntos concretos de nuestra bóveda celeste y localizar con exactitud la procedencia de cualquier señal de interés.
A los radiotelescopios con los que contamos pronto se sumarán otros que nos permitirán ampliar nuestro rango de búsqueda. Uno de los objetivos es saber cómo de frecuentes son los planetas en los que se pueden dar condiciones para la vida y qué tipo de estrellas habitan. La búsqueda de vida extraterrestre al fin y al cabo va mucho más allá de la búsqueda de otras inteligencias.
Imagen | Jiuguang Wang, CC BY-SA 2.0
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