Moverse para mirar lo que hay detrás de los objetos no es una opción cuando lo que quieres observar se esconde detrás del centro de nuestra galaxia, una región densamente poblada por numerosas estrellas, un agujero negro supermasivo, y abundante polvo y gas. Al menos este último par de factores está dejando de ser un problema. Lo que han encontrado los investigadores es una inmensa estructura formada por 58 galaxias.
Un cúmulo a 3.000 millones de años luz. Cuando alguien trata de ordenar en su cabeza la estructura los elementos que componen nuestro universo podemos pensar en planetas y estrellas que forman sistemas solares, que a su vez orbitan a un centro galáctico, conformando las estructuras que conocemos como galaxias.
¿Y las galaxias? Los grupos de galaxias se denominan cúmulos galácticos, y es uno de estos cúmulos, lo que un equipo internacional de astrónomos acaba de anunciar haber descubierto, escondido tras una inmensa nube de polvo que cubre el centro de nuestra galaxia. Estos cúmulos son grupos de galaxias que se mantienen unidas por efecto de las interacciones gravitatorias.
El cúmulo estaría formado por 58 galaxias y estaría a unos 3.000 millones de años luz de nuestro propio sistema solar. Como escala, podemos tener en cuenta que nuestra propia galaxia, la Vía Láctea, tiene unos 100.000 años luz de diámetro.
La “zona de evitación”. Este “punto muerto” en la visión de nuestros telescopios causado por el centro de nuestra galaxia recibe el nombre de “zona de evitación” (zone of avoidance). Se trata de un parche de tamaño relativo considerable, ocupa entre el 10% y el 20% de la bóveda celeste en la noche.
El centro de nuestra galaxia está densamente poblado, no solo por el agujero negro supermasivo Sgr A*, sino por una gran cantidad de estrellas, polvo, gas y otra materia. Las estrellas son opacas a los ojos de cualquier telescopio, pero al menos hoy por hoy los astrónomos cuentan con instrumentos capaces de mirar a través del polvo y del gas acumulado.
El truco infrarrojo. La clave está en el espectro infrarrojo. En estas longitudes de onda, la luz puede fluir a través de las pequeñas partículas en suspensión. Podría parecer que el espacio interestelar está vacío, pero esta “capa” de material puede darse no solo en nebulosas y el centro de las galaxias, sino que, con menor densidad, a lo largo y ancho del universo conocido.
Ese es uno de los motivos por los que los telescopios centrados en estas longitudes de onda cuentan con cierta ventaja cuando los objetos a observar están detrás de una cantidad de polvo y gas que los haría invisibles.
Una exploración combinada. El descubrimiento de este clúster fue anunciado a través de un artículo publicado a través del repositorio ArXiv. El trabajo está por ahora pendiente de revisión por pares antes de ser publicado definitivamente en la revista Astronomy and Astrophysics.
El descubrimiento se ha realizado gracias a las observaciones del sondeo VVV realizado por el European Southern Observatory (ESO). Este sondeo se realiza a través de longiudes de onda infrarrojas y estudia precisamente la región de la bóveda celeste solapada con el “bulto” que supone el centro de nuestra galaxia.
Telescopios como el VISTA (Visible and Infrared Survey Telescope for Astronomy), operado por el ESO y situado en el desierto de Atacama, en Chile, ofrecen a los astrónomos la capacidad de observar el universo en estas longitudes de onda y así poder “ver” detrás de las nubes de materia de nuestro entorno.
Mirar los sitios con otros ojos. Lugares que antes resultaban inaccesibles a las miradas de los astrónomos están pasando a formar parte de los mapas de los astrónomos. Telescopios como VISTA realizan una importante labor, a veces menos reconocida que la que la desarrollada por telescopios espaciales como el Hubble o el Webb, pero importante para entender mejor el universo que nos rodea y para dar sentido a los recubrimientos de éstos.
Imagen | NASA
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