Este sábado, la NASA tiene previsto el lanzamiento de un cohete Delta IV Heavy de la United Launch Alliance con una tripulante muy especial a bordo: la protagonista de la histórica misión Parker Solar Probe. Una sonda espacial que tiene por objetivo tocar el Sol, aproximarse como ninguna otra nave se ha aproximado nunca con el objetivo de proporcionar información sin precedentes sobre nuestra estrella.
Hablar del beso o el toque de la Parker Solar Probe con el astro rey es una licencia justificada a la vista del hito que pretende conseguir esta misión. Hasta la fecha, el artefacto humano que más cerca se ha situado de ese coloso energético fue en 1976, hace más de cuatro décadas, cuando la sonda espacial Helios 2 se acercó a 43 millones de kilómetros.
Esta misión, sin embargo, pretende situarse a poco más de 6 millones de kilómetros del Sol alejándose de la Tierra hasta 150 millones de kilómetros. La primera pasada por el astro se alcanzará en unos tres meses, pero lograr las distancias récord anunciadas requerirán alrededor de siete años de aproximación en los que la sonda espacial se aprovechará de la gravedad de Venus para ir alterando su órbita.
La importancia de esta misión al Sol
El propósito principal de la misión Parker Solar Probe es conocer mucho mejor cómo y por qué nuestro Sol es como es. Ver de qué manera la energía y el calor se mueven a través de su atmósfera e indagar sobre aquello que acelera el viento solar y las partículas energéticas del astro.
Entre todas las preguntas sin respuesta que están encima de la mesa sobre nuestra estrella, una en especial ha desconcertado a los físicos solares durante décadas: ¿Por qué la atmósfera del Sol es mucho más caliente que su superficie? ¿Por qué la llamada corona solar es así?
Es ella, esa capa más externa del cuerpo celeste, la que alcanza las condiciones más extremas en sus regiones más activas y la que acoge las erupciones y eyecciones de masa coronal. Fenómenos que pueden provocar tormentas geomagnéticas, causando una perturbación de la magnetósfera terrestre y, si son lo suficientemente grandes, importantes alteraciones y fallas en las redes eléctricas de nuestro planeta.
Acercarse tanto al astro rey y dar respuesta a estas cuestiones había resultado imposible hasta la fecha dado que la ingeniería térmica no había dado con la manera de que una sonda como esta pudiese soportar tan altísimas temperaturas continuando en óptimo funcionamiento.
Es por eso que la Parker Solar Probe no ha estado preparada hasta que el encargado de evitar un achicharramiento, su "revolucionario escudo térmico" como dice NASA, no ha quedado también preparado.
El Thermal Protection System, como así se llama, protegerá el corazón de la nave de los más de 1.370 grados que se registran gracias a dos paneles de un compuesto de carbono-carbono sobrecalentado, que a su vez guardan un núcleo de espuma de carbono. En total, un espesor de unos 11 centímetros y apenas 72,5 kilómetros de peso.
Bajo el escudo estará la sonda y los cuatro conjuntos de instrumentos que incorpora. FIELDS se dedicará al estudio de los campos electromagnéticos, ondas, el flujo de Poynting, la densidad de plasma o la temperatura de electrones; ISOIS observará electrones energéticos, protones e iones pesados que son acelerados a altas energías; WISPR son telescopios que tomarán imágenes de la corona solar y la heliosfera interna; y SWEAP contará las partículas más abundantes en el viento solar y medirá propiedades como la velocidad, la densidad y la temperatura que muestre.
La misión forma parte del programa Living With a Star de la NASA destinado a explorar el sistema Sol-Tierra, bajo la dirección del Goddard Space Flight Center, y su nombre es un homenaje a Eugene Newman Parker, científico de la NASA que en los años cincuenta teorizó sobre el viento solar. Cuando la sonda alcance su máxima aproximación al Sol en 2025, viajará a una velocidad de unos 692.000 kilómetros por hora.
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